Historia y Vida

‘The Crown’

Con la nueva temporada a la vuelta de la esquina, verificamo­s si la serie aguanta un fact-checking...

- M. DEL MAR GALLARDO, periodista

¿Qué hay de verdad y de ficción en la popular serie de Netflix sobre los entresijos de la familia real británica?

La fascinació­n que despierta la realeza británica en sus súbditos no es nada nuevo. Sin embargo, desde 2016, un nuevo grado de empatía hacia la reina Isabel II y su familia ha desembocad­o en una conexión todavía más estrecha y más íntima, en cierto modo, entre el pueblo británico y su monarca. ¿La razón? El éxito de la serie de televisión The Crown, que este 17 de noviembre estrena su tercera temporada en Netflix. Creada y escrita por Peter Morgan, guionista de la película The Queen y de la pieza teatral The Audience, sobre los encuentros semanales de la reina con sus primeros ministros, la serie supone una incursión en la vida de la soberana y su familia, la dramatizac­ión de unos personajes que, a pesar de representa­r la élite por excelencia, vienen a ser un reflejo de los sueños y deseos de la sociedad británica a lo largo de las décadas. La abdicación de Eduardo VIII, los amores de la princesa Margarita, Lady Di... Episodios concretos y personajes que han marcado a distintas generacion­es y que tantas veces han ocupado la primera

La serie sitúa la trama en un contexto político y social sólido

plana de los grandes medios. Todos ellos forman parte ahora de una ficción televisiva que ha enganchado a millones de personas en todo el mundo y ha cosechado numerosos premios en sus dos primeras temporadas.

The Crown lleva al espectador más allá de las puertas de Buckingham Palace, hasta las estancias privadas de sus residentes. Y no solo eso, sino que sitúa la trama en un contexto político y social sólido, en el que los hechos históricos que han marcado cada una de las décadas del reinado de Isabel II acaban desempeñan­do un papel crucial en todos y cada uno de los capítulos de la serie.

Y llega la eterna pregunta: ¿qué es ficción y qué es realidad? Aunque no hay que olvidar que se trata de una serie televisiva, en la que el entretenim­iento es el principal objetivo, los hechos que se narran en The Crown son perfectame­nte reales. De ahí que Peter Morgan cuente también con un equipo de una decena de personas dedicadas por completo a investigar sobre acontecimi­entos, figuras y anécdotas. Su fin es que la ficción pueda ser lo más rigurosa posible, y acercarse así a lo que realmente vivieron, dijeron y sintieron sus protagonis­tas. La serie empieza en 1947 con la boda de la entonces todavía princesa Isabel y Felipe Mountbatte­n, y sus dos primeras temporadas abarcan los primeros años de su reinado, desde su coronación en 1953 hasta el escándalo Profumo en 1963. ¿Aprobaría The Crown un fact-checking, una verificaci­ón de sus hechos?

1952 La Gran Niebla

¿Existió la Gran Niebla de Londres? Sí. Entre el 5 y 9 de diciembre de 1952, la capital británica cayó bajo los efectos del peor episodio de contaminac­ión atmosféric­a del que se tiene constancia. Las bajas temperatur­as, un fenómeno anticiclón­ico y la ausencia de viento generaron una espesa niebla, mortífera a causa de las constantes emisiones de carbón de fábricas y hogares. En algunos puntos de la ciudad a duras penas se podía ver uno los pies, y menos la acera de enfrente. Autobuses, ambulancia­s y otros servicios dejaron de operar, y se produjo un alza de crímenes y hurtos en mitad de la calle. En su momento se calculó que unas cuatro mil personas murieron durante esos días a causa de problemas respirator­ios. En la actualidad, se sabe que fueron en torno a doce mil. La serie, que se rumorea que tiene un presupuest­o aproximado de cien millones de libras, hace una cuidada recreación del suceso. Sin embargo, ¿supuso la Gran Niebla una crisis política para Winston Churchill, como deja entrever la serie? No. En realidad, los londinense­s no dieron demasiada importanci­a al fenómeno mientras duró. Fue más tarde, al hacerse público el número de víctimas que se había cobrado la niebla, cuando conservado­res y laboristas iniciaron un proceso de legislació­n que daría lugar a la ley de Aire Limpio de 1956, todo un precedente en Europa. En la serie, en cambio, el primer ministro decide actuar solo después de la trágica muerte de una de sus secretaria­s, la ficticia Venetia Scott.

1953 Una coronación histórica

2 de junio de 1953, Westminste­r Abbey. Isabel Mountbatte­n emprende su última marcha como princesa ante 8.251 invitados. Miles de personas esperan en la calle a que el arzobispo de Canterbury corone a su nueva reina, la tercera en la historia del país. La ceremonia de coronación de Isabel II quedó inmortaliz­ada gracias a una retransmis­ión histórica por televisión que siguieron más de veinte millones de personas, una fuente de valor incalculab­le para el equipo de The Crown.

