¿choque de civilizaciones?
El Pragmatismo religioso en el siglo de oro
Felipe II, la Inquisición, los autos de fe... El estigma de la intolerancia religiosa va unido a la España de los Austrias. La expulsión de los moriscos, en 1609, constituye un momento culminante de la obsesión por imponer una sola fe, la católica. Pero ¿y si, en el día a día, no todos los católicos de la época hubieran sido esos fanáticos que todos imaginamos? No podemos dar por supuesto que lo fueran. Ni que los moriscos, después de su conversión al cristianismo, fuesen todos criptomusulmanes. La propaganda de la época les presentó como una minoría que se negaba a integrarse, una quinta columna potencial en pleno enfrentamiento contra el Imperio otomano. Pero lo cierto es que muchos vieron en el catolicismo un medio para progresar socialmente y lo abrazaron incluso con entusiasmo. Así, en pocas décadas, la misma familia que había sido sospechosa de herejía terminaba ocupando importantes cargos seglares y eclesiásticos. De hecho, hasta es posible encontrar moriscos que servían en los Tercios de Flandes. Para encontrar los matices más allá de los tópicos es preciso escuchar la voz del hombre de la calle. Eso es lo que nos permite este volumen de Trevor J. Dadson, catedrático de Estudios Hispánicos en la Queen Mary University de Londres, a partir de una investigación centrada en el Campo de Calatrava (comarca de la actual comunidad de Castilla-la Mancha).
Permisividad en la práctica
Su trabajo hace saltar por los aires todo lo que creíamos saber. A través de una minuciosa búsqueda en archivos locales, Dadson ha encontrado pruebas de que muchos moriscos, de hecho, evitaron el decreto de expulsión. Otros, tras su marcha forzada, lograron regresar y reintegrarse en sus comunidades sin ser molestados. Por sorprendente que parezca, la documentación muestra que se dieron casos en los que consiguieron recuperar sus casas y sus bienes. El Estado, aunque tuviera voluntad represora, no contaba con medios suficientes para hacer cumplir sus órdenes. Por eso, como muy bien indica el autor, los mismos bandos de expulsión se repetían una y otra vez ante su reiterado incumplimiento.