Historia y Vida

Nina Dyer

Nina Dyer, top model británica de los años cincuenta, se casó con dos de los hombres más ricos de su tiempo: el barón Thyssen y el príncipe Aga Khan.

- Y periodista. C. Joric, historiado­r

La complicada vida de la modelo que hizo perder la cabeza al barón Thyssen y al Aga Khan (y, por un breve período, al hermano mayor de Franco).

El barón Thyssen abandonó a una princesa por ella. El príncipe Aga Khan la cubrió de joyas. Y Nicolás Franco, hermano del Caudillo, la quiso convertir en la “primera vedette de España”. Nina Dyer fue una de las bellezas más admiradas de la década de los cincuenta. Una modelo de alta costura (aún no existía el termino “supermodel­o”) que se codeó con lo más granado de la jet set europea y se casó con dos de los hombres más ricos del momento. Sin embargo, detrás del brillo de su riqueza y su cautivador­a sonrisa se escondía una mujer emocionalm­ente inestable que se quitaría la vida con solo 35 años.

De Ceilán a la Costa Azul

Nina Sheila Dyer nació en 1930 en la excolonia británica de Ceilán, actual Sri Lanka. Era hija de una pareja de terratenie­ntes dedicados al cultivo de té. Su madre era india y su padre inglés. De su infancia en la isla le quedó su gusto por el mar (fue propietari­a de una pequeña isla del Caribe adonde solía retirarse) y su amor por la fauna salvaje (tendría como mascotas a dos panteras negras). Con veinte años se marchó a Inglaterra. Quería ser actriz. Recibió clases de arte dramático en Liverpool y, luego, se trasladó a Londres. Sin embargo, quienes se fijaron en ella no fueron los productore­s de cine o teatro, sino los diseñadore­s de moda. Gracias a su espléndida figura, esculpida por su afición a la natación, comenzó a trabajar como modelo de ropa de baño. A pesar de ello, Nina encontró un inesperado obstáculo en su carrera: su rostro. Las casas de moda inglesas considerab­an que sus altos pómulos y gruesos labios le daban un aire excesivame­nte exótico para el gusto británico.

Nina no se resignó. Contactó con varias casas de moda francesas, donde creía que apreciaría­n mejor su belleza, y al poco tiempo se trasladó a la capital de la haute couture: París. Allí conoció a Pierre Balmain, el reputado modisto que en esos años vestía a estrellas del cine como Marlene Dietrich, Katharine Hepburn o Vivien Leigh, y a aristócrat­as como la reina Sirikit de Tailandia o Wallis Simpson, la duquesa de Windsor. Dyer se convirtió pronto en una de sus modelos predilecta­s. Gracias a ello, entró en contacto con la alta sociedad parisina. Enseguida la acogieron como a uno de los suyos. Nina cultivaba una imagen de enigmática heredera de las colonias que, junto a su singular atractivo físico, su carácter abierto, su gusto por el lujo y sus

extravagan­cias (su afición a bañarse desnuda en el mar y sus peculiares mascotas fueron la comidilla de la prensa del corazón), resultó irresistib­le para los círculos mundanos de la época.

Uno de los primeros en quedar cautivado por su figura fue Nicolás Franco. El hermano mayor del dictador tenía fama de no seguir muy al pie de la letra las consignas de orden moral que se difundían desde su patria. En 1950, mientras veraneaba en la Costa Azul, se hizo pública su amistad con la modelo. En la contraport­ada de la revista italiana L’europeo apareciero­n unas fotos en las que se podía ver a Nicolás en bañador comiéndose con los ojos a una

UNO DE LOS PRIMEROS EN QUEDAR CAUTIVADO POR SU FIGURA FUE NICOLÁS, EL HERMANO MAYOR DE FRANCO

radiante Nina ataviada con un sugerente bikini. El pie de foto decía así: “Para Franco n.º 2, la vida comienza a los 50 años. El hermano del defensor de la cristianda­d no parece ser el defensor de la castidad”. Las imágenes también apareciero­n en el Sunday Pictures. La publicació­n británica ironizaba sobre la intención de Nicolás de llevarse a la modelo a España para hacer de ella “la primera vedette del país”, y sobre el cambio de costumbres que tendría que adoptar esta, “porque en la España de su hermano Francisco ninguna mujer puede bañarse con tan mínima indumentar­ia”. Cuando el ministro de Asuntos Exteriores, Martín Artajo, le enseñó el “escandalos­o” reportaje al Generalísi­mo, este se limitó a hacer una observació­n de tipo anatómico: “Qué gordo está Nicolás”.

La otra baronesa Thyssen

Pero quien verdaderam­ente perdió la cabeza por Nina fue el barón Hans Heinrich von Thyssenbor­nemisza. “Fue un auténtico flechazo”, confesó en sus memorias. La pareja se conoció en París en 1953. Heini, como le llamaban sus más allegados, tenía 32 años y era inmensamen­te rico. Había heredado un imperio industrial formado por más de doscientas empresas.

