Las momias del man
El MAN revela lo descubierto sobre cuatro momias de su fondo tras un año de tenaz investigación.
Lo que revelan los escáneres a los que se las ha sometido
En la madrugada del 6 de junio del pasado año, cuatro momias “se escaparon” del Museo Arqueológico Nacional en Madrid. Los visitantes hacía tiempo que habían abandonado la exposición cuando las vitrinas herméticas donde habitualmente descansan las cuatro se abrieron de par en par. Al instante, un grupo de profesionales, acompañados por personal del museo, tomaron los cuerpos y los introdujeron en un camión acondicionado para trasladarlos a un nuevo destino: el Hospital Universitario Quirónsalud de la capital. Allí, las momias fueron sometidas a un riguroso escaneo con el objetivo de descubrir lo máximo posible sobre quiénes y cómo fueron en vida. Mediante esta técnica no invasiva, combinada con el examen de los ajuares que las acompañan y la traducción de los jeroglíficos que rodean a alguna de ellas, los investigadores llegaron a importantes conclusiones sobre la vida (y la muerte) en el mundo antiguo. Un año después de estos hechos, con las momias descansando nuevamente en sus vitrinas, los resultados de las pruebas a las que fueron sometidas han salido a la luz.
En el nombre del gran sabio
De las cuatro momias que han sido objeto de la investigación, tres proceden de Egipto y una de la isla de Tenerife. Entre las egipcias destaca la de Nespamedu, nombre con el que se la conoció en vida, a juzgar por las escrituras con las que fue enterrado el cuerpo. La momia llegó al Museo Arqueológico Nacional en 1925 gracias a Ignacio Bauer, un destacado empresario y político de principios del siglo xx que se hizo con ella en el Museo de El Cairo y decidió donarla a la exposición permanente española. Nespamedu lo tuvo complicado para entrar en nuestro país. Al llegar al puerto de Barcelona fue interceptada por los agentes de aduanas, y hubo que resolver una serie de problemas burocráticos para que pudiera desplazarse libremente por España. Al fin y al cabo, era un objeto de importación algo peculiar. Tras cuatro meses encerrada en la aduana, la momia de Nespamedu pudo continuar su camino hasta el MAN, donde el entonces director, José Ramón
Mélida, llegó a la conclusión de que Nespamedu era una mujer. Se equivocaba. La momia de Nespamedu venía acompañada de una serie de cartonajes cuyo análisis ha demostrado que el cadáver perteneció a un hombre. Y que ese hombre fue alguien bastante importante en su época. Nespamedu habría sido sacerdote y médico del faraón en algún momento entre los años 300 y 200 a. C., en pleno reinado de los Ptolomeos. Lo cuidadoso de su vendaje y la gran cantidad de objetos que acompañan al cuerpo, entre los que se han podido catalogar varias piezas de joyería, apuntalan la tesis de que Nespamedu fue alguien muy destacado en la corte. Además, tras el estudio de los textos que lo acompañaron en su entierro, se ha concluido que fue sacerdote de Imhotep. En la época de Nespamedu, Imhotep había adquirido la categoría de dios, pero más de 2.600 años antes de Cristo había sido solamente un hombre. Uno, no obstante, con unas capacidades intelectuales de tal magnitud que acabó convertido en mito. Fue ministro y consejero del faraón Djeser, o Zoser, de la III dinastía (iii milenio
ignacio bauer, el donante de la Momia, creyó que era de una Mujer, pero se equivocaba
a. C.). Bajo el reinado de Zoser, Egipto acometió algunos trabajos de envergadura, como la construcción de la gran pirámide escalonada de la necrópolis de Saqqara. La edificación de esta pirámide corrió a cargo del propio Imhotep, que habría sido quien, por mandato faraónico, enseñó a los egipcios cómo construir utilizando la piedra como materia prima. Es el primer arquitecto de la historia de quien se conoce el nombre. Imhotep también cultivó las artes, las ciencias y la medicina, y terminó siendo nombrado patrono de la escritura y de las obras monumentales. Su fama llegó a tal punto que fue divinizado, hito casi exclusivo de los faraones. Durante su proceso de divinización, Imhotep se fusionó con la figura griega de Asclepio, dios griego de la medicina, en una de esas operaciones de sincretismo religioso tan habituales en la Antigüedad. Este personaje deificado es al que en vida sirvió Nespamedu, la momia egipcia del Arqueológico cuya identidad ahora conocemos.
Joven, pero no tan sacerdotal
La segunda de las momias analizadas ha resultado ser la de una mujer joven de entre 20 y 35 años de edad que vivió en Egipto entre los siglos ix y vii a. C. Los re-