EL GENERAL QUE NO PUDO VENCER
Westmoreland, el hombre al frente de las tropas en Vietnam durante los primeros cuatro años de la implicación de Estados Unidos, se mostró obstinadamente ciego a la realidad.
UNO DE LOS CAMBIOS más significativos en los EE. UU. de 1968 fue el despido del general William Westmoreland (abajo). Tras el desastre de la Ofensiva del Tet, el presidente Johnson se deshizo del hombre que había dirigido la guerra para él y que le había convencido de que necesitaba más hombres para vencer. Al llegar a Vietnam, Westmoreland tenía bajo su mando a 23.000 soldados. Cuando se volvió a EE. UU., había logrado multiplicar esa cifra por 20 hasta alcanzar los 536.000. Lamentablemente, las bajas se habían multiplicado por 80.
LA TEORÍA DE WESTMORELAND era simple: si sus soldados lograban matar a más soldados de los que el Viet Cong podía reponer, ya estaba he cho. Sin embargo, ese “punto de ruptura” nunca llegó. Él mismo dijo varias veces que su talón de Aquiles era “la voluntad del pueblo americano” de seguir apoyando la guerra, así que su cuartel general se pasaba el día contando muertos y elaborando estadísticas alentadoras. Al final, la tozuda realidad se lo llevó por delante.
DE REGRESO EN EE. UU., Westmoreland acabó sus días tratando de ayudar a los veteranos de “su” guerra e intentando limpiar su imagen. Llegó incluso a demandar a la cadena CBS por 120 millones de dólares por haberle acusado de hinchar las cifras de muertes enemigas. Acabó retirando la querella y declarando victoria: un clásico en la historia del general Westmoreland.