Historia y Vida

El púgil que desafió a Mussolini

Leone Jacovacci, hijo de un italiano y una congoleña, lo tenía todo para triunfar en el ring. Menos el color de la piel. No era el adecuado en el régimen del Duce.

- M. Tori, periodista.

Hijo de italiano y congoleña, el boxeador Leone Jacovacci tenía todas las cualidades para ser un gran campeón. Pero el régimen fascista de Mussolini no iba a aceptar que un negro representa­ra al país.

italia, años veinte. Entre los habitantes de la península con forma de bota, el deporte rey es el boxeo. El fútbol también tendrá su propio protagonis­mo –en la década siguiente, la Selección Italiana ganará los Mundiales de 1934 y 1938–; pero se trata de un deporte demasiado británico y colectivo. En la Italia fascista bajo el mando de Benito Mussolini –el Duce– impera la necesidad de construir leyendas sobrehuman­as individual­es. Hay que “fabricar” una suerte de nuevos mitos invencible­s, herederos directos de la Edad Clásica, cuando Roma era el faro de la civilizaci­ón occidental. En este contexto, el deporte será entendido como un lenguaje estético, una forma de propaganda. Un mensaje de poder. Para un renovado panem et circenses –la célebre idea del “pan y circo” en latín–, a falta de gladiadore­s y leones, el boxeo es exactament­e lo que el fascismo italiano necesita para seducir a las masas. En este caso, mediante los músculos. Pero hay una línea que no se puede cruzar. El boxeador símbolo de una Italia fuerte y fascista tiene que ser italiano. Y blanco.

nacido en el congo

El romano Umberto Jacovacci decide buscar mejor fortuna en otro continente, al igual que otros muchos compatriot­as de la época. Pero no escoge Estados Unidos, como una buena parte de los transalpin­os del momento, sino el Congo Belga. Se trataba de una especie de “tierra prometida

para los hombres de buena voluntad”, como se decía entonces. En 1898, Umberto sale de Roma y llega a Amberes (Bélgica) para embarcarse rumbo a África. Allí, tras varios meses en contacto con las poblacione­s del lugar trabajando como técnico agrónomo de una empresa belga, mantiene una relación con la hija de un jefe de tribu local, Zibu Mabeta. Así pues, el 19 de abril de 1902, en la región de Kinkanda, en el Congo Belga, nace un niño mulato. Se trata de Leone Jacovacci, el boxeador que pondrá a prueba la censura deportiva de la Italia fascista de Benito Mussolini.

Tres años después del nacimiento de Leone, su padre lo llevará consigo a Roma. No hay voluntad materna que valga; en plena era colonial, manda más un padre blanco. Por eso, el pequeño Leone Jacovacci, a partir de aquel momento, no verá nunca más a su madre. Ni al continente que lo vio nacer. Su padre regresaría a África en 1909, donde, por sorpresa, conoció a su segundo hijo, Arístides. Pero la congoleña Zibu ya había fallecido. De vuelta a Italia con el pequeño hermano de Leone, registrará a ambos oficialmen­te como ciudadanos italianos.

El indio “john”

La infancia de Leone no está siendo sencilla sin su madre. A ello se une el fallecimie­nto de su abuela paterna. La escuela se le hace cada vez más cuesta arriba. Sin embargo, pese a las dificultad­es, acabará sin problemas los estudios obligatori­os. Con 14 años se marcha de Roma. Con poco dinero encima llega a la ciudad de Tarento, en Apulia –el tacón de Italia–, donde finge ser, ante el cónsul británico, un chico de Calcuta (India), perdido y sin documentac­ión, deseoso de alistarse en las fuerzas armadas de Su Majestad. El diplomátic­o, finalmente, acepta su petición, y, en cuestión de pocos días, Leone se encuentra embarcado en un buque de guerra de la Royal Navy. Tras adoptar el nuevo nombre de John Douglas Walker, sus compañeros le enseñarán el arte del boxeo.

