Los peones de Hitler
Una aproximación a las sa en tiempos de Weimar
Desde su aparición en 1921 como secciones deportivas del partido nazi hasta su descabezamiento en 1934 en la dramática Noche de los Cuchillos Largos, las Secciones de Asalto (SA) desempeñaron un papel decisivo en la llegada de Hitler al poder. Probablemente, sin su ayuda nunca hubiera sucedido.
Sus funciones eran múltiples: repartir octavillas y folletos, pegar carteles, vender la prensa partidista, recaudar fondos, afiliar simpatizantes, hacer acto de presencia en las calles al son de sus fanfarrias, asistir a los camaradas desvalidos... Pero también apalear al contrincante, reventar sus actos y proteger los propios. En definitiva, hacer el trabajo sucio.
Poco recibieron a cambio de su entrega. De ahí su ansiada “Segunda Revolución”, que costará la cabeza a sus dirigentes tras la toma del poder. Y, sin embargo, sus banderas atrajeron a millones de hombres sin rumbo en una Alemania que se hundía en el paro y la desazón. Una notable proporción tenía un pasado comunista, y por eso solía decirse que las SA eran como un bistec: pardo por fuera (del color de sus camisas) y rojo por dentro. Pero a la mayoría les unía una característica común, según indica el profesor Jesús Casquete: “Su fascinación por la violencia”. Su eslogan favorito: “Nos pegamos a lo grande”.
Cuidando a los suyos
Resulta poco habitual que un docente español historie los convulsos años que precedieron al nacimiento del Tercer Reich a partir de fuentes primarias, y solo por ello habría que celebrarlo. Pero llevarlo a cabo con la amenidad y el rigor presentes en este libro mejora las perspectivas. El autor nos ofrece una certera aproximación a la intrahistoria de las SA que, sin ser exhaustiva, proporciona una conceptualización clara de su papel en el movimiento nacionalsocialista. Nos descubre, de paso, aspectos muy poco conocidos de la organización, como el caso de los Sturmlokale, “una tupida red de bares que servía de sede a las unidades de las SA”, pero también “de comedor social y alojamiento de sus miembros más necesitados en unos años de crisis económica galopante”. A menudo, la violencia desplegada se pagó con la misma moneda en un clima próximo a la guerra civil. Así lo constatan los más de cuatrocientos SA que perdieron la vida en las calles. También el hecho de que “tomar medidas de autoprotección, como acompañar a los camaradas residentes a sus domicilios en zonas calientes tras frecuentar algún Sturmlokal”, fuese “una práctica rutinaria”. O que la misma dirección del partido contratara un seguro colectivo para sus miembros, otro dato fascinante que aporta Casquete para enriquecer esta lúcida visión de las SA en los años de lucha previos a la toma del poder.