A. ROBERTS, biógrafo de Churchill.
Ante el mito Fue un pobre niño rico, húsar en la última gran carga de caballería del ejército británico, corresponsal de guerra, lord del Almirantazgo, piloto de avión, “padrino” del tanque, escritor de éxito, pintor, coleccionista de mariposas... Winston Leonard Spencer Churchill (18741965) fue, sobre todo, el hombre que plantó cara a Hitler. “Nos salvó”, afirma Andrew Roberts (Hammersmith, 1963; junto a estas líneas), que ha creado un personaje de tinta y papel tan imponente y abrumador como el Churchill de carne y hueso. Complejo y contradictorio, sensible y cruel, capaz de llorar en público y de maltratar a quienes le querían, Churchill fue siempre un torbellino vital que nunca respetó los límites. El último gigante inglés.
Casi todas las páginas contienen algo que no ha aparecido en biografías anteriores”, presume Roberts. Una apuesta difícil, pese a los treinta años de lecturas y cuatro de escritura, porque la edición española (Churchill, la biografía, Crítica) es un Churchill regordete y pesado: ¡1.300 páginas!, y otras 200 de notas y bibliografía.
No se ofenda, pero creo que está usted enamorado de Winston Churchill. ¿Cuándo ocurrió?
[Sonríe]. Antes le admiraba enormemente. ¡Durante décadas fue el inglés más importante en todas las encuestas de la BBC! Pero mientras escribía este libro mi conexión con él se convirtió en
algo emocional. Espero no haber escrito una hagiografía.
Sin duda, no, aunque en varias ocasiones se diría que ejerce como su abogado defensor.
Creo que fue un grandísimo personaje. No estaba libre de defectos y cometió muchos errores, pero ninguno tan importante en comparación con sus grandes aciertos: fue el primero en advertir del peligro que suponían los totalitarismos soviético y nazi.
Afirma que sus detractores citan a Churchill de forma sesgada. Deliberadamente, en muchas ocasiones. Por ejemplo, cuando dicen que gaseó a los iraquíes y que por ese motivo es tan
malo como Adolf Hitler, omiten que se usó gas lacrimógeno.
Deja claro que fue un aristócrata que vivía por encima de sus posibilidades. Oh, sí, siempre estaba sin blanca. Estuvo en números rojos hasta que cumplió los setenta, cuando recibió mucho dinero por escribir sus memorias de la Segunda Guerra Mundial. Rozó la bancarrota dos veces, pero su teoría del dinero no era hacer recortes, sino ganar más. ¡Por eso tenemos 37 libros y 800 artículos escritos por él!
Así que, cada vez que necesitaba dinero, escribía.
Exacto, y es, de hecho, el único momento en que escribía. Para un historiador,
Churchill, Johnson y el brexit
Boris Johnson [arriba] escribió un libro sobre Churchill (El factor Churchill). ¿Qué cree que aprendió de él?
Sin duda, la audacia, la capacidad de tomar riesgos, innata en Churchill.
Churchill siempre pensó que Gran Bretaña debía mantener el equilibrio en Europa. ¿Estaría a favor del brexit? Churchill fue uno de los grandes defensores del proyecto europeo. Perdió demasiados amigos en las dos guerras mundiales, así que no quería otro conflicto entre teutones y galos. Pero nunca afirmó que Gran Bretaña tuviese que ser un miembro de la Unión Europea.
es una bendición que siempre estuviera sin blanca. En los años treinta, cuando carecía de ingresos regulares, seguía teniendo a su servicio a catorce sirvientes. Le dijo a su mujer: se acabó el champán. Pero su hija Mary me dijo que ese recorte solo duró tres días [risas].
Se gastaba un dineral en ropa interior de seda.
¡Sí! Mucho más que el sueldo medio de un británico de la época. Decía que tenía un cutis muy sensible.
Aunque fue un hombre muy valiente físicamente.
Sí, una vez dijo que no hay nada más emocionante en la vida que que te disparen y no te den. Y eso le pasó muchas veces. Durante la Gran Guerra no solo fue a las trincheras, sino que estuvo hasta treinta veces en tierra de nadie.
A los 16 años soñó que estaba predestinado a salvar a Gran Bretaña.
La edición inglesa de este libro se subtitula “Caminando con el destino”, una referencia a la frase que dijo cuando se convirtió en primer ministro en 1940. Él sentía que toda su vida pasada había sido una preparación para ese momento. Su biografía está partida por ese momento decisivo para Churchill... y para nosotros.
