¿ERA O NO CATALINA UNA TRANS?
ES DIFÍCIL EXTRAER
una conclusión de cómo se sentía Catalina con respecto a su identidad. Su autobiografía es una mera correlación de hechos, algunos exagerados o incluso posiblemente ficticios, en la que no aparecen ni sus anhelos ni sus sentimientos. Lo que sí queda meridianamente claro a lo largo del relato es la construcción del personaje masculino. Tanto es así que, en el momento que vuelve a vestir el hábito de monja para su regreso a España, se produce “un acto de violencia infligido sobre el personaje”, en palabras de Aránzazu Borrachero.
CONSTRUYÓ SU IDENTIDAD
de tal manera que vivió la mayor parte de su vida inmersa en su transformación. Travestismo, aunque es un término moderno (acuñado por el médico alemán Magnus Hirschfeld en 1910), quizá sea la noción que mejor refleja las características que definen a Catalina. Para una mujer, el travestismo posibilitaba escapar de la pobreza u otras circunstancias difíciles (no es el caso de Catalina) o, simplemente, librarse de los confines rigurosos a los que se veía sometido el sexo femenino.
A LA PREGUNTA
de si Catalina mantuvo relaciones sexuales con otras mujeres, la respuesta necesariamente ha de permanecer en el ámbito de la elucubración. En el siglo xvii, la homosexualidad femenina no se toma en serio, y pasa desapercibida casi por completo. En cierto sentido, se entiende como un juego de las relaciones sexuales “de verdad”, es decir, las mantenidas con un hombre.