El Marco polo jesuita
Un hombre a La Conquista espiritual de China
Fundada su orden en el siglo xvi, los jesuitas no tardaron en extenderse por todo el mundo. Uno de sus objetivos fue penetrar en la misteriosa China, país que no sentía necesidad de contacto con extranjeros, a los que consideraba bárbaros por definición. El italiano Matteo Ricci obtuvo permiso para entrar, con lo que inició una larga etapa de misionero en un territorio totalmente ajeno a la cultura europea. La periodista Michela Fontana traza en Matteo Ricci. Un jesuita en la corte de los Ming un completo estudio de este encuentro entre dos mundos a partir de los escritos del protagonista. Ricci tuvo que realizar un esfuerzo notable para situarse en el universo chino. Primero tuvo que aprender un idioma especialmente complejo, compuesto de miles de signos diferentes con una pronunciación dificilísima. Después aplicó la novedosa metodología evangelizadora de la Compañía de Jesús, basada en una sensibilidad intercultural insólita para la época. Los religiosos debían ser chinos entre los chinos, es decir, aceptar todo el bagaje de la cultura oriental que no fuera opuesto a los principios cristianos. Aunque... ¿cómo transmitir estos valores? Incluso resultaba peliagudo hallar una palabra que tradujera el concepto occidental de Dios, porque, en China, la idea de una divinidad separada del mundo no tenía sentido.
la mirada del otro
La mano experta de la autora nos sumerge en una civilización que todavía resulta prácticamente desconocida para el público occidental. Para empezar, China no era el topónimo empleado por el gran imperio, que se autodenominaba Zhongguo, “país del medio”. Por otra parte, su población se distinguía por un carácter muy distinto del europeo. Cuando algo no les gustaba, los chinos lo hacían saber por medios indirectos, en lugar de protestar abiertamente. ¿Disponemos de algún indicio sobre el modo en que veían a unos extranjeros como los jesuitas? Algunos, cuando supieron que Ricci llegaba desde latitudes tan lejanas, respiraron con alivio. No era probable que desde una distancia tan descomunal se enviaran tropas para invadir los dominios de los Ming.