Descubriendo la aldea global
Los primeros hombres, Muchos ignotos, QUE rodearon el planeta
Entre los grandes navegantes que comenzaron a tantear los límites del mundo en el siglo xvi, resulta inevitable recordar a Magallanes, Elcano y Drake. También suenan, aunque ya menos, Legazpi, Thomas Cavendish o el cronista Pigafetta. ¿Pero quién se acuerda hoy del Maestre Anes o de Vasquito Gallego? Lo hace Harry Kelsey en El viajero accidental, un retrato colectivo, compuesto por semblanzas breves y, sobre todo, por las andanzas y el contexto histórico de Los primeros circunnavegadores en la Era de los Descubrimientos, como indica el subtítulo del trabajo. Autor de varias biografías sobre exploradores famosos de esta época, exconservador en el Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles y actualmente investigador de la Biblioteca Huntington y profesor en la Universidad de California, Kelsey ha realizado un minucioso examen de manuscritos de aquella época –sobre todo en el Archivo General de Indias, en Sevilla– y de numerosas monografías impresas, algunas, auténticas rarezas de hace siglos. Esta exhaustividad le ha permitido presentar, por un lado, crónicas bien informadas de los viajes sucesivos de Magallanes, Loaísa y Saavedra, Villalobos, Legazpi y los epígonos Drake y Cavendish. Pero también, y quizá es más interesante, la indagación ha proporcionado una valiosa primicia colateral: junto con los hitos de estas expediciones, el ensayo revela los perfiles de cada uno de los tripulantes, la mayoría ignotos, que completaron por primera vez una vuelta al mundo.
Catálogo de tripulantes
Se trata de unos setenta marinos, lo que implica más de una sorpresa jugosa. Sirvan de ejemplo los dos navegantes casi anónimos citados al principio. El alemán Anes, o Hanse, de Aquisgrán, fue nada menos que “el primer hombre que dio dos veces la vuelta al planeta”, asegura el historiador. La primera como lombardero (artillero) de Magallanes, y la segunda como condestable a las órdenes de Loaísa. En cuanto a Vasquito Gallego, se lo llamaba así, en diminutivo, por ser hijo de otro Vasco Gallego, el piloto de la nao Victoria, la única que terminó el periplo magallánico. El pobre chico, según parece, no cobró salario algu no pese a la proeza, pues había embarcado de niño como un favor de Magallanes a su padre, que iba a pagarle un sueldo de paje, pero murió en la travesía.
Kelsey enmarca experiencias como estas con una erudición amable. Escribe con estilo llano, atento a resaltar las escaramuzas, crímenes, hambrunas, prisiones y demás aventuras de estas odiseas y sin perder de vista temas de fondo, como la rivalidad naval entre portugueses, españoles e ingleses o el creciente protagonismo geográfico –y por ende político y económico– del misterioso océano Pacífico. Una perspectiva apasionante sobre esa época bisagra, cuando todavía no se buscaba tanto rodear el mundo como simplemente regresar a casa desde las antípodas con tierras, aguas y vientos completamente desconocidos.