Con los principios por delante
Para Marat, un pueblo tiene los políticos que se merece
Muchos políticos actuales reflejan la pobreza de su lenguaje también en los insultos. No era así en tiempos de la Revolución Francesa. Hombre de sólida formación clásica, Marat utilizó todo el peso de su elocuencia para atacar a quienes creía enemigos de la nación. Tras el fallecimiento de Mirabeau, por ejemplo, dijo que este había sido un traidor reincidente a la causa popular. Siempre había procurado que el rey conservara en sus manos todos los resortes del poder. Sin embargo, aparecía ante la opinión pública como un salvador de la patria. A Marat eso le sacaba de quicio, y por eso pinta con los más negros colores al “pérfido”. A su juicio, los que pensaban que su desaparición había sido una calamidad pública eran unos pobres ingenuos.
El general Lafayette (arriba a la dcha., en un cuadro de John Ward Dunsmore, c. 1907) también estuvo en el centro de su diana particular. Al principio le había admirado por ser un héroe en la lucha por la independencia de Estados Unidos. Más tarde se convenció de que era un peligro para la democracia. No le perdonaba que hubiera transformado la Guardia Nacional, una milicia ciudadana, en un cuerpo casi profesional, susceptible de ser utilizado contra el pueblo. Lafayette, como Mirabeau, habría vendido sus servicios a la corte de Luis XVI.
Con esta violencia verbal, Marat pretende que los franceses permanezcan vigilantes en la defensa de sus derechos. No es un demagogo que dice lo que el público quiere escuchar, sino un político que no duda en encararse con sus conciudadanos si hace falta. En cierta ocasión afirma que si el pueblo es cobarde y estúpido, terminará sus días en el oprobio y la esclavitud.