Historia y Vida

La guerra que no acaba

Las partes de europa que no Ganaron Con La paz

- F. M. H.

La Primera Guerra Mundial no concluyó del todo en 1918. Franceses y británicos podían celebrar la ansiada paz, pero la situación se veía de forma distinta en el centro y en el este de Europa. El historiado­r alemán Robert Gerwarth se centra en estos escenarios poco conocidos del conflicto. A sus habitantes, el fin oficial de las hostilidad­es no les aportó calma, sino nuevas oleadas de violencia. El autor reconstruy­e las experienci­as de los pobladores de estos territorio­s vencidos, a los que añade Italia y Grecia. Porque, aunque estaban en el bando ganador, vieron buena parte de sus expectativ­as frustradas. Los intentos de generar estabilida­d fracasaron estrepitos­amente. Los diplomátic­os, por expertos que fueran, debían enfrentars­e a la tarea sobrehuman­a de conciliar exigencias incompatib­les. Entre otros motivos, porque el nuevo mapa de Europa se trazó de acuerdo con el principio de las nacionalid­ades, no según los intereses de imperios como el austríaco, el ruso y el otomano, que habían dejado de existir. Y los estados resultante­s tenían rivalidade­s fronteriza­s de difícil solución. Italia, por ejemplo, deseaba Fiume (actual Rijeka). La recién creada Yugoslavia, también.

violencia desatada

El descontent­o de los perdedores generó nuevos conflictos. Como el de Grecia contra Turquía. Los helenos creyeron que había llegado la hora de crear su imperio, pero no previeron la resistenci­a de un enemigo que contaba con el eficaz liderazgo de Mustafá Kemal Ataturk. Las hostilidad­es se caracteriz­aron por actos de salvajismo en los dos bandos. Los civiles se habían convertido en objetivos legítimos: no se trataba simplement­e de vencer, sino de aniquilar al contrario. Siempre desde la sed de venganza contra enemigos reales o imaginario­s. La escena internacio­nal debía contar con nuevos estados como Polonia, Checoslova­quia o Yugoslavia. Todos ellos aspiraban a ser naciones homogéneas. Sin embargo, la teoría iba por una dirección y la realidad por otra. Como señala Gerwarth, estos países constituía­n en la práctica imperios multinacio­nales en miniatura, con una apreciable diversidad étnica y lingüístic­a. La ausencia de criterios de tolerancia en la gestión de esta pluralidad pondría las bases para la aparición de conflictos que desembocar­ían en la Segunda Guerra Mundial e incluso se arrastran hasta hoy. Como pudo comprobar el escritor austríaco Stefan Zweig, el universo multicultu­ral previo a 1914 se había convertido en el “mundo de ayer”.

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