El thyssen-bornemisza nos transporta a la venecia renacentista y al erotismo de sus divas.
Lujo, colorido y sensualidad. Estas tres palabras podrían servir como eslogan del Renacimiento veneciano. Y si tuviéramos que acompañarlas de una imagen, El rapto de Europa, de Veronés (a la izquierda), sería una magnífica candidata. Lo tiene todo: vegetación exuberante, sofisticación, erotismo, movimiento, narrativa y, por supuesto, bellas mujeres. No se puede ser más veneciano. La escena que describe está sacada de las Metamorfosis de Ovidio (ss. i a. C.-i d. C.), narraciones breves de tema mitológico, muy populares en el siglo xvi, donde no había nada más rabiosamente moderno que los clásicos latinos. La historia es perturbadora, como muchos mitos: Zeus, encaprichado de la princesa fenicia Europa, adopta la forma de un magnífico toro blanco para acercarse a ella. La muchacha, confiada al ver que es manso, juega con él, le adorna los cuernos con guirnaldas de flores y finalmente monta a lomos del animal, que aprovecha para adentrarse en el mar con su desprevenida presa a cuestas. Normalmente, los artistas solían representar el momento en el que la secuestrada caía en la cuenta de su desesperada situación. Así lo hizo, por ejemplo, Tiziano. El enfoque de Veronés es completamente distinto: en vez de poner el acento en la violencia, enfatiza la seducción. Su óleo, como un cómic adelantado a su tiempo, recurre a la profundidad para relatar la historia completa: vemos a Europa alejarse sobre su improvisada montura y hacer con el brazo un gesto ambiguo, que tanto podría ser una petición de auxilio como una despedida jovial. En primer término, acaparando la atención, el jugueteo de la bella con la bestia adopta tintes intensamente eróticos: el pecho blanco y redondo que se escapa del corpiño, las perlas, consideradas joyas nupciales, el toro lamiendo un pie semidesnudo.
En la Italia del Renacimiento, este tipo de escenas picantes solían encargarse como regalo de bodas. En este caso, sin embargo, el mecenas era soltero, y el tamaño del lienzo, de más de tres metros de ancho, parece indicar que no estaba destinado