Botín militar, artesanía de lujo
Cerca de setecientos objetos reconstruidos a partir de unos 4.600 fragmentos metálicos
Ocho de cada diez piezas en el tesoro de Staffordshire son guarniciones de armas, sobre todo de espadas. Con ello se confirma que pasajes de Beowulf que se tomaban por ficción eran realidad, como los botines enterrados con abundantes oro y plata, o la costumbre de arrancar el pomo a las espadas enemigas. Hay tal cantidad de estos que ya no se piensa que estuvieran reservados a los reyes: circulaban en toda la élite guerrera.
En cuanto a las cruces y los contados elementos no militares del tesoro, tenían menos valor sacramental que de talismanes para portar a la batalla. Esto explica las cruces dobladas –léase vencidas o humilladas– y el hecho de que haya tanto iconografía cristiana como pagana. El botín del rey Penda pertenece a una época de transición religiosa en la que la religión cristiana adoptó valores y formas beligerantes para seducir a una cultura guerrera como la anglosajona.
Por otro lado, la calidad artesanal de las piezas de Staffordshire dinamita la idea de pueblos semisalvajes. Pese a su agresividad, los reinos de la heptarquía sabían elaborar objetos de una refinada belleza, con complejos motivos geométricos, florales y animales (abajo, dos pájaros de presa con un pez). El dominio de la orfebrería era tal que hay talladas mallas casi microscópicas, con celdillas de apenas 0,63 mm y hasta de 0,15 mm por lado. Todo para que la joya reflejara más la luz.