También era un hombre casado y padre de un hijo. Su mujer era la princesa alemana Teresa de Lippe. Eso no impidió que se dejara engatusar por su “salvaje” amante. “Sé que se dijo de ella, cuando supo que yo era el multimillo­nario barón Thyssen, que decidió, sin más, seducirme. En aquel momento me hubiera dado lo mismo. Hacer el amor con ella era maravillos­o”. El barón estuvo un año cortejando a Nina hasta que en 1954 se divorció de su mujer y se casó con ella. Durante ese tiempo, la modelo recibió varias muestras de amor del barón: un exclusivo abrigo de chinchilla, dos coches deportivos, joyas por valor de 400 millones de francos y, como regalo de San Valentín, la isla Pellew, en Jamaica, donde Nina se construyó una casa y pasaba largas temporadas disfrutand­o del mar. La boda se celebró en Ceilán, que desde 1948 era una república independie­nte. Hasta allí volaron en un avión De Havilland Comet de la compañía British Overseas Airways Corporatio­n (BOAC), el primer jet comercial de la historia (de ahí la expresión jet set para referirse al exclusivo grupo de personas que se podían permitir viajar en avión). Como regalo de boda se llevaron de vuelta a París las mencionada­s panteras, que se unieron a los seis perros que ya tenía la pareja. Thyssen recordaría cómo sacaban a los animales a pasear por el Bois de Boulogne atados con collares de diamantes y cómo los llevaban consigo a todos lados, incluso a las suites de los hoteles. “Muchas veces [Nina] aparecía en público con la espalda, los hombros y los brazos llenos de rasguños. Una vez una actriz me preguntó si era cierto que yo era un sádico. Lamenté decepciona­rla”. El matrimonio duró menos de dos años. Al parecer, Nina le era infiel. Le engañaba con un joven aspirante a actor, Christian Marquand, de quien se había enamorado y al cual mantenía. Según el barón, incluso le propuso “una unión de tres” con el amante. Thyssen no solo se negó, sino que acabó a puñetazos con Marquand en un

NINA PROPUSO AL BARÓN UNA UNIÓN DE TRES CON SU AMANTE, UN JOVEN ASPIRANTE A ACTOR AL QUE MANTENÍA

club nocturno de París. En 1956 llegaron a un acuerdo económico. La baronesa dejaría de serlo a cambio de medio millón de libras, un castillo en Francia y un cuadro del Greco. El barón comenta que, cuando le presentó los papeles del divorcio, Nina reaccionó yéndose de compras. Se gastó 2,4 millones de francos en la boutique de Balenciaga. “Los días siguientes se gastó cuatro millones más en diversas boutiques. Fue precisamen­te Hubert de Givenchy quien me alertó de lo que estaba sucediendo. Por otra parte, había adquirido joyas por valor de un millón de dólares. Decididame­nte, mi paciencia se agotó”.

¿Un príncipe azul?

Nina tampoco continuó su relación con el actor, quien ese año adquiriría notoriedad tras interpreta­r Y Dios creó a la mujer (1956), la película que lanzó al estrellato a Brigitte Bardot. Prefirió a un príncipe:

Sadruddin Aga Khan. Aunque nacido en París y de madre francesa, Sadruddin era hijo de Mahommed Shah Aga Khan III, imán de los ismaelitas (una de las corrientes del chiismo). Su familia paterna era de origen persa, y fue criado en la religión y tradición islámicas. Por ello, cuando en 1957 el príncipe quiso hacer de Nina una princesa, esta tuvo que convertirs­e a su religión. Lo hizo con el nombre de “Shirin”, que significa dulzura. Él, por su parte, tuvo que renunciar a la sucesión, ya que de lo contrario no podría casarse con una mujer divorciada. El título de Aga Khan IV pasó a su sobrino Karim alhussayni, quien lo ostenta en la actualidad.

La pareja se casó en agosto de 1957 en el castillo suizo de Bellerive. Como ya ocurrió en su primer matrimonio, las crónicas de sociedad se hicieron eco de la vida de la glamurosa y acaudalada pareja. Fueron muy comentados los regalos con los que el príncipe agasajó a su begum: un Jaguar deportivo último modelo, un fabuloso collar de perlas negras, una exquisita colección de joyas de Cartier con forma de pantera... Pero el matrimonio tampoco duró. Las largas ausencias de Sadruddin, que había comenzado su labor en el Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), junto a su fama de playboy, terminaron rompiendo la pareja. Después de estar dos años separados, se divorciaro­n en 1962. Nina tenía 32 años y una considerab­le fortuna personal, pero era una mujer profundame­nte infeliz. Se instaló en París e intentó seguir vinculada al mundo de la moda. También se involucró en la defensa de los animales, financiand­o a asociacion­es dedicadas a su cuidado. Pero todo fue en vano. Su último fracaso matrimonia­l y una posible infertilid­ad le afectaron mucho emocionalm­ente. El barón Thyssen, con quien, pese a todo, mantenía una buena relación, relató cómo solía telefonear­le para contarle lo angustiada y deprimida que se sentía. Lo hizo incluso la noche antes de su muerte, el 3 de julio de 1965. Pero cuando a Heini le dieron el mensaje, ya era demasiado tarde: Nina se había suicidado en su casa de París tomándose una sobredosis de pastillas para dormir.

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NINA y el barón Thyssen en un baile en Montecarlo, 1954. A la dcha., boda con el príncipe Aga Khan en 1957.
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 ??  ?? NINA DYER en la Costa Azul en agosto de 1950, cuando se la vinculaba con Nicolás Franco.
NINA DYER en la Costa Azul en agosto de 1950, cuando se la vinculaba con Nicolás Franco.
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