Primera plana
El áfrica rica
La mayor parte de multimillonarios africanos pertenece a una élite que reproduce las depredaciones del colonialismo europeo. periodista
En Angola la llaman “la princesa”. Quizá porque su padre, José Eduardo dos Santos, presidente del país desde 1979, vivía en un palacio. A ella, sin embargo, le gusta recordar que fue a colegios públicos y que vendía huevos por la calle a los seis años. Un relato con tintes de niña pobre de cuento infantil que casa mal con ese palacio presidencial en el que “reinaba” su padre, donde se celebraba la Navidad bajo un abeto llegado de Nueva York y se descorchaba vino espumoso comprado en Lisboa, la capital de la antigua metrópoli. Las cajas de vino costaban 500.000 dólares anuales, según Rafael Marques de Morais, periodista de investigación angoleño que en 1999 empezó, con 40 días de secuestro en los calabozos del régimen, un periplo judicial que aún dura, a causa de su denuncia de la corrupción en el país. Este se encontraba sumido en una guerra entre sus dos principales movimientos de liberación, el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) y la Unión Nacional para la Independencia de Angola (UNITA). El conflicto no impidió a Dos Santos, líder del primero, irse enriqueciendo, al tiempo que olvidaba sus ideas marxistas para, ya en los noventa y de la mano del derrumbe de la URSS, abrazar la forma más depredadora de capitalismo. Para entonces, su hija vivía en Londres y todo era poco para ella: una universidad que cuenta en su haber con doce premios Nobel, el King’s College, y un final feliz para su cuento, boda en Luanda en 2002 con un millonario congoleño que costó cuatro millones de dólares. Un coro viajó desde Bélgica para cantar en la ceremonia; la comida llegó desde Francia en dos aviones fletados a tal efecto. Igual que los invitados, que viajaron en aviones privados. Muchos eran presidentes africanos, a quienes nadie pidió un visado para entrar en el país, según denunció Marques de Morais. Porque los invitados de Isabel dos Santos (Bakú, antigua república soviética de Azerbaiyán, 1973) no tenían que rendir cuentas a nadie en Angola, esa nación en la que, pese a sus riquezas, el 70% de la población vive con menos de dos dólares al día. Muy cerca de lo que la ONU considera el umbral de la pobreza en
términos absolutos: 1,25 dólares diarios. Isabel dos Santos no solo es la hija mayor del presidente angoleño, el segundo más longevo en el poder de todo el continente, solo por detrás del guineano Teodoro Obiang Nguema. También es la mujer más rica –la única multimillonaria– de África y la persona más joven de una lista que cada año elabora la revista Forbes: la de las mayores fortunas del continente, un elenco en el que en 2016 ocupó el octavo puesto. El patrimonio de esta mujer de 44 años se calcula en alrededor de tres mil cien millones de dólares. ¿Cómo la hija de un presidente de familia obrera –su abuelo era albañil–, del jefe de un estado marxista-leninista hasta 1990 y en guerra hasta 2002, ha acumulado ese enorme peculio? Sus hagiógrafos lo atribuyen a su valía como empresaria. Marques de Morais, autor de un artículo en Forbes titulado “La hija de papá: cómo una princesa africana ha conseguido 3.000 millones en un país que vive con dos dólares al día”, considera que cada uno de esos dólares ha salido “de un trazo de la pluma de su padre”. De dos maneras: o bien a través de concesiones de lucrativos negocios, otorgados por el propio presidente, o bien gracias a participaciones en empresas extranjeras, sobre todo portuguesas, que, a cambio de este pedazo del pastel concedido a los Dos Santos, obtenían permiso para lucrarse en Angola. La multimillonaria controla desde hace veinte años empresas de sectores estratégicos: bancos, telecomunicaciones, cementeras, fondos de inversión y supermercados. Todo lo que da dinero. Hasta llegar a junio del año pasado, cuando el presidente Dos Santos nombró a su hija presidenta del consejo de administración de la empresa estatal de petróleo angoleño, Sonangol. El petróleo es la principal fuente de ingresos del país, pero, además, Sonangol es la principal accionista del Banco Comercial Portugués (BCP), la mayor entidad bancaria privada de Portugal, con una participación cercana al 18%. Isabel dos Santos reina también en la primera telefónica del país y en el comercio de diamantes, la segunda fuente de ingresos de Angola.
