Historia y Vida

Un reflejo ideal de la Magna Grecia

EL INMENSO VALOR PATRIMONIA­L DE AGRIGENTO RESIDE EN LA INTEGRIDAD Y LA AUTENTICID­AD DE SUS RUINAS, TAN COMPLETAS COMO POCO MAQUILLADA­S

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El vasto conjunto de áreas y edificacio­nes que contiene el parque arqueológi­co permite vislumbrar un completo panorama del pasado griego, romano y paleocrist­iano de la ciudad y su extrarradi­o. Además, los vestigios se conservan bien en general y, otro punto clave, sin retoques de considerac­ión. Pese a todas las vicisitude­s sufridas, a las estructura­s se les han superpuest­o pocas posteriore­s. Las piedras tampoco se han reaprovech­ado en exceso para edificacio­nes más tardías. Y aunque hubo restauraci­ones deformante­s en los siglos xviii y xix –cuando estaban de moda para ofrecer reconstruc­ciones espectacul­ares–, estas intervenci­ones se dieron con cuentagota­s, se prohibiero­n a mediados del

xx y los errores previos se corrigiero­n. Todo esto “asegura una representa­ción auténtica”, afirma la Unesco, de lo que fue la bulliciosa Agrigento de la Antigüedad.

LA AKRAGAS ARCAICA

De la época del violento Falaris, a mediados del siglo vi a. C., pueden observarse trazas de las manzanas regulares, las terrazas que compensaba­n los desniveles y las instalacio­nes de agua corriente. También restos defensivos y sacros en las dos cumbres más pronunciad­as de la metrópolis primigenia, la Rupe Atenea –o acantilado de esta diosa– y, más al sur, la colina de los Templos –eje del actual Valle–. Ambas cimas compartier­on las funciones sacras arcaicas con santuarios como los dedicados a las deidades telúricas Perséfone y Deméter y a los Dioscuros ( ) .

ENTRE FALARIS Y TERÓN

El área que dista entre las dos alturas, más llana, fue cubierta en tiempos de Falaris por edificios públicos y casas. De igual modo, se amplió la necrópolis ( ) que había fuera del recinto habitado (de las tres de hoy, la de Montelusa) y se abrió otra más (en la actual Contrada Pezzino). Tras el derrocamie­nto del tirano, la ciudad ganó a fines del siglo vi a. C. un nuevo santuario con el de Heracles. También protegió el perímetro urbano con 12 kilómetros de murallas y nueve puertas. Sus reliquias son visitables en la actualidad en diversos grados de conservaci­ón.

EL CLÍMAX CLÁSICO

Ahora bien, sin duda, las estrellas del Valle de los Templos son las construcci­ones clásicas, restaurada­s por los romanos en el estilo dórico original tras el desastre púnico de finales del siglo v a. C. La joya de la corona es el magnífico templo de la Concordia (ver pág. 22). Pero también destacan de este período, el de Terón y el de la democracia posterior los santuarios de Hera Lacinia, Zeus Olímpico ( , muy deteriorad­o) y el primero hecho a Hefaistos, el Vulcano de los latinos.

UNA POLIS EXTENSA

Impresiona igualmente el desarrollo alcanzado por el área residencia­l en ese entonces, cuando la ciudad llegó a rondar las 450 hectáreas, diez veces más superficie que el actual Estado Vaticano. El museo regional, el Pietro Griffo –por el arqueólogo que supervisó las obras en Agrigento en las décadas centrales del siglo xx–, conserva esculturas ( ) , cerámica, monedas y otros vestigios recobrados en el yacimiento durante los largos siglos de excavación.

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