REINVENTANDO A LOS MAESTROS NIPONES
SI BIEN ES INNEGABLE que muchos de los ukiyo-e de la colección personal de Vincent van Gogh son mediocres, no podemos culpar de ello únicamente a su falta de criterio, sino, sobre todo, a la estrechez de su bolsillo. El holandés admiraba a Katsushika Hokusai, por ejemplo, pero no habría podido permitirse una xilografía de este maestro, ya por entonces muy cotizado en Europa. Sí pudo hacerse con algunas piezas de Utagawa Hiroshige, hoy considerado otro de los grandes. De él tomó una de sus composiciones favoritas, árboles truncados por el borde de la imagen, qué él mismo describió en una carta como “troncos morados de álamos que cruzan el paisaje perpendicularmente como columnas”. No obstante, los árboles de Hiroshige suelen mostrar parte de sus ramas recortadas sobre el cielo, sus tonos son siempre más apagados y transmiten una serenidad muy alejada de la pincelada impetuosa y exuberante de Van Gogh. DOS FIGURAS en el bosque, Vincent van Gogh, 1890. Cincinnati Art Museum, donación de Mary E. Johnston, 1967.