EL JEFE
Ra, el auténtico sol del panteón egipcio
Todos suelen considerar que el dios principal del panteón egipcio era Amón. Sin duda, fue el dios dinástico durante el Reino Nuevo, y por ello gozó de gran prestigio internacional; pero el cabecilla del panteón egipcio no fue otro que el dios sol, Ra, el creador del mundo, cuyo poder se siente cada día desde el firmamento. Es una divinidad que presenta tres formas muy bien definidas: al amanecer, el dios joven recién transformado desde la noche es Khepri (que se solía representar con cabeza de escarabajo); al mediodía, con el pleno vigor de sus mejores momentos, se trata de Ra (habitualmente con cabeza de halcón, como aquí); y al atardecer, la cansada divinidad, preparada para introducirse en la boca de Nut para ser parida doce horas después, es Atum (de iconografía antropomorfa, con corona doble). La relevancia de Ra se advierte en cuanto que fue capaz de usurpar la que, para la monarquía, tuvo Horus en los primeros tiempos (los soberanos eran llamados Horus mucho antes de la aparición de la I dinastía). También se pone de manifiesto en que, a partir de la IV dinastía, uno de los cinco nombres de la titulatura oficial de los faraones pasó a ser el de Hijo de Ra. Además, por su influencia, las pirámides dejaron de ser escalonadas para pasar a ser de caras lisas. Por otra parte, que Horus y Ra eran la esencia de la realeza egipcia queda reflejado en el hecho de que no tardaran en sincretizarse como Ra-horakhty, es decir, Ra-horus del Horizonte. Desde el punto de vista religioso, se evidencia la necesidad que tenían otras divinidades de sincretizarse con él, sobre todo Amón, que no tardó en ser Amón-ra. La “herejía” de Akenatón tuvo como centro el disco solar, manifestación visible del dios en el firmamento diurno. Su templo de Heliópolis era varias veces mayor en superficie que el de Amón en Tebas.