Con el muro en mente
Los turistas buscan su rastro y los locales no lo olvidan
Suele asegurarse que el muro sigue existiendo en la cabeza de los berlineses y también en su bolsillo. No se ha logrado aún la equiparación plena de salarios y jubilaciones, aunque las diferencias se redujeron. Se estima que el agravio comparativo de lo que se percibe en el este respecto al oeste se sitúa ahora en el 10%.
Sí hay equiparación plena, en cambio, respecto al coste de la vida. Los alquileres subieron entre 2012 y 2016 un 28%, y hasta un 50% en la última década en los distritos más codiciados. Ciudadanos que sufrieron el trauma diario de vivir junto al muro durante decenios tuvieron que mudarse después de su caída por no poder pagar el nuevo precio del alquiler. Berlín vive un boom turístico parejo a la especulación inmobiliaria: 32 millones de pernoctaciones al año. La pregunta de por dónde pasaba el muro es la más frecuente entre los turistas. Los puntos de máxima atracción son el memorial de la Bernauer Strasse, una de las calles que quedó cortada por el muro, y la East Side Gallery (arriba), el fragmento más largo que sigue en pie, convertido en muestra de arte callejero.
Con el visitante low cost masificado aparecieron brotes de turismofobia; y la “disneyficación” que practican ciertos museos privados o parques temáticos sobre cómo era la vida en la RDA supone la banalización de un desgarro ciudadano aún por cicatrizar.