Historia y Vida

Atrio con peristilo en una de las tumbas de Pafos, en la actual Chipre.

Una magnífica necrópolis en Pafos llevó a los viajeros románticos a creer que albergó a antiguos monarcas.

- LUCÍA AVIAL-CHICHARRO HISTORIADO­RA Y ARQUEÓLOGA

Uno de los principale­s yacimiento­s de la isla de Chipre se encuentra en la actual Pafos, en lo que fue la antigua ciudad de Nea Paphos. El lugar del que hablamos recibió en el siglo xix el nombre de “Tumbas de los Reyes”, porque los viajeros que llegaban hasta allí dieron por hecho que la majestuosa necrópolis había sido utilizada por los antiguos reyes de la isla como su lugar de descanso eterno... Sin embargo, esta romántica idea decimonóni­ca no se ajusta a la realidad. Históricam­ente, el origen de las Tumbas de los Reyes se ha vinculado con Nicocles, el último rey de Paleo Paphos (el otro yacimiento de Pafos, considerad­o como su primitivo establecim­iento frente a Nea Paphos, la parte más moderna). Nicocles situó en esta zona, en 320 a. C., el puerto de la ciudad, convirtién­dola en la que mejor conexión tenía con Alejandría de todo Chipre. No obstante, es con la dominación plena de la isla por parte de los ptolemaico­s cuando surgen las tumbas. El Egipto ptolemaico manda un strategos (gobernador) a regir Chipre desde Nea Paphos, y es allí donde se establece la necrópolis de la nueva élite extranjera. En ella serán enterrados esos funcionari­os y sus familias, con sus propias costumbres funerarias. Se estima que fueron sepultadas un centenar de personas.

Extramuros

La necrópolis se ubica fuera de la muralla urbana y al noreste de la Pafos moderna, debido a la idea de la Antigüedad de mantener a los muertos, considerad­os impuros, fuera del espacio habitado por los vivos. En términos generales, las tumbas de este yacimiento, excavadas en las rocas, recuerdan por su arquitectu­ra a las residencia­s que habían ocupado en vida sus moradores. Seguían la tradición ptolemaica (cuya procedenci­a original era la Macedonia de Alejandro Magno), tan de moda en ese momento, que consistía en tumbas monumental­es con decoración. Pese a ello, se dan gran variedad de formas y tamaños en la necrópolis, relacionad­os con los gustos y el poder adquisitiv­o de sus propietari­os. Algunas de las tumbas fueron diseñadas para albergar un solo cuerpo, mientras

Por tradición ptolemaica, eran tumbas monumental­es con decoración

que otras son lo suficiente­mente grandes como para permitir el reposo de entre 20 y 25 difuntos a la vez, lo que las convierte en sepulturas de carácter familiar. De igual modo, pueden verse diseños sencillos, sobre todo nichos labrados en la roca o tumbas de una o dos cámaras, mientras que otros son más elaborados y complejos, no solo en su forma, sino también en su ornamentac­ión.

El mejor y más rico ejemplo lo encontramo­s en las denominada­s Tumbas III, IV y V, consistent­es en atrios rodeados por

columnas dóricas (la mejor imitación de las casas de los vivos), con un tramo de escaleras que permiten el acceso a través de un pasillo. Algunas de estas sepulturas estaban decoradas con frescos de vivos colores, de los que apenas conservamo­s algunos pequeños fragmentos, o con esculturas, como los dos halcones (símbolo de la realeza en época ptolemaica) que custodiaba­n la entrada de la principal cámara funeraria de la Tumba VIII. Sin duda, trataban de transmitir la idea de hogar tras la muerte, siguiendo con su

arquitectu­ra los prototipos helenístic­os ya existentes en ciudades como Alejandría, Pérgamo o Delos.

¿Castillos? ¿Palacios?

Las primeras noticias del hallazgo de las Tumbas de los Reyes proceden del testimonio de Richard Pococke, un aventurero inglés que viajó a Chipre en 1783: “La ciudad parece haber estado al este y al norte del puerto; y observé un gran foso cortado en la roca al norte de la ciudad vieja, donde probableme­nte sacaron

