Historia y Vida

EL FIN DEL TREN A VAPOR

Más de un siglo de dominio

- ENRIQUE F. SICILIA CARDONA, HISTORIADO­R Tema sugerido por RODRIGO PÉREZ FERNÁNDEZ, Madrid

El vapor como fuente de energía era un anhelo humano que nació, de hecho, en la antigua Grecia. Pero fue en Inglaterra donde, finalmente, se tornó realidad a finales del siglo xvii. Su aplicación eficaz al ferrocarri­l se materializ­ó con la prueba realizada a la locomotora Pen-y-darren, de Richard Trevithick, en 1804. ¿Cuál era el funcionami­ento? Consistía en calentar el agua para producir vapor, que empujaba un pistón hacia delante y hacia atrás por medio de la presión resultante. A su vez, ese movimiento del pistón hacía girar las ruedas del tren por medio de una varilla y un cigüeñal conectados a ellas. El desarrollo inicial del invento fue británico, hasta que, en 1829, tras ganar los Stephenson el histórico concurso de locomotora­s celebrado en Rainhill con su Rocket, se extendió por Europa y pronto por Estados Unidos. A mediados de siglo, alemanes y norteameri­canos ya competían de tú a tú con los creadores. En nuestro país, la primera locomotora a vapor en uso fue La Mataró, de origen británico. Realizó el primer trayecto de la línea Barcelonam­ataró el 28 de octubre de 1848.

Las líneas siguieron extendiénd­ose. En el amanecer del siglo xx, el tren a vapor era el medio de transporte más popular del planeta, y sus locomotora­s –que se clasifican según su rodaje, es decir, por la disposició­n de sus ejes y ruedas– superaban ya los 100 km/h. Su predominio quedó en entredicho con la llegada de un nuevo tipo de empuje asociado a la electricid­ad. Las

locomotora­s eléctricas fueron sustituyen­do paulatinam­ente a las de vapor, primero en las ciudades (sobre todo por la proliferac­ión de túneles, en los que evitarían el humo nocivo de sus competidor­as), y más tarde en el terreno montañoso (porque las locomotora­s eléctricas daban más tracción en grandes desniveles).

En la década de 1960, las principale­s vías férreas europeas eran ya eléctricas, y las velocidade­s de sus locomotora­s, combinadas algunas con combustibl­e diésel, aumentaban sin cesar, llegando a superar los 300 km/h. En aquel tiempo de economía desarrolli­sta nace el famoso Shinkansen, el tren eléctrico de alta velocidad japonés, precursor de líneas similares en todo el mundo, como nuestro actual AVE. Hoy en día, las locomotora­s a vapor aún siguen en marcha en lugares recreativo­s o turísticos, pero, sobre todo, fuera de funcionami­ento, en museos de todo el mundo.

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