Tres horas y media
Dos trabajos sobre el bombardeo de Guernica
Tres horas y media, esa fue la duración del bombardeo de Guernica, el 26 de abril de 1937. Al cumplirse 80 años, nuevos libros vuelven la mirada sobre aquel dramático episodio de la Guerra Civil que inspiró el famoso cuadro de Picasso. Centradas en ese tema, acaban de publicarse dos obras: una la firma Xabier Irujo, profesor de la Universidad de Nevada, y la otra Roberto Muñoz Bolaños, que ejerce en la Camilo José Cela. Sus trabajos difieren en el planteamiento, las interpretaciones y algunas de las fuentes primarias que utilizan, aunque también presentan ciertos puntos de coincidencia. Hay una idea común que puede servirnos de arranque: después de la Gran Guerra, muchos contemporáneos estaban persuadidos de que, en cualquier contienda venidera, la aviación iba a desempeñar un papel decisivo. Ambos libros lo recuerdan, y coinciden igualmente en que Guernica sirvió de laboratorio para experimentar con el bombardeo y en que a sus artífices no les preocupó el daño a la población civil, circunstancia agravada por el efecto sorpresa y lo rudimentario de los sistemas de alarma. Tampoco subestiman el interés de Alemania en las materias primas españolas, aunque no le conceden el mismo peso. Asimismo, los dos autores buscan similitudes en otros precedentes de bombardeos sobre núcleos de población, destacando Irujo lo ocurrido en Kabul en 1919 y Bolaños el caso de Samawah (Irak) en 1923. Ambos títulos son prolijos en datos técnicos y cuantitativos sobre la aviación implicada en Guernica y el armamento empleado. Las obras difieren, en cambio, en los mimbres con los que tejen su análisis preliminar del contexto. Antes de centrarse en los sucesos de Guernica, Bolaños desgrana las fuerzas políticas en liza durante la República, las tramas conspirativas que precedieron al estallido del conflicto y las luchas de poder en el bloque sublevado; a lo que también añade diversas consideraciones sobre los cambios operados en la noción de guerra desde el siglo xviii y las bases que, según los tratadistas de varios países, fundamentaban el poder aéreo. Irujo, por su parte, dirige la atención de los primeros capítulos más bien al contexto político europeo y, particularmente, relaciona las actuaciones de la Legión Cóndor con las ambiciones personales de Göring, interesado en “demostrar empíricamente que la Luftwaffe podía obtener resultados extraordinarios” y que se podía ganar una guerra “desde el aire”. Entrados en materia, los dos autores tratan fundamentalmente de dar respuesta a las preguntas recurrentes cuando se aborda este hecho: por qué se bombardeó la población vasca, cuáles fueron las características de la operación, quién la ordenó y qué consecuencias acarreó. Bolaños considera que Guernica –igual que Durango–
era un objetivo militar por su situación estratégica, y que se buscaba evitar que llegasen refuerzos a la defensa de Bilbao. En cambio, frente a los aspectos tácticos, Irujo da más importancia al objetivo de sembrar el pánico, y, de hecho, opina que Guernica representa “un punto de inflexión en la historia de los bombardeos de terror”. En cuanto a la responsabilidad, Bolaños subraya que la decisión del ataque se tomó “el mismo día” y que había “falta de claridad en el mando y los objetivos”, así como bastante autonomía en la aviación extranjera; bien es verdad que permitida por Franco, quien tampoco prohibió el bombardeo de núcleos urbanos. Irujo, aparte de reparar en la proximidad del cumpleaños de Hitler y recordar otros momentos en los que fue celebrado de esta forma, no duda en señalar al futuro dictador español como responsable principal: “Nadie bombardeaba sin el permiso explícito de Franco”. Como es sabido, el régimen culpó de la destrucción a “los rojos”.
cifras discordantes
El número de víctimas es, finalmente, otro de los polos del debate historiográfico que se tocan en estas obras. Un factor relevante estriba en aclarar cuánta gente había en la población, que justo ese día celebraba el mercado semanal. Para Bolaños, serían 5.000 o poco más, y según Irujo, unas 8.000. El primero estima que el número de víctimas rondó las 200, mientras que el segundo, que también considera las fuentes orales, eleva el cálculo por encima de las 2.000. Posiblemente, las obras de estos doctores en Historia se vean acompañadas de otras que, con ocasión de la efeméride, vuelvan sobre las preguntas que, ochenta años después, siguen planeando sobre lo ocurrido en Guernica aquel lunes 26 de abril de 1937. Quizá la aparición de nuevas fuentes permita zanjar algunas controversias o, al menos, paliar lagunas de un suceso que conmocionó a la opinión pública internacional y que, como señala Irujo, todavía hoy sigue constituyendo un símbolo.