A LO GRANDE
Los diamantes de una bonne vivante
Fuera de Francia suena poco su nombre, pero la Païva fue una de las cortesanas más famosas del siglo xix. Resuelta a vivir la vida al máximo, se relacionó con lo más granado de la aristocracia, la cultura y la política del continente. Nada auguraba su éxito. Nacida en Moscú en 1819, Esther Lachmann provenía de una familia humilde de judíos polacos. A los 17 años se casó con un sastre con quien tuvo un hijo. Un año después, muerta de aburrimiento, se larga con un desconocido y recorre media Europa hasta acabar en París. En la metrópolis del siglo, dedicada a la prostitución, conoce al músico Henri Herz, que cae rendido a sus pies. Él le presentará a Liszt, Wagner, Gautier... Y ella se cultivará, al tiempo que gasta a manos llenas. Hasta que la familia del músico la pone de patitas en la calle. LONDRES SERÁ su siguiente parada; le han dicho que allí es fácil convertirse en la mantenida de algún ricachón. No se equivocan. Pronto puede volver a París, donde da con el marqués de Paiva Araújo, que insiste en casarse con ella. Al marido lo manda a Portugal al día siguiente de la boda, arguyendo que ya tiene lo que quería. Ella se queda con el título. DE SU SIGUIENTE relación proceden estos diamantes que Sotheby’s sacó a subasta a mediados de noviembre. Fueron el regalo del conde Guido von Donnersmarck, primo del canciller alemán Bismarck. Con él pasará la Païva los últimos veinte años de su trepidante existencia, hasta 1884.