La deuda de Franco
En julio de 1941 partió de la Estación del Norte de Madrid el primer convoy de voluntarios españoles alistados para luchar junto a Hitler contra los soviéticos cuando Alemania invadió la URSS. Excombatientes inadaptados, falangistas, estudiantes idealistas atraídos por la propaganda, incluso algunos que, ante el régimen, querían lavar su imagen o la de su familia... formaron parte de la División Azul, comandada por el general Agustín Muñoz Grandes. En realidad, casi cincuenta mil españoles lucharon en sus filas como pago humano al Tercer Reich por la ayuda prestada a Franco durante la Guerra Civil. De cara a salvaguardar su neutralidad en el conflicto internacional, la acción se planteó con fuerzas voluntarias y en los términos de “lucha contra el comunismo”, tan propia del ideario franquista. La campaña de los divisionarios se inició en Alemania, donde recibieron instrucción y equipamiento por parte del ejército local. Pero las adversidades se presentaron en el traslado al frente ruso. A los largos trayectos en tren y las marchas a pie se sumó el despiadado invierno ruso, ese “general invierno” que había acabado con tantos ejércitos. Pese a los diferentes reintegros, las bajas fueron elevadas, hasta el punto de que el gobierno español no pudo justificar políticamente la continuidad de la División Azul. En octubre de 1943 tuvo lugar el último combate, si bien en Rusia quedaría una unidad más pequeña. Aquella lucha de tantos miles de hombres en una guerra ajena no tuvo su recompensa por parte del franquismo. Los divisionarios que regresaron lo hicieron en medio de la discreción oficial. La victoria de Hitler se veía cada vez más lejana en el horizonte y había que congraciarse con los aliados. ●