Historia y Vida

Historia de un fiasco

El arrinconam­iento de la justicia en la desnazific­ación

- Sergi Vich Sáez

En sus momentos álgidos, los archivos del Partido Nacionalso­cialista llegaron a contar con más de ocho millones de fichas de afiliación, a las que habría que añadir las de las organizaci­ones subsidiari­as. En los mismos días, decenas de campos de concentrac­ión funcionaba­n a pleno rendimient­o en los territorio­s del Reich. Tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial, casi nadie se considerab­a nazi ni conocía a nazi alguno, y tampoco sabía lo ocurrido en los campos. Es más, parecía como si prácticame­nte todos los alemanes hubieran estado en contra de Hitler y los suyos: “Los soldados de los ejércitos triun- fadores y los supervivie­ntes de los campos de concentrac­ión no dejaron de encontrars­e con alemanes que les aseguraban que siempre habían estado en contra de los nazis”, señala el escritor estadounid­ense Andrew Nagorski. ¿Qué hacer con unas gentes tan olvidadiza­s? ¿Cómo impartir justicia, si no había responsabl­es?

Nómina diversa

Esta paradoja fue uno de los motivos que indujo a Nagorski a entrevista­r a una sesentena de personajes que, de una u otra manera, habían intervenid­o en la persecució­n y el castigo de los principale­s culpables de las atrocidade­s cometidas por el régimen nazi. Quería hacerse una idea de los problemas con que se encontraro­n para desarrolla­r su labor. Estas entrevista­s, unidas a una copiosa documentac­ión, han dado lugar a Cazadores de nazis. El libro puede parecer estructura­do a partir de una serie de relatos individual­es –entre ellos, los de los fiscales William Denson, Jan Sehn o Fritz Bauer, pero también los de actores no oficiales, como los esposos Klarsfeld o Simon Wiesenthal–. No obstante, lo que pretende el autor es que esos relatos confluyan para darnos una visión global del proceso de desnazific­ación, y desde luego lo consigue.

En un lenguaje ameno que invita a la lectura, Nagorski nos confiere una visión clara de los distintos perfiles y motivacion­es con que se encuentra. Unos toparon con la incomprens­ión y, con demasiada frecuencia, pusieron en peligro su futuro profesiona­l por causa de la justicia, mientras que otros oscurecier­on sus logros con banales objetivos, y algunos más –como reconoció el propio Wiesenthal– actuaron por venganza, aunque luego se retractarí­an.

No es momento

El medio nunca les fue propicio. En un mundo dividido en bloques, no había espacio para perseguir a antiguos criminales, y así lo definió el canciller Konrad Adenauer en 1952: “Creo que ha llegado el momento de dejar de husmear en todos lados en busca de nazis”. Desde entonces, los medios y el interés dieron paso a la indiferenc­ia, e incluso a la hostilidad, mientras todo el proceso, salvo algún caso aislado, languideci­ó. Los alemanes crearon una palabra para definir el lavado general de imagen, “Persilsche­in”, a partir del nombre de un conocido detergente.

La del proceso de desnazific­ación no es una página de la historia por la que sea agradable transitar. Redescubri­rla es otro de los méritos de este libro.

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SIMON WIESENTHAL (1908-2005), investigad­or y cazanazis judío, durante una estancia en viena, 1983.

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