Leone tiene cierta facilidad para cambiar de identidad. Esto se debe, principalm­ente, a la necesidad de escapar de aquellos lugares donde los prejuicios acerca del color de la piel son muy duros. Es más, “John” tratará de alcanzar otros mundos, mundos en los que ser negro no solo no es un elemento discrimina­torio, sino que incluso puede ser un factor positivo. En un contexto en el que se cree que los negros son más resistente­s y más fuertes ante el dolor, el nuevo mundo de Jacovacci terminará siendo el pugilato.

El americano “jack”

Leone Jacovacci, alias John Douglas Walker, descubrirá sus dotes de boxeador por casualidad. Una noche, en Londres, es contratado súbitament­e para sustituir a un afroameric­ano que se ha derrumbado ante un boxeador local, uno de los mejores pesos medianos de la época. A Jacovacci le ofrecerán cinco libras por resistir al menos un cuarto de hora. En el que será su primer encuentro oficial, el italocongo­lés derrotará a su adversario enseguida, en el tercer asalto. Acaba de empezar su carrera de boxeador, y de nuevo bajo otro nombre: Jack Walker. Su arranque profesiona­l es increíble, ya que en los primeros 14 encuentros gana siempre por KO, aunque luego también habrá alguna que otra derrota. Sin embargo, Jacovacci, consciente de su innegable talento, sabe que en Inglaterra no puede aspirar a ningún título oficial. Por ser negro. Entonces se traslada a París.

en inglaterra no puede aspirar a ningún Título oficial, por ser negro, y se Traslada a parís

“Francia, en aquel momento, era el lugar de mayor atracción para los negros, sobre todo para los boxeadores afroameric­anos”, explica Mauro Valeri, biógrafo de Leone Jacovacci. “Estos se marchaban de Estados Unidos porque en su país no podían aspirar a ganar ningún campeonato oficial, por el simple hecho de ser negros. Así pues, se trasladaba­n a Francia, ya que allí sus capacidade­s deportivas eran muy apreciadas”. Por esta razón, Leone, con el objetivo de tener más posibilida­des de com-

petir, y por tanto de ganar, se hará pasar por un afroameric­ano más. Jacovacci gana la mayoría de sus combates. En cualquier caso, se mide siempre con los mejores de Francia e incluso de Europa. Con el tiempo, pasa a ser el sparring del francés Georges Carpentier, el campeón mundial de los pesos semipesado­s. La potencia del italiano era tal que los golpes de Carpentier en los entrenamie­ntos había que vigilarlos de cerca, porque las respuestas de Leone solían comportar el KO de su asistido. Este será el clima que, poco a poco, dé a Jacovacci el acceso directo al olimpo del boxeo.

un ídolo peligroso

Regresa finalmente a Italia como púgil de alto nivel. Y lo hace enfrentánd­ose a un compatriot­a, Bruno Frattini, en 1922. En todo momento actúa como el americano Jack Walker: si alguien le habla en la lengua de Dante, él hace oídos sordos. En el descanso entre los asaltos 10 y 11, sin embargo, no solo pide agua en italiano, sino que lo hace “en dialecto romano”, tal como narran las crónicas de aquel día. El público se queda sin aliento: “¿Un americano que habla en romanesco?”. Cometido el error, apostará por pedir el carné de la Federación Italiana de Boxeo y volver, a todos los efectos, a la tierra en la que creció: como boxeador y como italiano. La ley transalpin­a, basándose en el concepto del ius sanguinis, hoy como entonces, considera “italiano” a todo “hijo de ciudadano italiano”, así que Leone cumple el requisito. Pero la Federación no le ofrecerá ninguna acreditaci­ón: injustamen­te, al boxeador no le querrá reconocer ni siquiera la nacionalid­ad. En la Italia fascista, ser “italiano” y “negro” es una novedad molesta para los preceptos raciales de Mussolini. El problema es que Leone gusta mucho al pueblo, sobre todos a los romanos. Así pues, un ídolo mulato no solo es una contradicc­ión; también una amenaza. La partida de nacimiento, firmada en su momento por el padre de Leone, pasa a ser irrelevant­e. El comité olímpico italiano, que actúa como expresión deportiva del fascismo, es el organismo que ha decidido no reconocer la “italianida­d” del boxeador; los papeles poco importan. Además, Leone no ha realizado el servicio militar en Italia. Se trata de un requisito definitivo, en la época, para demostrar la ciudadanía italiana de los varones. Pero la realidad es que no se trata de un problema administra­tivo: reconocer la ciudadanía de Jacovacci implica concederle el carné de boxeador que le permitiría competir en Europa. ¿Puede un negro representa­r a la Italia fascista, si los negros son, “por definición”, unos “súbditos coloniales”? Los hombres del Duce lo tienen claro: en un entorno en el que el boxeo es el deporte rey, es “peligrosís­imo” que un negro se convierta en un ídolo de masas. El símbolo de la supuesta fortaleza deportiva de la Italia fascista tiene que ser un boxeador blanco. Como sea. El deporte no se entiende como una diversión, sino como una educación dirigida al mantenimie­nto físico del individuo fascista: “El boxeador pasa a ser una imagen idónea, muy útil para representa­r la masculinid­ad y el correcto desarrollo del físico deportivo en el seno de una movilizaci­ón totalitari­a”, explica a historia y vida el profesor Umberto Gentiloni, docente de Historia Contemporá­nea de la Universida­d

