ARCHIVO DE HATTUSA
Bogazköy (Turquía), 1900-1190 a. C. Descubiertas sus ruinas en 1906, contiene la mayor colección conocida de textos hititas, con cerca de treinta mil tabletas con inscripciones en cuneiforme y clasificadas con un sistema admirablemente preciso. Una de ellas es el primer ejemplo conocido de tratado de paz internacional: detalla los términos de un acuerdo entre hititas y egipcios años después de la batalla de Kadesh.
BIBLIOTECA REAL DE ASURBANIPAL
Nínive (Irak), 668-627 a. C.
El centro lleva el nombre del último rey del Imperio neoasirio, un monarca orgulloso de su alta preparación intelectual. La biblioteca fue destruida, junto con la ciudad de Nínive, poco después de su muerte, tras la invasión de una alianza de antiguos pueblos vasallos. Los restos de la biblioteca se descubrieron en 1853, con múltiples fragmentos de tablillas, entre ellas, partes del Poema de Gilgamesh. Los textos administrativos fueron muy útiles para descifrar la escritura cuneiforme.
LA BIBLIOTECA DE ARISTÓTELES
Atenas (Grecia), s. a. C.
Con el famoso pensador griego, que fue tutor de Alejandro Magno y creador del Liceo de Atenas, encontramos ya un ejemplo de biblioteca particular, al menos la más antigua de estas características reflejada en los escritos. Se desconoce qué volúmenes contenía y en qué número. Algunas fuentes indican que pasaron a formar parte de la posterior biblioteca de Alejandría.
BIBLIOTECA REAL DE ALEJANDRÍA
Alejandría (Egipto), c. 295 a. C.-¿s. d. C.?
Fue el gran núcleo del conocimiento helenístico y una de las mayores bibliotecas de la Antigüedad. La fundó Ptolomeo I Sóter, uno de los generales de Alejandro Magno y sucesor suyo en Egipto. Se dijo que la biblioteca llegó a albergar unos cuatrocientos mil manuscritos y que el edificio del Serapeo sirvió como filial. Contaba con salas de conferencias, centros de reunión e incluso jardines. Su completa destrucción bajo el fuego tiene una gran fuerza dramática, pero es un mito: la biblioteca declinó paulatina
mente, afectada por crisis políticas, varios incendios y, como mínimo, un terremoto.
BIBLIOTECA REAL DE ANTIOQUÍA
Antakya (Turquía), 221 a. C.-363 d. C. Fue un encargo del emperador seléucida Antíoco III el Grande a Euforión de Calcis, que además se convertiría en el bibliotecario jefe de esta biblioteca real. Abierta a los estudio sos, se convertiría en un centro capital, hasta que el emperador cristiano Joviano la ordenó quemar en el siglo iv. Parece que ni a paganos ni a cristianos les gustó esta medida.
BIBLIOTECA DE PÉRGAMO
Bergama (Turquía), s. ii a. C.
Los atálidas, que hicieron de Pérgamo un reino entre 282 y 133 a. C., copiaron la fórmula de Alejandría y se procuraron la segunda mejor biblioteca del mundo helenístico, con tal vez unos doscientos mil volúmenes. La escasez del papiro egipcio les llevó a inventar un sucedáneo a partir de piel de reses que se conocería como pergamino... En realidad, esto es otro mito: el pergamino ya existía antes del auge de Pérgamo. Lo cierto es que la ciudad fue un importante productor, motivo por el cual acabó dando nombre al material. La biblioteca debió buena parte de sus fondos al esfuerzo de una mujer, Flavia Melitene, esposa de un concejal de la ciudad. El centro acabó abandonado tras la llegada de los romanos.
BIBLIOTECA DE CELSO
Éfeso (Selçuk, Turquía), ss. i-iii d. C.
La tercera de las grandes bibliotecas del Mediterráneo antiguo, junto con Alejandría y Pérgamo. Este centro era, además, un mausoleo para Tiberio Julio Celso Polemeano, senador y cónsul romano y benefactor de la ciudad, enterrado en una cripta. La biblioteca contuvo 12.000 pergaminos. Fue destruida por un sismo (o quizá una invasión) en el siglo iii, y la fachada se derrumbó por otro terremoto en el x o el xi. La fachada que podemos ver hoy (en la p. 21) es producto de una anastilosis: un ensamblaje pieza a pieza, hecho en los años setenta.
VILLA DE LOS PAPIROS
Ercolano (Italia), s. d. C.
Este fue otro ejemplo de biblioteca particular, y la única que ha llegado íntegramente (o casi) a la actualidad. El nombre por el que conocemos esta mansión –tal vez perteneciente al suegro de Julio César, Lucio Calpurnio Pisón Cesonino– responde a su
iexcepcional colección de papiros, más de mil ochocientos rollos... que acabaron carbonizados por la erupción del Vesubio en 79 d. C. Los rollos, textos filosóficos griegos, han podido estudiarse parcialmente desde su descubrimiento en el siglo xviii. En la actualidad se están aplicando técnicas no destructivas en un intento de recuperar la información.
BIBLIOTECA ULPIA
Roma (Italia), ss. ii-v d. C.
La fundó el emperador Trajano en 114 en el foro que lleva su nombre, y se convirtió en la más importante de Occidente tras la desaparición de la de Alejandría. De hecho, sería la única en sobrevivir hasta la caída del Imperio romano. Se estiman en unos diez mil los rollos almacenados en griego y latín. Era, paralelamente, el registro público de Roma, y contenía más de veinte mil rollos de información sobre la población de la capital.
BIBLIOTECA IMPERIAL DE CONSTANTINOPLA
Estambul (Turquía), 337/361-1453 Creada por Constantino II, hijo del primer emperador cristiano de Roma, esta fue la última de las grandes bibliotecas de la Antigüedad. Pese a verse afectada por algunos incendios parciales e incursiones bélicas, logró preservar los saberes grecorromanos (incluidos algunos documentos procedentes de Alejandría) durante un milenio. La conquista de Bizancio por el Imperio otomano supuso el fin de sus fondos, destruidos o perdidos para siempre. La única excepción es el Palimpsesto de Arquímedes, copia bizantina de un trabajo científico griego que se descubrió en el siglo xix.