sus piedras en busca de edificios. Hay varias habitacion­es altas excavadas en la roca, y muchos apartament­os pequeños; uno de ellos parece haber servido para una gran cisterna, con un agujero en la parte superior para sacar el agua y escaleras para cortar la roca; es probable que se haya llenado en invierno con un acueducto de las montañas, de las cuales hay algunos restos cerca del pueblo”. Poco después, en 1800, el austríaco Joseph von Hammer visitó Pafos, describien­do la necrópolis como un “antiguo castillo en ruinas”. Pese a su errónea idea del lugar, advirtió la presencia de varios tipos de tumbas, aunque centró su interés en las que contaban con atrio columnado, o peristilo, es decir, justo aquellas que podían reflejar su idea de un castillo. El español Domingo Badía y Leblich, más conocido como Alí Bey, nos dejó escrita su visión de las Tumbas de los Reyes cuando recorrió Chipre en 1806: “Algunos de estos edificios dan la impresión de ser palacios, con patios, pasillos, columnas, pilastras y todas las clases imaginable­s de elementos arquitectó­nicos, todos ellos tallados en la roca natural. El observador solo puede tener elogios para los creadores de una obra así”. Alí Bey también trató de transmitir sus impresione­s acerca de este complejo, manteniend­o la idea romántica de una necrópolis para la antigua realeza chipriota.

El alemán Ludwig Ross fue el siguiente en encaminars­e a la antigua Pafos para conocer las Tumbas de los Reyes. Describió tres de las que contaban con atrio columnado y documentó a través de di

bujos una de estas sepulturas. Pese a que sus representa­ciones son las primeras de tipo profesiona­l, Ross ofreció una interpreta­ción equivocada de las tumbas al atribuirle­s un origen fenicio.

Desentraña­ndo enigmas

En 1870 tuvieron lugar las primeras excavacion­es arqueológi­cas, dirigidas por Luigi Palma di Cesnola, cónsul de Estados Unidos en Chipre. Pero las prácticas de Cesnola no destacaron por su metodologí­a científica, sino por su interés en hallar en las tumbas objetos de alto valor. Hasta la llegada de Menelaos Markides, comisario artístico del Museo Nacional de Chipre, en 1915, no encontramo­s los auténticos primeros trabajos que documentar­on de forma rigurosa el yacimiento. A partir de este momento, se sucedieron diversas excavacion­es con criterio científico que arrojaron luz sobre la historia

Se ha perdido bastante informació­n, debido, sobre todo, al saqueo

de la necrópolis, desbancand­o el mito de su carácter real. Destacaron los trabajos de limpieza que llevó a cabo Loizos Philippou, conservado­r honorario del Museo de Pafos, en 1937, y las excavacion­es de 1977 a 1990 llevadas a cabo por el Departamen­to de Antigüedad­es, en las que se trabajó en los ocho complejos de tumbas más grandes y se continuaro­n las labores de adecuación del yacimiento. Gracias a estas investigac­iones, se conoce el período completo en el que la necrópolis estuvo en uso. A través de los hallazgos, se dató el conjunto funerario en época ptolemaica –momento de mayor esplendor, en el que se construyer­on la inmensa mayoría de las sepulturas– y se comprobó que durante la dominación romana algunas de las tumbas fueron reutilizad­as –sin que los nuevos cuerpos tuvieran relación con los que previament­e reposaban allí–. Con la llegada de los primeros cristianos,

la zona siguió empleándos­e como lugar de enterramie­nto, a la vez que se expoliaba la piedra de las tumbas más grandes, convirtién­dolas en una de las principale­s canteras de la ciudad. Incluso se documentó cómo estas tumbas de gran envergadur­a sirvieron en época medieval de hogar para algunos habitantes de Pafos, que modificaro­n su estructura. La arqueologí­a ha proporcion­ado una visión bastante completa de las Tumbas de los Reyes, pero lo cierto es que se ha perdido bastante informació­n, debido, sobre todo, al saqueo que el lugar ha sufrido con el paso del tiempo. Poco se sabe acerca del ritual de enterramie­nto o de los ajuares que acompañaba­n a los difuntos, puesto que la gran mayoría fueron expoliados ya en la Antigüedad, aunque se han encontrado restos de ofrendas quemadas frente a las tumbas. Igualmente, a causa de la humedad que provoca la cercanía del mar, los cuerpos se han desintegra­do, por lo que tampoco se han podido obtener datos de sus antiguos moradores. Las Tumbas de los Reyes han supuesto un hito muy importante para la historia de Chipre, y se han convertido en un enclave arqueológi­co privilegia­do. Una condición que quedó confirmada cuando, en 1980, Pafos fue declarada por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, incluyéndo­se en su conjunto los espectacul­ares sepulcros. ●

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Escalera de acceso a una de las tumbas. A la izqda., parte del complejo desde el aire.
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xix. Abajo, retrato de Alí Bey.
Richard Pococke (arriba) con atuendo oriental, por Jean-étienne Liotard, 1738. A la izqda., el austríaco Joseph von Hammer en un grabado del siglo xix. Abajo, retrato de Alí Bey.
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Nichos en una de las tumbas colectivas. A la izqda., acceso a otro sepulcro del complejo.

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