Pero, más allá de la minuciosa recreación de la serie, que intercala metraje nuevo con imágenes de archivo reales, ¿hasta qué punto son verdad algunos de los conflictos que muestra el capítulo? Por ejemplo, ¿es cierto que, tras la muerte de Jorge VI en 1952, Churchill pidió a la reina retrasar la coronación un año con la intención de resistir más tiempo como jefe del gobierno? No. La tradición marca que entre el fallecimie­nto de un monarca y la coronación de su sucesor haya un período de tiempo dedicado al duelo. Tampoco es cierto que el príncipe consorte se negara a arrodillar­se ante la reina; él fue el primero en declarar su lealtad a

la nueva soberana. Con todo, esta invención sirve a la serie para presentar conflictos que Felipe sí tuvo a raíz del ascenso de su mujer al trono. Por ejemplo, tener que dejar su carrera en la Royal Navy o aceptar que el apellido real Windsor pasara por delante del de su familia, Mountbatte­n. “Soy el único hombre del país que no puede poner nombre a sus propios hijos”, se quejó, al parecer, a sus amigos. “No soy más que una maldita ameba”.

1956 La crisis del canal de Suez

La segunda temporada de The Crown viene marcada por la pérdida de peso internacio­nal del Reino Unido y el inicio de los procesos de descoloniz­ación. Uno de los momentos clave en este desmoronam­iento del Imperio británico fue la crisis del canal de Suez de 1956. “El Reino Unido no volvió a ser el mismo después de aquello”, explicaba Peter Morgan en una entrevista con The New York Times. De ahí que uno de los capítulos de la serie esté dedicado casi en exclusiva a este episodio histórico, que acabó poco después con la dimisión del entonces primer ministro Anthony Eden. ¿Conspiró realmente el premier británico con los gobiernos francés e israelí para invadir Egipto? Sí. Poco después del derrocamie­nto de la monarquía y la subida al poder del general Gamal Abdel Nasser, este decidió nacionaliz­ar el canal de Suez, situado en la región del Sinaí. Hasta entonces bajo dominio británico, el canal era fundamenta­l en la ruta del transporte de petróleo entre Europa y el golfo Pérsico. Eden, viendo las consecuenc­ias políticas y económicas que podía suponer la acción de Nasser, decidió sumarse a Francia e Israel en una estratagem­a para recuperar el control del canal. Formalizad­o bajo el Protocolo de Sèvres, el acuerdo secreto determinab­a que Israel invadiría primero y que, dos días después, las tropas británicas y francesas se unirían con el pretexto de “preservar la paz”. Sin embargo, ni EE. UU. ni la ONU aprobaron la acción, y, 24 horas después de iniciar el ataque, Eden tuvo que declarar un alto el fuego. ¿Estuvo al caso la reina de todos los pormenores de la operación, como se indica en la ficción? ¿Mostró su desacuerdo al primer ministro? No se sabe, aunque en 1994 uno de sus secretario­s privados, lord Charteris, certificó la preocupaci­ón de la monarca al respecto. “Creo que el problema fue la falta de honestidad en todo el asunto”, dijo en declaracio­nes a la cadena de televisión Channel 4.

¿Conspiró el premier con Francia y con Israel para invadir Egipto?

1957 El primer discurso de Navidad televisado

“Es inevitable que parezca una figura bastante remota para muchos de ustedes [...] alguien cuya cara puede ser familiar por los periódicos pero que nunca toca realmente sus vidas personales. Pero ahora, al menos durante unos minutos, les doy la bienvenida a la paz de mi propia casa”. Isabel II pronunciab­a estas palabras en el que pasaría a ser el primero de muchos discursos de Navidad televisado­s. El de 1957, sin embargo, fue un antes y un des

pués en la percepción que se tenía de la familia real, objeto en ese momento de una oleada de reproches por el estancamie­nto de la monarquía frente a una sociedad en constante cambio. Uno de sus más acérrimos críticos fue el periodista John Grigg (o lord Altrincham), que llegó a decir que la idea que se formaba uno de la reina al escuchar los “aburridos” discursos escritos por sus asesores era la de una “arrogante colegiala, capitana del equipo de hockey”. Así lo dice también el actor que da vida a Altrincham en la ficción de The Crown.

En la vida real, sus escritos no fueron la única razón tras la decisión de la reina de dejar entrar las cámaras a Buckingham Palace, como induce a pensar la serie. Sí que tuvieron, no obstante, un papel fundamenta­l en el intento de acercamien­to de la soberana a su pueblo.

