MUCHOS EN JUEGO
Por estas fechas se cumplen 2.200 años de la que podría considerarse la Primera Guerra Mundial de la Antigüedad, una contienda que implicó a múltiples pueblos.
Llevamos 2.200 años hablando de ellos. Discutiendo si Aníbal fue mejor general que Escipión el Africano. Comparando los ejércitos que se enzarzaron en aquella brutal pelea por la supervivencia que fue la segunda guerra púnica. Valorando como secundarios a aquellos soldados que, más allá de las legiones de ciudadanos romanos y de los más o menos brillantes oficiales púnicos, combatieron en escenarios situados a miles de kilómetros de su lugar de nacimiento. O cuyo lugar de nacimiento se vio zarandeado por las dos superpotencias de la época y su afán por ganar aquella gran guerra mundial de la Antigüedad. Porque 2.200 años han pasado desde que, en 218 a. C., se pusiese en marcha una conflagración iniciada por romanos y cartagineses, sí. Pero que afectó a una inmensa cantidad de pueblos de orígenes diversos, lenguas distintas y culturas, a menudo, incompatibles. Aquella guerra no fue cosa de dos. Aníbal, sin honderos baleares, guerreros iberos y jinetes númidas, no habría pasado del Ródano en su camino hacia Italia. Escipión, sin sus aliados italianos, griegos y, a medida que avanzó el conflicto, también iberos y númidas, jamás habría llegado a vencer en la batalla de Zama. Multitud de pueblos participaron activamente en el conflicto. Muchos de ellos se abigarraban en espacios que hoy constituyen un mismo estado, pero que entonces eran un conglomerado de tribus. Otros eran meras colonias independientes o formaban parte de ligas unidas por intereses comunes. Las vidas de todos ellos cambiaron para siempre al término del viaje que Aníbal decidió emprender al cruzar el Ebro. Esta es la historia del viaje de esas gentes.
El germen peninsular
Todo empezó aquí. Sobre todo si lee estas líneas desde Sagunto. Tras la primera guerra púnica, los cartagineses necesitaban hacer caja para pagar la indemnización de guerra correspondiente a los victoriosos romanos. Así que echaron un vistazo a su alrededor en busca de buenas oportunidades para el saqueo, seleccionaron la península ibérica como destino de una operación para obtener liquidez y desembarcaron en aquellas costas.
CARTAGO NECESITABA BUENOS SOLDADOS, Y LA PENÍNSULA IBÉRICA TENÍA GUERREROS DE SOBRA
Durante años se aplicaron en expoliar la península, dando buena cuenta de sus recursos mineros y sometiendo a los pueblos que habitaban aquel lugar. El objetivo no era solo económico. Los cartagineses necesitaban buenos soldados. Y la península ibérica tenía de sobra. Además, aquellas gentes eran sumamente belicosas, lo que las convertía en guerreros experimentados, capaces de afrontar cualquier conflicto con buenas perspectivas de éxito. Una vez que suficientes pueblos peninsulares estuvieron de su parte, Aníbal Barca, general cartaginés, decidió completar sus conquistas con la invasión de Sagunto. Corría el año 219 a. C., y, según un tratado firmado previamente con los romanos en 226 a. C., los púnicos no podían hacerse con territorios situados al norte del Ebro. Sagunto, ayer y hoy, estaba al sur del Ebro, en zona de influencia púnica. Pero hubo quien, aprovechando que no existía Google Maps, habló de traición cartaginesa cuando la ciudad pidió ayuda a Roma en cuanto vio que los soldados de Aníbal Barca se lanzaban sobre ella. Roma intentó frenar el golpe mediante la diplomacia. No salió bien. Desde que acabara la primera guerra púnica, los cartagineses siempre habían cedido a las exigencias de los romanos. Incluso se avinieron a perder Cerdeña en 238 a. C. Las cosas habían cambiado. Ahora Aníbal tenía un ejército inmenso y preparado, formado por una combinación de tribus de la península ibérica, libios, jinetes númidas, honderos de las islas Baleares y elefantes. Sagunto fue sometida, Roma declaró la guerra a Cartago y Aníbal cruzó el Ebro y puso rumbo a Italia. No conducía un ejército de mercenarios. Conducía un ejército de aliados. Los guerreros tribales de la península que luchaban a su lado lo hacían, en su mayoría, por miedo, por