MIL AÑOS DE HISTORIA
10 momentos clave del Imperio bizantino
El Imperio bizantino es sinónimo de intrigas por el poder, que dejarían muy atrás a las de Juego de Tronos, y de discusiones teológicas muchas veces incomprensibles. Pero, más allá de los tópicos, mil años de historia evidenciaron una altísima capacidad de supervivencia política y de esplendor cultural. Presentamos a continuación diez momentos de una trayectoria que fue de la gloria al abismo.
LA FUNDACIÓN
Según la tradición, el mítico Bizante fundó una ciudad situada en el Bósforo, el estrecho que separa Europa de la península de Anatolia. Corría el año 667 a. C. Fue esta urbe, la Byzantion griega, la que el emperador Constantino I refundó un milenio más tarde. Llevaría su nombre, Constantinopla, y, a partir del siglo v, sería conocida como la “Segunda Roma”. La primera, capital del Imperio de Occidente, sucumbió ante las invasiones germánicas. Oriente, sin embargo, sobrevivió y conservó el legado del mundo latino.
JUSTINIANO Y LA RECONQUISTA
El emperador Justiniano (527-565) se apoderó de la Italia de los ostrogodos y arrebató el norte de África a los vándalos. Un esfuerzo bélico tan considerable le obligó a elevar la presión fiscal a niveles desmesurados, a la vez que desatendía peligrosamente la frontera oriental con los persas. A su muerte dejó un imperio exhausto, pero en su descargo hay que decir que su reinado no se limitó a las continuas campañas militares. Realizó una importante recopilación legislativa, y Constantinopla vio alzarse su edificio más simbólico: la basílica de Santa Sofía.
EL IMPERIO SE HELENIZA
A partir del siglo vii nos encontramos en un mundo ya más heleno que latino. Los emperadores sustituyen el título tradicional de augusto por el de basileus. Poco a poco, el latín, lengua de la administración, se abandona a favor del griego. Para algunos especialistas, este es el momento en que termina en Bizancio la Antigüedad y da comienzo la Edad Media.
LA IRRUPCIÓN MUSULMANA Arabia, a la muerte de Mahoma en 632, se había transformado en una unidad política lista para lanzarse a una fulgurante expansión internacional. Bizancio sería una de sus grandes víctimas. Algunos de sus territorios más ricos, como Siria y Egipto, cayeron sin apenas resistencia en manos del islam. Estas derrotas se vieron agravadas por las discordias civiles. Heraclio II fue derrocado y mutilado salvajemente. Se inauguraba así la costumbre bizantina de someter a humillación y tortura a los soberanos que perdían el trono. Pocas décadas más tarde, en 674, los musulmanes pondrían sitio por primera vez a Constantinopla.
EL ARMA SECRETA
Cuando la flota islámica amenazó la capital del Imperio, quedó claro que eran necesarios nuevos sistemas de defensa. Surgió entonces un arma que haría famosos a los bizantinos: el “fuego griego”. Se trataba de una sustancia inflamable capaz de destruir las embarcaciones enemigas.
Su composición, hoy desconocida, fue un secreto celosamente guardado.
LA ICONOCLASTIA
La querella religiosa más importante que dividió a los bizantinos tuvo lugar en el siglo viii. Mientras los iconódulos eran partidarios de las imágenes religiosas, los iconoclastas eran contrarios, al entender que se trataba de una forma de idolatría. El emperador León III tomó partido por los iconoclastas, en un intento de fortalecer su poder frente a la jerarquía religiosa. Sin embargo, fueron los iconódulos los que finalmente lograron imponerse. El enfrentamiento había estado a punto de provocar una guerra civil. Obras artísticas de incalculable valor se habían perdido.
LOS MONASTERIOS
La victoria de los partidarios de las imágenes no habría sido posible sin el apoyo de los monasterios. Estas comunidades, en el universo teocrático bizantino, ejercieron una considerable influencia espiritual y política. Particular importancia tuvieron los religiosos del monte Athos, donde se desarrolló una importante labor de preservación de la cultura.
EL CISMA
A lo largo de la historia bizantina, las pugnas entre el patriarca de Constantinopla y el papa de Roma fueron constantes. El primero se negaba a reconocer la primacía del segundo sobre toda la cristiandad. Existían, además, divergencias teológicas. En el siglo ix, el patriarca Focio protagonizó la controversia del “filioque”. En Occidente, el credo afirma que el Espíritu Santo procedía de Dios Padre “y del Hijo” (filioque en latín). Para los orientales, este añadido resultaba herético. Se sentaron así las bases del cisma de 1054, que separó definitivamente a católicos y ortodoxos.
LOS CRUZADOS
Ante la amenaza musulmana, Bizancio solicitó la ayuda occidental. Fue un grave error de cálculo. Los guerreros que debían entregarle las tierras arrebatadas a la Media Luna acabaron actuando por su cuenta, sin que nadie pudiera controlarlos. Con la cuarta cruzada, las tropas que debían conquistar Egipto se desviaron de su ruta y tomaron Constantinopla en 1204. Se entregaron a un terrible saqueo. Los vencedores desmembraron los dominios recién adquiridos en diversos principados feudales, pero la nobleza autóctona logró mantener el legado imperial en tres estados. Uno de ellos, Nicea, consiguió en 1261 reconquistar la capital y restablecer el Imperio.
LA TOMA DE CONSTANTINOPLA Desde el siglo xiii, la dinastía paleóloga presidió una interminable decadencia que redujo a Bizancio a poco más que su capital. Desesperados, los emperadores solicitaron ayuda a Occidente. A cambio, ofrecían la unión con la Iglesia de Roma. Pero estos deseos nunca fueron respaldados por la población ortodoxa, dominada por un fuerte sentimiento antilatino. Los turcos aprovecharon la situación y, en 1453, tomaron por fin Constantinopla. El último emperador, Constantino XI, murió en combate.