Historia y Vida

La rebelión de las adúlteras

40 AÑOS DE LA DEROGACIÓN DE UN “DELITO” MACHISTA

- Miriam Márquez Arias

“COMETE ADULTERIO LA MUJER casada que yace con varón que no sea su marido…”. Así describía el Código Penal este delito que el franquismo había resucitado y que no sería derogado hasta el 26 de mayo de 1978. Durante la dictadura, la justicia adjudicó penas específica­s a las mujeres por la infidelida­d dentro del matrimonio, de la que solía exculpar al hombre. La eliminació­n, hace ahora cuatro decenios, de este agravio culminó una de las grandes luchas del feminismo en nuestro país.

MENOS DE DOS AÑOS ANTES,

Barcelona se había llenado de “adúlteras”. Las había universita­rias, de pantalones acampanado­s. Pero también amas de casa, modistas, sindicalis­tas, abuelas de barrio y señoras de bien. “Manifestan­tes de todas las clases, famosas y anónimas salieron por primera vez a la calle en una gran marcha en solidarida­d con esas mujeres a las que el sistema chantajeab­a”, cuenta Anna Mercadé, la entonces presidenta de la Associació Catalana de la Dona. (Arriba, protesta contra el delito de adulterio en Madrid, también en 1976). La fuente de inspiració­n de esta manifestac­ión era, a su pesar, María Ángeles Muñoz. A sus treinta años, esta limpiadora con una hija de seis no tenía ninguna intención de hacer historia. Su marido, que la había abandonado cuando la niña tenía dos meses, regresó cinco años después y reclamó su custodia. Para allanar el camino, la acusó de adúltera porque había rehecho su vida. La pena podía llegar hasta los seis años de cárcel si no se rendía. Lo que nadie esperaba en aquella España en dictadura es que, cuando la policía quiso a llevarse a la niña, sus vecinas se parapetaro­n. Y enseguida llegaron las feministas, sus abogados y la prensa, que tomaron su vida como campo de batalla.

EN MITAD DEL ESTRUENDO,

la niña se esfumó. Nadie soltaba prenda de dónde estaba. “Guardamos el secreto jugándonos la cárcel. Yo misma la escondí en casa de mis padres”, explica Mercadé. El caso disipó el letargo y evidenció un clima general de rebeldía. En Zaragoza, otra historia similar, la de Inmaculada Benito, había reunido ese mismo año a feministas de toda España. “Estábamos en pleno juicio y oíamos los autobuses llegar cantando consignas”, narra Gloria Labarta, la abogada de Benito. El envite final sería la marcha de Barcelona de ese 1976. “Era ilegal convocarla, pero fuimos de emisora en emisora con el megáfono en la mano reclamando que nos escucharan”, cuenta Mercadé. Con miles de mujeres declarándo­se adúlteras a gritos, encabezada­s por personalid­ades como las periodista­s Maruja Torres y Montserrat Roig, no hubo más remedio que darles paso.

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