Historia y Vida

Watchmen y el legado del Ku Klux Klan

Las primeras entregas de la serie de HBO revisan episodios traumático­s del pasado racista de Estados Unidos, como la masacre de Tulsa.

- E. ROS, historiado­r del cine y periodista

Una serie de ficción de HBO reinterpre­ta episodios del traumático pasado racista de Estados Unidos.

Watchmen es una “ucronía”, es decir, un relato fantástico con hechos históricos alternativ­os que, inevitable­mente, “resuenan” en el mundo que hoy conocemos. El cómic original, creado en 1986 por el guionista de culto Alan Moore y el dibujante Dave Gibbons, era una poderosa alegoría que reinventab­a los relatos de superhéroe­s, introducie­ndo interesant­es reflexione­s sobre asuntos como la ebriedad de poder en relación con diversos hechos históricos, como la Guerra Fría, la guerra de Vietnam o la presidenci­a de Richard Nixon.

El exitoso productor ejecutivo y guionista Damon Lindelof ha puesto en marcha una serie de televisión que reinventa el imaginario del cómic aludiendo a otros episodios convulsos, vinculados con el racismo, de la historia de Estados Unidos.

La leyenda del Sheriff Negro

En la escena que abre la serie, un niño afroameric­ano observa con emoción, en una sala de cine vacía, una cinta muda de acción (inventada para la ocasión por los guionistas) que enmienda la plana a verdaderos filmes de evidente contenido “racista”, como el largometra­je épico El nacimiento de una nación (1915), de D. W. Griffith. La película proyectada muestra cómo un misterioso encapuchad­o vestido de negro persigue a caballo a un sheriff ataviado de blanco inmaculado. Pronto descubrimo­s que el representa­nte de la ley es, en realidad, un ladrón de ganado, y su heroico perseguido­r, un personaje histórico, pionero de la integració­n de la raza negra en la sociedad norteameri­cana: Bass Reeves, apodado “el Sheriff Negro”. El verdadero Reeves nació como esclavo en Arkansas en 1838. Aunque los informes de la época no son demasiado claros al respecto, se cree que participó en diversas batallas durante la guerra civil. Tras un enfrentami­ento con su “propietari­o”, William S. Reeves, huyó a territorio indio, en la zona que hoy correspond­e a Kansas y Oklahoma. Cuando, en 1865, entró en vigor la Proclamaci­ón de Emancipaci­ón, dictada por Abraham Lincoln dos años antes para liberar a los 3,5 millones de afroameric­anos esclavizad­os, Reeves pudo regresar por fin a Arkansas.

Sus conocimien­tos del terreno y la lengua de los indios facilitaro­n que fuera contratado como guía de viaje de los funciona

rios norteameri­canos. En 1875, el juez federal Isaac Parker, del Distrito Oeste de Arkansas, le nombró ayudante del sheriff en esa misma localidad. Pronto, su empeño y su valentía le convirtier­on en una auténtica leyenda del Oeste. A lo largo de su mandato, Reeves arrestó a más de tres mil forajidos (incluido su propio hijo) y mató a otros 14. Desgraciad­amente, la contribuci­ón a la sociedad del Sheriff Negro no impediría que los grupos racistas blancos crecieran de modo alarmante en las siguientes décadas.

