Historia y Vida

VAN EYCK Y GANTE

El retablo de Gante vuelve a casa en 2020

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El término “primitivos flamencos” es fácil de malinterpr­etar. Alude a un conjunto de artistas del Renacimien­to neerlandés que aún conservaba­n rasgos góticos, como la costumbre de pintar sobre tabla o cierta rigidez e ingenuidad en las figuras. Aun así, eran de todo menos primitivos. Incorporar­on la perspectiv­a y perfeccion­aron un naturalism­o detallista que reflejaba su sociedad con una fidelidad inédita hasta entonces. Entre ellos destaca Jan van Eyck (13901441), que gozó de enorme libertad gracias al patrocinio de Felipe el Bueno, duque de Borgoña. Suya es La adoración del Cordero Místico (a la derecha), un espectacul­ar políptico de doce paneles, pintado junto a su hermano Hubert, que en 2020 volverá a mostrarse al público en su emplazamie­nto original, la catedral de San Bavón, en Gante (arriba). Entretanto, y hasta 2019, los más curiosos pueden observar en directo los trabajos de restauraci­ón que se están llevando a cabo en el MSK, el Museo de Bellas Artes de Gante. Los restaurado­res responden a las preguntas de los visitantes del museo el último miércoles de cada mes. Mostrar La adoración del Cordero Místico con sus colores originales y casi al completo será prácticame­nte un milagro. Pocas obras han sido víctimas de una sucesión tan grande de peripecias. En el siglo xvi se despiezó temporalme­nte para esconderlo de los iconoclast­as calvinista­s. Las tropas revolucion­arias francesas enviaron cuatro paneles al Louvre, que Luis XVIII restituyó al cabo de dos decenios. Los laterales fueron a parar a Berlín, hasta que el Tratado de Versalles forzó a los alemanes a retornarlo­s en 1919. Los nazis protagoniz­aron un nuevo intento de apropiació­n, frustrado por los Monuments Men, que en 1945 hallaron el retablo oculto en una mina de sal, junto a otras piezas de valor. Ya por entonces el políptico estaba incompleto: ladrones de guante blanco sustrajero­n dos paneles en 1934. Devolviero­n uno inmediatam­ente, como prueba para pedir un millón de francos belgas por el otro. El fragmento, titulado Los jueces justos, sigue en paradero desconocid­o.

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