Los amos ya no son blancos
La historia del enriquecimiento de Isabel dos Santos y su familia –uno de sus hermanos preside el fondo soberano de inversión de Angola– no es una excepción en un continente que accedió a la independencia en torno a 1960 (1975, en el caso de las colonias portuguesas), pero en el que gran parte de la estructura económica y las dinámicas sociales del colonialismo siguen vivas. Por ejemplo, el acaparamiento de recursos por parte de unas élites que antes eran blancas y ahora son autóctonas en detrimento de la población, así como la continuación de una economía extractiva basada en la exportación de materias primas de la que se siguen beneficiando multinacionales extranjeras. La perpetuación de las dinámicas de dominio sobre la población a través de la violencia de Estado y el advenimiento de nuevas élites autóctonas, no menos depredadoras que los colonizadores, se vieron favorecidos por el contexto de la Guerra Fría en el que los países africanos accedieron a la independencia. La Guerra Fría “creó las condiciones internacionales para la emergencia y la afirmación de dictaduras también en el continente africano”, según el sociólogo angoleño João Milando. Esas dictaduras adquirieron en algunos casos la forma de regímenes socialistas apoyados por la URSS, como en Angola, o bien de regímenes capitalistas aliados de Occidente, como ocurrió con el dictador del vecino Zaire, ahora República Democrática del Congo, Mobutu Sese Seko. El dictador congoleño llegó al poder con el apoyo de Bélgica –la antigua potencia colonial– y la CIA estadounidense tras el asesinato de Patrice Lumumba, el primer jefe de gobierno tras la independencia. Lumumba murió fusilado en 1961 por un pelotón a las órdenes de un oficial belga y en presencia de agentes del espionaje norteamericano. Tanto el bloque occidental como el soviético tuvieron pocos escrúpulos a la hora de apoyar a autócratas, mientras esos autócratas se alinearan con ellos e impidieran la expansión del enemigo. De esta manera, la confiscación de recursos que en su momento ejercía el coloni-
¿cómo la hija de un presidente de familia obrera acumula un patrimonio de 3.100 millones de dólares?
zador pasó en el período poscolonial a manos de unas nuevas élites. Con el poder político accedieron también al control de la economía, aplicando una lógica “neopatrimonial” –en expresión del africanista francés Jean-françois Médard– basada en la corrupción y en el establecimiento de redes clientelares. Esa lógica es indisociable de algunas de las más importantes fortunas de África, como es el caso de la de los Dos Santos.
El hombre más rico de África
En los primeros diez puestos de la lista de multimillonarios africanos de 2016 de Forbes figuran en primer lugar dos nigerianos (Aliko Dangote y Mike Adenuga), tres sudafricanos –no por casualidad todos blancos– (Nicky Oppenheimer, Johann Rupert y Christoffel Wiese) y, si bien no por ese orden, tres egipcios (los hermanos Nassef y Naguib Sawiris y Mohamed Mansour), un suazilandés blanco nacido en Sudáfrica (Nathan Kirsh), una angoleña (Isabel dos Santos) y un argelino (Issad Rebrab). Esta lista se corresponde, a grandes rasgos, con los países con el PIB más alto del continente, en los que Sudáfrica, Egipto, Nigeria, Argelia, Marruecos y Angola ocupan los puestos de honor, de acuerdo con datos del Banco Mundial. Las fortunas de estos multimillonarios oscilan entre 12.200 y 2.500 millones de dólares, muy lejos de la de Bill Gates, el hombre más rico del planeta, que posee alrededor de 75.000. Aun así, sus patrimonios se antojan enormes a la luz de las colosales desigualdades que padece la población africana. El conjunto de más del 90% de los habitantes de este continente dispone de un patrimonio total inferior a 10.000 dólares, según la pirámide mundial de la riqueza elaborada por el banco Credit Suisse. ¿Quién es, en este elenco, el hombre más rico de África? El nigeriano Aliko Dangote. Dangote no es pariente de ningún líder político. Sí procede de una familia pudiente, aunque él, igual que Isabel dos Santos, ha construido un relato de hombre hecho a sí mismo. Según esta historia idealizada, el nigeriano ha llegado a atesorar una fortuna de 12.200 millones de dólares y a presidir un conglomerado de empresas cuya joya es Dangote Cement, la principal productora de cemento de África, tras comenzar en los setenta gracias a un préstamo de solo 3.000 dólares de su tío, el rico comerciante Sanusi Dantata. En realidad, tal como revelaron los cables del Departamento de Estado estadounidense filtrados por Wikileaks en 2010, esos supuestos 3.000 dólares fueron 500.000.