1961 La reina y su baile con el presidente de Ghana

El cuadro de la reina, descolgado y abandonado. Una imagen inventada, pero poderosa donde las haya para reflejar las dudas que en 1961 se planteó el gobierno de Ghana sobre su permanenci­a en la Mancomunid­ad de Naciones, la Commonweal­th. Habían pasado cuatro años desde la declaració­n de independen­cia de la antigua colonia –fue una de las primeras en hacerlo–, y el nuevo país estaba a punto de recibir la visita oficial de Isabel II, todavía soberana según la recién aprobada Constituci­ón. No obstante, el liderazgo de su presidente Kwame Nkrumah dentro del nacionalis­mo panafrican­ista, así como su papel destacado en el Movimiento de los Países No Alineados al lado de nombres como

Tito y Nehru, llevó a Ghana a distanciar­se más de su antigua metrópolis. Ese mismo año, Nkrumah, filósofo e ideólogo socialista, había entrado en conversaci­ones con ambos bandos del Telón de Acero para financiar un ambicioso proyecto de desarrollo. En general, un contexto de desafecció­n hacia la Corona británica que en la serie se reduce a ese cuadro apartado, punto de partida de una visita que por poco no se celebra. Tal como narra la serie, las bombas contra la deriva autoritari­a del presidente que estallaron en la capital días antes del viaje hicieron que el Parlamento británico se planteara cancelarlo todo. Pero después de convencer a su primer ministro, entonces Harold Macmillan, de la importanci­a de su visita –“No soy una estrella de cine”, le dijo–, la reina tomó el avión hasta Accra.

De nuevo, las imágenes grabadas por Pathé Films han ofrecido una base sólida a los encargados de recrear la visita en The Crown, incluido el baile de Isabel II con Nkrumah, supuestame­nte responsabl­e del éxito de la gira. ¿Fue tan trascenden­tal ese momento en la decisión de Ghana de continuar en la Commonweal­th? Sí, según los medios y sociedad británica. No, si se escucha a expertos historiado­res ghaneses como Nat Nunoo-amarteifio, alcalde de Accra entre 1994 y 1998. “Me sorprende que el baile haya ganado tanta importanci­a ahora. En ese momento no se habló de ello”, dijo en declaracio­nes a la radio estadounid­ense NPR.

1961 Los Kennedy en Buckingham

¿Fue el viaje a Ghana de Isabel II alentado por una supuesta competitiv­idad

entre ella y Jacqueline Kennedy, como aparece en The Crown? No, como tampoco son ciertos los insultos que en la serie hace la entonces primera dama estadounid­ense a la reina en su primera visita oficial a Londres. Aunque también hay que decir que el guion de Peter Morgan tampoco iría demasiado desencamin­ado, ya que, según cuentan varias de sus biografías, Jackie sí que hizo algunas observacio­nes con respecto a la monarca. “La reina era bastante pesada”, contó a su amigo y escritor Gore Vidal. “Felipe fue agradable, pero estaba nervioso. No se notaba absolutame­nte ninguna relación entre ellos”.

Al fotógrafo Cecil Beaton, por su parte, que tantas veces había retratado a la familia real, le dijo lo poco que la habían impresiona­do la decoración del palacio y el atuendo de la monarca. En la ficción, los comentario­s despectivo­s de la primera dama llegan a oídos de Isabel, cosa que conduce a un segundo encuentro entre ambas mujeres un año más tarde, donde Jackie Kennedy se disculpa por su comportami­ento. En la vida real también existió esa segunda visita, aunque nada trascendió sobre ella, más allá de la propia declaració­n de la mujer del presidente estadounid­ense: “No creo que deba decir nada al respecto, excepto lo agradecida que estoy y lo encantador­a que ha sido”. Jackie y John F. Kennedy no fueron los primeros dirigentes estadounid­enses en encontrars­e con la monarca británica. Anteriorme­nte ya se había reunido con Dwight D. Eisenhower. En total, desde su coronación en 1953, Isabel II ha conocido a diez de los once dirigentes que ha tenido el país hasta la fecha, siendo la única excepción Lyndon B. Johnson. Y es que 66 años de reinado dan para mucho, como se verá en las próximas entregas de The Crown.

Algunos spoilers para esta tercera temporada, que cubre los dos mandatos de Harold Wilson en el número 10 de Downing Street: el funeral de Estado a Churchill, la llegada a la Luna, el divorcio entre la princesa Margarita y lord Snowdon y la primera aparición de Camilla Parker Bowles. Todavía queda mucha cronología que recorrer y muchas tramas por tratar en este éxito televisivo que es The Crown, para muchos una bienvenida incursión a la historia del país, para otros, la perversión de las vidas de personas reales –muchas de ellas todavía con vida– en favor del drama y el entretenim­iento. ●

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A la dcha. y en el sentido de las agujas del reloj, escenas del discurso de Navidad, Isabel con Jackie, el baile en Ghana y protesta contra Eden. En la pág. anterior, la coronación (la auténtica) en 1953.

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