La Sapienza de Roma. Y añade: “El fascismo utilizará el deporte como un instrument­o de motivación individual en el interior del Estado. Las políticas dirigidas a buscar un determinad­o ‘hombre nuevo’, tendrán como referencia a la Antigüedad clásica, bajo el lema del mens sana in corpore sano. Ante este ‘hombre nuevo’, el deporte será determinan­te para una propaganda que pasará a ser crucial”.

El peso de la raza

En 1924, Jacovacci lleva dos años boxeando. Aun afirmando sentirse italiano, la Federación de boxeo no lo reconoce como tal. ¿Por qué sigue luchando si no puede optar a ningún título oficial? Mientras tanto, consigue ganar a Rino Contro, campeón italiano de los pesos semipesado­s, de modo que, oficiosame­nte, Jacovacci es ya el nuevo número uno del país en esta

en francia le ofrecen la nacionalid­ad, pero, pese a la desilusión con su país, decide seguir siendo italiano

categoría. Al poco tiempo supera también a Clements, el campeón continenta­l. Así pues, dos victorias significat­ivas que empiezan a generar la idea, en la opinión pública, de que Jacovacci podría ser una imagen positiva para Italia: “Habría que considerar a Walker como el campeón europeo”, se lee en la prensa. Jacovacci es un tren sin intención de detenerse: su única arma, para aspirar a su legítima nacionalid­ad, es seguir ganando.

Pero Leone tiene que luchar también contra una constante trampa racial. Si pierde, la culpa se debe a que se deja llevar por el “instinto animal” heredado de su madre. Si gana, el mérito no es suyo, sino de los entrenador­es, italianos y blancos, que le han enseñado a luchar con la inteligenc­ia, y no con la fuerza. Uno de sus preparador­es, Pietro Petroselli, le promete que, antes o después, conseguirá la ciudadanía italiana si sigue luchando. Pero Jacovacci, que observa cómo Petroselli apuesta por otros para competir en los campeonato­s europeos, sabe que no es de fiar. Por eso termi-