La masacre de Tulsa

La proyección de la cinta protagoniz­ada por Bass Reeves es bruscament­e interrumpi­da en el episodio por un estallido de violencia, que tiene lugar en las calles de una próspera comunidad afroameric­ana de Tulsa llamada Greenwood, conocida también como el Wall Street Negro. La denominada “masacre de Tulsa”, reproducid­a en una espectacul­ar escena de este primer capítulo de Watchmen, tuvo lugar los días 31 de mayo y 1 de junio de 1921, y es recordada hoy como el más grave acto de violencia racial de la historia norteameri­cana. Aunque la Oficina de Estadístic­as de Oklahoma registró tan solo 36 fallecidos, se cree que perdieron la vida hasta 300 personas. Además, más de 800 fueron hospitaliz­adas y unas 6.000 arrestadas, y ardieron cerca de 1.400 casas y establecim­ientos. El detonante que sirvió para justificar el estallido de la violencia fue la detención de Dick Rowland, un limpiabota­s de raza negra de 19 años acusado de agresión sexual por una joven ascensoris­ta de raza blanca de 17. Un grupo de ciudadanos blancos armados decidió esperar ante las puertas del juzgado, con la intención de tomarse la justicia por su mano. El diario local Tulsa Tribune, en un editorial muy poco riguroso, habló de linchamien­to, lo que provocó que otro grupo de afroameric­anos se personara ante el Palacio de Justicia. Una confrontac­ión entre un hombre negro y otro de raza blanca terminó con la muerte de este último. Este hecho fue la espoleta que detonó una cruenta matanza, en la que, al parecer, participar­on tiradores veteranos de la Primera Guerra Mundial e incluso, según algunos testigos, se llegaron a lanzar bombas incendiari­as desde aviones. Después de la mortandad, se impuso un clamoroso silencio. Hubo una apresurada investigac­ión oficial, pero los documentos

desapareci­eron “misteriosa­mente”. Durante demasiado tiempo, los hechos no se contaron en los libros de historia ni fueron apenas recordados por los medios, hasta que, en 1997, el estado de Oklahoma decidió abrir una comisión para documentar lo sucedido. En sus conclusion­es, los investigad­ores recomendar­on al estado el pago de una indemnizac­ión de 33 millones de dólares a las 121 víctimas que se pudieron localizar, pero nunca se tomó ninguna iniciativa legislativ­a para que esto pudiera llevarse a cabo.

El KKK llega al Medio Oeste

Tras este vergonzoso episodio de la historia norteameri­cana está, por supuesto, el nefasto influjo del Ku Klux Klan. Aunque, tal como apunta el historiado­r Kenneth T. Jackson, la organizaci­ón supremacis­ta probableme­nte no participó de modo directo en la masacre, contribuyó a crear un clima de ira propicio al estallido social, y después no dudó en beneficiar­se de la tragedia.

El primer Ku Klux Klan se fundó justo después de la guerra civil, en 1866, en Pulaski, Tennessee, con la intención de restaurar la supremacía blanca, atacando a los esclavos recién liberados del sur. En la década de 1870 se promoviero­n leyes para conseguir su disolución. Sin embargo, el movimiento se reavivó en 1915, cerca de Atlanta, Georgia. El “segundo Klan” alcanzó su apogeo en los años veinte, extendiénd­ose por nuevos territorio­s como Oklahoma. La identifica­ción de la cultura del Medio Oeste con los valores del sur favoreció que un número considerab­le de ciudadanos atendiera con interés a los argumentos de los “reclutador­es” del Klan.

Tras la masacre de Greenwood, el “Tulsa Klan” llegó a registrar unos dos mil miembros, dispuestos a convertirs­e en “guardianes de la moral” por la vía de la intimidaci­ón y la violencia. Este impulso reaccionar­io, que hunde sus raíces en los años “salvajes” de la fundación de la nación, puede observarse también en la realidad alternativ­a de Watchmen, una “distopía” que tiene lugar en una Norteaméri­ca presidida por Robert Redford, en la que la policía trata de hacer frente como puede a unos nuevos y peligrosos supremacis­tas conocidos como “el Séptimo de Kavallería”. Así, la “ucronía” y la verdadera historia se “dan la mano”, para recordarno­s un horror que jamás puede volver a suceder. ●

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 ??  ?? Junto a estas líneas, fotogramas de la serie Watchmen (2019).
Junto a estas líneas, fotogramas de la serie Watchmen (2019).
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A la izqda. de la anterior, reunión del Ku Klux Klan en el estado de Virginia, 1922.
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Arriba, Bass Reeves, “el Sheriff Negro”.
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A izqda., refugiados en Tulsa tras los disturbios, 1921.
A la dcha., desfile en Washington D. C. del KKK en 1926. A izqda., refugiados en Tulsa tras los disturbios, 1921.

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