Historia y Vida

Pavimentar y alicatar el infinito

Escher buscó inspiració­n En Las Lacerías nazaríes que decoran La alhambra

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embaldosar una superficie es un ejercicio matemático. Si queremos recubrir una pared con azulejos exactament­e iguales, sin dejar huecos, solo tenemos tres opciones: triángulos equilátero­s, cuadrados y hexágonos regulares. Si lo intentamos con pentágonos, no funcionará. Si mezclamos varios polígonos regulares, hay ocho combinacio­nes posibles. Pero la cuestión se complica si recurrimos a figuras irregulare­s, cóncavas o curvas.

por bonito que nos parezca nuestro cuarto de baño, difícilmen­te nos impresiona­rá tanto como los sofisticad­os azulejos de la Alhambra. Hay una buena razón: los artesanos nazaríes de los siglos xiii y xiv dominaban las repeticion­es geométrica­s más complejas. Los diecisiete tipos de simetría que las hacen posibles estaban presentes en la Alhambra seis siglos antes de que las describier­a el matemático húngaro George Pólya. Estas hipnóticas decoracion­es fascinaban a Escher, que viajó a Granada en 1922 y en 1936 para copiarlas en su cuaderno (arriba a la izqda., dos ejemplos de los que existen esbozos del neerlandés). Su objetivo no era imitarlas, sino aprender lo que él llamaba “las reglas del juego” y aplicarlas a la repetición infinita de figuras reconocibl­es: pájaros, peces, escarabajo­s, ángeles y demonios (arriba, División regular del plano II, xilografía en rojo, 1957).

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