Sí, divido el libro en dos grandes partes: la preparación y la prueba. Todos sus trabajos más importantes, como primer lord del Almirantazgo durante la Gran Guerra o ministro de Hacienda (192429), le formaron para convertirse en primer ministro, pero también su aprendizaje emocional, su coraje moral y físico, incluso sus amistades, parecen ser una preparación para ese momento crucial en el que se convirtió en primer ministro, justo el mismo día [el 10 de mayo] en que Hitler desató la Blitzkrieg en Occidente.
Afirma que el pueblo inglés confió en Churchill en 1940 porque sabían que era fiel a sus principios, pero tenían claro que era un tránsfuga político. ¡Sí, en varias ocasiones! En 1904 [cuando se pasó del Partido Conservador al Liberal] y en 1925 [cuando regresó]. Podría parecer un oportunista, pero abandonó a los conservadores porque defendía el libre comercio, y cuando volvieron a defenderlo él sintió que podía regresar. Se podría argumentar que fue el partido el que le abandonó a él, y no al revés.
Se sintió predestinado, pero era ateo. Se convirtió al ateísmo en la India, cuando era teniente. Creía en la existencia de un todopoderoso de algún tipo, no el cristiano, desde luego, pero cuando lo examinas parece que el único deber de este todopoderoso era cuidar personalmente de él [risas].
Sí, usted dice que era muy egocéntrico y “superlativamente egoísta”.
Todos los que le rodeaban –su familia, sus amigos, sus secretarias– debían asegurarse de que era el centro de atención. Como alguien que ha tenido a Churchill como centro de atención durante tantos años, creo que sé cómo se sienten los que han trabajado con él [sonríe].
¿Le perdonaban por su gran sentido del humor?
Oh, sí, fue esencial para que sus amigos, colegas y familiares no se volvieran locos. Siempre estaban a la espera del siguiente chiste y siempre merecía la espera. ¿Fue mejor el Churchill orador que el Churchill escritor?
¡Buena pregunta! El poder de la palabra era importantísimo para él. En mayo de 1940, sus palabras escuchadas a través de la radio fueron más poderosas que todas las que había escrito antes. Si pudiera haber ganado el Nobel por oratoria, lo habría recibido [ganó el de Literatura en 1953]. Hitler también era un orador hipnótico, así que era muy importante que los aliados tuvieran un orador a la altura.
Afirma que no era racista, pero creía en la superioridad de una supuesta raza británica.
Nació en los tiempos en los que el darwinismo social hacía que se viera como un hecho científico la existencia de distin
tas razas. La gran diferencia entre el racismo de Churchill y el de los nazis contra los judíos y los eslavos es que Churchill creía que tenía un profundo deber de mejorar y desarrollar las razas del Imperio británico.
Tengo la certeza de que sin Clementine, su mujer, Churchill no habría sido quien fue.
Era una aristócrata de armas tomar, una tigresa. Le dijo las verdades que nadie se atrevía a decirle y le mantuvo en el camino correcto en varias ocasiones. Por ejemplo, en junio de 1940 le escribió la famosa carta en la que le decía que estaba siendo una bestia con sus secretarias y que no le caía bien a nadie. Solo ella podía decírselo. Bueno, y a lo mejor el rey [risas]. Hablemos de su padre. Intentó conseguir su favor incluso cuando ya estaba muerto, porque falleció muy joven. La relación con su padre [lord Randolph Churchill], frío y distante, pero también carismático, fue esencial en su vida. Churchill lo admiraba, aunque su padre no veía en él ningún destello de genialidad. Algunas de las cartas que le envió nunca las debería escribir un padre a un hijo. Aun así, Churchill escribió su biografía, le puso su nombre a su primogénito y adoptó su ideario político, así que se puede ver su vida como un intento de impresionar a su padre.
Murieron el mismo día: el 24 de enero. ¡Sí! ¡Después de estar en coma durante diez días! Una posibilidad entre 365. ¡Increíble! Su madre [la estadounidense Jennie Jerome] también fue muy importante para él, aunque también lo descuidó muchísimo.
Sus grandes virtudes, como la tenacidad, ¿fueron también sus grandes defectos?
La tenacidad fue su gran defecto y el motivo de su grandeza. A menudo, cuando cometía un error –oponerse al sufragio femenino, la crisis de los Dardanelos [para Roberts, su mayor error político], volver al patrón oro...–, se mantenía firme, mucho más que cualquier otro político, y esta tenacidad le metía en un problema aún mayor que su error original. Pero si estamos aquí sentados fue gracias a la tenacidad que demostró en 1940. ●