na desplazánd­ose de nuevo a Francia, donde le ofrecerán incluso la nacionalid­ad para defender los colores galos en los enfrentami­entos continenta­les. Pese a la desilusión que le ha provocado su país, decide seguir siendo italiano. Leone terminaría siendo, con el tiempo, el púgil con más encuentros realizados hasta entonces por un italiano. Sin embargo, el prestigios­o diario deportivo La Gazzetta dello Sport ni siquiera lo menciona en su resumen del año 1926. Finalmente, la Federación aceptará concederle su legítima ciudadanía italiana para que pueda competir contra Mario Bosisio, el campeón italiano de pesos medianos. Desde el primer momento, los periódicos enfocan el encuentro desde un punto de vista claramente racial; todo gira en torno a cómo un blanco tendrá que enfrentars­e a un negro: Bosisio tiene que ser el verdadero ganador. Pero el encuentro no tendrá lugar hasta el 24 de junio de 1928. Bosisio, entonces campeón europeo, se enfrentará a Jacovacci en un evento organizado por el Partido Fascista. Por primera vez en la historia del boxeo, dos púgiles italianos lucharían por el título europeo. “¿Quién representa­rá a Italia en Europa: el blanco Bosisio o el mulato Jacovacci? Ningún encuentro de boxeo ha despertado tanta curiosidad y morbo como este. Se respira el clima de un evento excepciona­l. Ante el récord de ventas de entradas, un tren especial llevará a los aficionado­s al Estado Nacional de Roma desde todas las partes de Italia”, se lee en los días previos al encuentro. No obstante lo publicado en la prensa, muy favorable a Bosisio, gran parte de la Ciudad Eterna estará con su ídolo y vecino, Leone Jacovacci. Será el primer evento deportivo transmitid­o en directo en Italia a través de la radio.

la victoria pírrica

El boxeador negro acabó ganando el encuentro, para molestia de muchos: “Leone Jacovacci le quita a Mario Bosisio el título italiano y europeo tras un dudoso encuentro”, tituló al día siguiente La Gazzetta dello Sport. Así pues, Jacovacci, con su extraordin­aria victoria, sentenció, paradójica­mente, su derrota definitiva. Su maldición. El fascismo italiano decreta que no puede haber un representa­nte italiano, y negro, en Europa. Y se activa la censura. El mecanismo será realmente grotesco, ya que no habrá ninguna fotografía o fotograma que retrate a Jacovacci celebrando su victoria ante Bosisio con el puño en alto. Las imágenes rodadas por el conocido Istituto Luce eludirán el final del encuentro. La película que se proyectará en los cines de toda Italia, narrando el evento, evitará hablar de Jacovacci y centrará la atención en un Bosisio perdedor que concede entrevista­s rodeado de miembros del Partido Fascista, argumentan­do ser el verdadero campeón. “La cuestión es puramente espiritual: rechazamos poner en un mismo plano el blanco y el negro. Tratándose de un campeonato europeo y de un hombre destinado a representa­r nuestro país en el extranjero, habríamos preferido que el ganador fuera el blanco Bosisio y no el negro Jacovacci”, sentenciar­á en los días siguientes la prensa transalpin­a.

La carrera deportiva de Leone no dura mucho más. La censura surte efecto, y las magníficas prestacion­es del púgil negro acaban pronto en el olvido. Con el paso de los años, Leone terminará trabajando como portero de diferentes viviendas en la ciudad de Milán. Fallecerá en 1983, con 81 años. En 1987, Patrizio Sumbu Kalambay, nacido también en el antiguo Congo Belga, será el primer boxeador, negro e italiano, en convertirs­e en campeón del mundo de pesos medianos. Ochenta años después, el relato de Leone pudo ver la luz gracias a una biografía, pero fue el documental basado en ella y estrenado a principios de este año en Italia el que lo ha populariza­do. Jacovacci es ya, para siempre, el boxeador que desafió a la propaganda del fascismo italiano. El deportista que puso en aprietos al mismísimo Benito Mussolini.

 ??  ?? georges carpentier se levanta en un asalto contra tommy Gibbons. Michigan City, 1924.
georges carpentier se levanta en un asalto contra tommy Gibbons. Michigan City, 1924.
 ??  ?? benito mussolini (saludando), entre dos altos cargos del partido Nacional Fascista en roma, en 1927.
benito mussolini (saludando), entre dos altos cargos del partido Nacional Fascista en roma, en 1927.
 ??  ?? jacovacci (a la dcha.) y Mario Bosisio antes de su combate en roma, 1928.
jacovacci (a la dcha.) y Mario Bosisio antes de su combate en roma, 1928.
 ??  ?? kalambay (izqda.) y Michael Nunn, su rival en un combate en el hilton de Las vegas en 1989.
kalambay (izqda.) y Michael Nunn, su rival en un combate en el hilton de Las vegas en 1989.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain