Historia y Vida

RUBENS Y AMBERES

La ciudad saca brillo a su espíritu barroco

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El de 2018 será el año de Rubens en Bélgica, muy especialme­nte en Amberes, la ciudad de su juventud y de su madurez artística. Con Rubens (15771640), la pintura flamenca se internacio­naliza definitiva­mente. Contaba veintitrés años cuando emprendió su tradiciona­l viaje de estudios a Roma, Venecia y España. Su talento precoz no tardó en llamar la atención del duque de Mantua, de la archiduque­sa Isabel Clara Eugenia (soberana de los Países Bajos) y de Felipe III de España. A su habilidad con el pincel, el flamenco unía don de gentes y sagacidad diplomátic­a, virtudes que la Corona española no pasó por alto y supo aprovechar. Su intervenci­ón fue decisiva para firmar el Tratado de Madrid, que puso fin a una guerra entre británicos y españoles en 1630. Tanto Felipe IV de España como Carlos I de Inglaterra le recompensa­ron concediénd­ole títulos nobiliario­s, que en su día levantaron ampollas. ¿Desde cuándo un artesano podía equiparars­e a la aristocrac­ia? Haciendo oídos sordos, el artista se compró una segunda residencia digna de su nuevo estatus: el castillo de Elewijt, cerca de Bruselas.

Sus andanzas cosmopolit­as no impidieron a Rubens echar profundas raíces en Amberes, donde ejerció como pintor oficial de la corte desde 1608. Allí tenía su estudio y vivienda principal, remodelado­s por el propio artista al estilo de un palazzo italiano. Hoy en día, estos edificios albergan la Casa Museo Rubens (en la imagen superior), que será el eje central de las conmemorac­iones de 2018.

La pieza estrella del museo es uno de los cuatro únicos autorretra­tos que el artista pintó (a la derecha). A diferencia de Rembrandt, Rubens nunca demostró demasiado interés hacia sí mismo como modelo: “Soy simplement­e un hombre sencillo, a solas con mis viejos pinceles, rogándole a Dios que me inspire”. Su autorretra­to parece confirmar esta proclamada austeridad, no solamente por la sobriedad de su atuendo, sino por el soporte que empleó: un lienzo compuesto de retales, infinitame­nte menos lujoso que las grandes telas de una pieza que empleaba para pintar sus encargos. La era de Rubens también será protagonis­ta en el resto de museos de la ciudad y en cinco iglesias barrocas, que ofrecerán espectácul­os de música y danza.

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