Los cables diplomáticos desvelaron, además, que este magnate también ha medrado gracias a sus contactos con el poder político: “Dangote se cuenta entre el círculo estrecho de asesores de negocio del presidente [Olesegun] Obasanjo. Y no es una coincidencia que la lista de productos cuya importación está prohibida incluya varios en los que Dangote tiene grandes intereses”, dice un cable de 2005 del Departamento de Estado fechado en Lagos, la capital económica nigeriana.
En ese mismo documento filtrado se precisa que este hombre de negocios contribuyó con nueve millones de dólares a dos campañas del entonces jefe de Estado Obasanjo. El cable incluso habla del “paradigma Dangote”, es decir, de “cómo una persona poderosa puede perturbar los procesos de liberalización democrática y económica. Junto con el lavado de dinero y la corrupción, el paradigma Dangote es, sin duda, uno de los factores
la confiscación de recursos Que ejercía el colonizador pasó a manos de unas nuevas élites autóctonas
que hacen que Nigeria sea un país volátil política y económicamente y un lugar de riesgo para hacer negocios”.
El caso de los hermanos Nassef y Naguib Sawiris es similar al de Dangote, por sus vínculos con el régimen de Hosni Mubarak hasta su caída en febrero de 2011, aunque ellos han negado siempre haberse beneficiado de su proximidad al rais egipcio. Los Sawiris y su consorcio empresarial, el Orascom Group, son los primeros empleadores privados de Egipto. Naguib es el presidente ejecutivo de Orascom Telecom Holding, la compañía telefónica más importante de Oriente Próximo, y su hermano gestiona Orascom Contruction. No son los únicos negocios de una familia propietaria de empresas que trabajan en tecnologías de la información, transporte ferroviario, telecomunicaciones y hoteles. Aunque el imperio de esta saga empezó con su padre, la compañía despegó bajo el régimen de Mubarak, de cuyo hijo y heredero designado, Gamal, Naguib Sawiris era amigo.
La herencia del apartheid
El tercer hombre más rico de la lista de Forbes es el sudafricano blanco Nicky Oppenheimer, presidente durante 27 años del Grupo De Beers, la empresa dedicada a la explotación y comercio de diamantes, hasta que en 2012 su familia vendió sus acciones. Odiado por algunas personalidades del apartheid, que le reprochaban su defensa de la educación de los negros, se le considera un filántropo, a pesar de que la compañía que dirigía, De Beers, no solo ha sido acusada de beneficiarse del régimen segregacionista, sino que alimentó diversas guerras, entre ellas, la de Sierra Leona, comprando diamantes de sangre. La riqueza de la familia Oppenheimer es un buen ejemplo de cómo el origen de algunas de las fortunas de África es indisociable de la herencia del colonialismo. De Beers, que durante décadas controló el 90% del comercio mundial de diamantes, fue creada en 1888 por Cecil Rhodes, el colonizador británico que bautizó un estado con su nombre, Rhodesia, cuyo territorio se reparten hoy Zimbabue y Zambia. La familia Oppenheimer controlaría De Beers a partir de 1927.
En 2014, Oppenheimer y el siguiente multimillonario sudafricano en la lista Forbes, el también blanco Johann Rupert, acaparaban entre ellos y sus familias la misma riqueza que el 50% más pobre de la población de su país, es decir, más de veintiséis millones de personas, según un informe de la ONG Oxfam. La desigualdad, que en Sudáfrica es hoy mayor que durante el apartheid, demuestra cómo también en términos históricos veinte años no es nada. Tampoco los sesenta transcurridos desde que la mayor parte del continente accediera a la independencia. Sin embargo, aunque el legado del colonialismo sigue pesando en la desigual distribución de la riqueza en África, la juventud de estos estados, la innegable reducción general de la pobreza en tierras africanas y el surgimiento de unas clases medias que ya engloban al 13% de la población, según el instituto demográfico Ipsos, alimentan la esperanza de quienes creen que África está llamada a ser, muy pronto, un continente emergente.
los oppenheimer son ejemplo de cómo algunas fortunas son indisociables del colonialismo