Indios en Manhattan
LOS MOHAWKS Y LOS RASCACIELOS DE NUEVA YORK
El Empire State Building, el edificio Chrysler, las Torres Gemelas... Estos emblemáticos rascacielos de Nueva York tienen algo en común: fueron levantados por indios mohawk. Desde que en 1886 participaron en la construcción de un puente que pasaba por su territorio (en Kahnawake, cerca de Montreal), muchas generaciones de hombres de esta tribu norteamericana se han dedicado a la construcción de edificios como trabajadores del metal. Su pericia sobre los andamios y su aparente falta de miedo a las alturas forjaron la leyenda de que no tenían vértigo.
El autor de este libro, Michel Moutot, conoció esta conexión histórica cuando estuvo cubriendo la información sobre los atentados del 11-S como corresponsal de la Agence France Presse (AFP). Mientras asistía a las labores de desescombro del World Trade Center, se fijó en que muchos de los ironworkers eran nativos americanos. Tras investigar, descubrió que existía un lazo emocional muy fuerte que unía a estos hombres con los edificios que habían ayudado a erigir. “Hemos construido América”, suelen afirmar con orgullo. Las catedrales del cielo cuenta la historia de estos trabajadores a través de tres generaciones de una familia mohawk. El primer relato, ambientado en Canadá en 1886, narra cómo un grupo de adolescentes aprenden el oficio construyendo un puente por el que, paradójicamente, llegará la destrucción de su modo de vida. El segundo está situado en 1968, en Nueva York, y describe la construcción de dos colosales rascacielos bautizados como las Torres Gemelas. El tercero nos lleva hasta la mañana del 11 de septiembre de 2001, cuando un trabajador ve las “torres de su padre” venirse abajo como “un boxeador que se derrumba atontado”. Mediante la combinación de los relatos, el autor construye una entretenida epopeya de lectura muy ágil. Como ficción histórica, se echa de menos algo más de enjundia literaria. En cambio, como reportaje sobre la historia de esta tribu (muy alejada del tópico del indio pobre y alcoholizado), y como crónica de la construcción y derribo del World Trade Center, funciona igual de bien que un mohawk soldando una viga a 400 metros.