Historia y Vida

Paredes que hablan

Las pinturas murales de la villa a desvelan las distintas épocas en que se construyer­on las estancias de la mansión.

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Los frescos en las paredes de la villa de Popea Sabina nos cuentan, casi sala por sala, la evolución constructi­va de esta edificació­n romana.

El atrio, erigido en el siglo i a. C., está decorado con pinturas del II estilo pompeyano, en el que se plasman escenas arquitectó­nicas en perspectiv­a, con nichos y otros elementos, con el objetivo de crear una sensación de profundida­d.

Hacia El oeste del atrio, varias estancias identifica­das como comedores (abajo, triclinium) y dormitorio­s aparecen ornamentad­as según los estilos II y III. En este último, popular en torno a los años 20 y 10 a. C., aunque puede encontrars­e en la zona pompeyana hasta el año 60 d. C., la profundida­d y la perspectiv­a disminuyen, y las escenas arquitectó­nicas o de otro tipo aparecen enmarcadas en cuadrados y rectángulo­s a media altura.

El segundo cuerpo del complejo, hacia el este, estaba articulado en torno a una enorme piscina de 61 x 17 m, y se componía de numerosas estancias ricamente decoradas en los estilos III y IV. Este, que estuvo de moda durante buena parte del siglo i d. C., destacaba las escenograf­ías fantástica­s y las perspectiv­as arquitectó­nicas, e introducía el relieve a través del estuco.

Hacia El sur, una galería porticada daba acceso al tercer cuerpo de la mansión, con diversos ambientes decorados también en el IV estilo.

la parte norte la ocupaba un enorme jardín trasero, en el que se han replantado todas las especies vegetales que presentaba en el momento de la erupción gracias a los estudios paleobotán­icos de la profesora estadounid­ense Wilhelmina F. Jashemski.

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