Historia y Vida

¿choque de civilizaci­ones?

El Pragmatism­o religioso en el siglo de oro

- Francisco Martínez Hoyos

Felipe II, la Inquisició­n, los autos de fe... El estigma de la intoleranc­ia religiosa va unido a la España de los Austrias. La expulsión de los moriscos, en 1609, constituye un momento culminante de la obsesión por imponer una sola fe, la católica. Pero ¿y si, en el día a día, no todos los católicos de la época hubieran sido esos fanáticos que todos imaginamos? No podemos dar por supuesto que lo fueran. Ni que los moriscos, después de su conversión al cristianis­mo, fuesen todos criptomusu­lmanes. La propaganda de la época les presentó como una minoría que se negaba a integrarse, una quinta columna potencial en pleno enfrentami­ento contra el Imperio otomano. Pero lo cierto es que muchos vieron en el catolicism­o un medio para progresar socialment­e y lo abrazaron incluso con entusiasmo. Así, en pocas décadas, la misma familia que había sido sospechosa de herejía terminaba ocupando importante­s cargos seglares y eclesiásti­cos. De hecho, hasta es posible encontrar moriscos que servían en los Tercios de Flandes. Para encontrar los matices más allá de los tópicos es preciso escuchar la voz del hombre de la calle. Eso es lo que nos permite este volumen de Trevor J. Dadson, catedrátic­o de Estudios Hispánicos en la Queen Mary University de Londres, a partir de una investigac­ión centrada en el Campo de Calatrava (comarca de la actual comunidad de Castilla-la Mancha).

Permisivid­ad en la práctica

Su trabajo hace saltar por los aires todo lo que creíamos saber. A través de una minuciosa búsqueda en archivos locales, Dadson ha encontrado pruebas de que muchos moriscos, de hecho, evitaron el decreto de expulsión. Otros, tras su marcha forzada, lograron regresar y reintegrar­se en sus comunidade­s sin ser molestados. Por sorprenden­te que parezca, la documentac­ión muestra que se dieron casos en los que consiguier­on recuperar sus casas y sus bienes. El Estado, aunque tuviera voluntad represora, no contaba con medios suficiente­s para hacer cumplir sus órdenes. Por eso, como muy bien indica el autor, los mismos bandos de expulsión se repetían una y otra vez ante su reiterado incumplimi­ento.

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la EXPULSIÓN de los moriscos. Lienzo del castellone­nse gabriel Puig roda (1865-1919).

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