Mirándose en Murat
Bromas en cine y literatura en torno a la vanidad del general
Al inicio del filme Murieron con las botas puestas (Raoul Walsh, 1941), un arrogante Errol Flynn se presenta ante sus superiores en West Point ataviado de un modo estrafalario. Su barroco uniforme contrasta con el sencillo traje de calle que lucen el resto de alumnos que optan por el ingreso a la prestigiosa academia militar. Cuando le preguntan por la procedencia de su indumentaria, responde que la ha copiado del general Murat. En efecto, el sombrero con plumas blancas, la capa bordeada de piel o los galones dorados recuerdan, y mucho, al uniforme que el mariscal francés viste en el retrato pintado por François Gérard. (Flynn, arriba a la dcha., con un retrato de Murat realizado por Antoine-jean Gros en 1812).
el dato es mucho más que un recurso ingenioso de los guionistas de la película. Es la prueba de que la preocupación de Murat por su imagen ha trascendido la historia para llegar a la cultura. En La sombra del águila (1993), una estupenda novela corta de Arturo Pérez-reverte, se retrata magistralmente, con humor e irreverencia, la condición de petimetre presumido de aquel que el propio Napoleón definió como “el mejor oficial de caballería de vanguardia. Tan dominante y fogoso era, que si le hubiese mandado atacar y arrollar cuatro o cinco mil hombres en una dirección dada, hubiera sido cosa de un momento”. Tal vez habría debido añadir: “Siempre que no se manchara el uniforme”.