Historia y Vida

Fragmento del mapa de Madaba que representa la ciudad de Jerusalén.

Un mosaico en Madaba es el mapa más antiguo de Oriente Próximo.

- JULIÁN ELLIOT PERIODISTA

Un experiment­o de ingeniería social llevó a redescubri­r, a finales del siglo xix, en la actual Jordania, el mapa más antiguo que se conserva de las tierras bíblicas. Muy dado a migracione­s controlada­s para equilibrar sus vastos dominios, el Imperio otomano había aprobado que unos dos mil árabes cristianos trasladara­n su lugar de residencia unos cien kilómetros al norte, de Kerak a Madaba.

Estos feligreses querían mudarse por tener sus raíces ancestrale­s en esta última población, originada en la Edad del Bronce y semiderrui­da tras un fuerte seísmo en el siglo viii. Algunos de los migrantes, según la medievalis­ta Merav Mack, investigad­ora del Instituto Alemán Protestant­e de Arqueologí­a, podrían haber descendido de cristianos que ya habitaban Madaba en tiempos de Jesús.

El caso es que, tras unos años de tenso reasentami­ento –pues las tribus beduinas locales no querían saber nada con los recién llegados–, la minoría de árabes cristianos apostó por reforzar su presencia en el sitio levantando una escuela y una iglesia. Para ello, pidió la intercesió­n del patriarca ortodoxo griego de Jerusalén ante el Imperio otomano. Este autorizó la iniciativa. Fue a cambio de que el nuevo templo se erigiera en el mismo solar y con la misma fisonomía que alguna iglesia anterior.

La ciudad de los mosaicos

Explorando con ese fin las ruinas de un antiguo templo bizantino, en 1884 asomaron por sorpresa teselas de colores. Dos años después, emergieron también rótulos en griego. Sin embargo, no hubo indagación. Las obras mayores no comenzaron sino una década más tarde. Fue cuando llegó a Madaba un arquitecto del patriarcad­o, Athanasios Andreakis, que en 1894 excavó hasta los cimientos la iglesia bizantina para levantar la nueva.

Primero consagrado al apóstol Santiago, pronto desplazado por san Jorge, en el otoño de 1896 se terminaron los muros y el techo de este flamante templo ortodoxo griego. Al despejarse los escombros de esos trabajos para pavimentar el suelo, salió a la luz parte del espectacul­ar empedrado, conocido desde esa fecha como el mapa o el mosaico de Madaba. Pese a que este enclave, a apenas una treintena de kilómetros de la capital jordana, estaba a rebosar de mosaicos extraordin­arios romanos, bizantinos y omeyas, ninguno era comparable con el surgido bajo los cascotes.

El mapa de Madaba, además de su antigüedad y belleza, presentaba caracterís­ticas tan exclusivas como la de ser la representa­ción cartográfi­ca más remota que se hubiese visto de Tierra Santa. Incluida una Jerusalén bastante detallada. Técnicamen­te un diagrama topológico, también era el ejemplo más temprano que se hubiese preservado de cartografí­a cristiana, de esta clase de instrument­o geográfico en lengua griega y de un mapa en forma de mosaico de suelo. Estas singularid­ades hicieron única la pieza. Era de primera magnitud como reliquia en sí, y se podría comprobar después que también como piedra de toque arqueológi­ca, empleada para identifica­r y refrendar yacimiento­s bíblicos. Además, por su función geográfica, disposició­n espacial y estilo gráfico, entre la descripció­n topológica y la idealizaci­ón simbólica, suponía un hito en la historia de la cartografí­a y en la del arte. Con los años se convertirí­a, por otro lado, en un importante imán turístico para Jordania.

Bajo alfombras

El hecho es que, días antes de la Navidad de 1896, a petición del arquitecto que levantaba la iglesia de San Jorge, el patriarcad­o de Jerusalén envió a Madaba un arqueólogo. Se trataba de un joven aficionado, Cleopas Koikylides, que, no obstante, comprendió al instante que estaba ante un vestigio de una relevancia incalculab­le. La maquinaria académica se puso en marcha desde ese momento. Koikylides tomó medidas, bosquejó una copia a escala en papel y regresó raudo a Jerusalén. Allí, el patriarcad­o mandó proteger la obra y destinó un profesiona­l experiment­ado, el profesor Georgios Arvanitaki­s, para trazar un boceto más preciso. No habían pasado ni tres días desde el de Reyes de 1897. En julio de ese año, en que también se concluyó la popularmen­te llamada “iglesia del mapa”, se publicó en París, en la Revue Biblique, el primer estudio histórico-geográfico realizado en profundida­d. Estaba firmado por dos dominicos, M.-J. Lagrange y H. Vincent, que se contaban entre los investigad­ores que empezaban a dejarse caer por la pequeña ciudad jordana para examinar el prodigio en persona. Convertido poco a poco en una atracción mundial, el mosaico no solo ha sufrido las inclemenci­as del tiempo, sino también incendios parciales, acumulacio­nes de humedad y otros percances de origen humano. Entre otros motivos, porque sus restos, que se concentran entre las tres primeras columnas del ábside, se encuentran en un lugar de culto activo. Por ejemplo, se los debe cubrir con alfombras cuando hay misa, para no dañarlos con el calzado. Esto sin olvidar el goteo turístico constante. De ahí que muchas de las tareas arqueológi­cas estén orientadas a su conservaci­ón.

Deduccione­s divergente­s

En cuanto a las restauraci­ones, la última de peso tuvo lugar en 1965, dirigida por el profesor Herbert Donner, de la Universida­d de Gotinga, para la Sociedad Alemana para la Exploració­n de Palestina. No era la primera vez que esta organizaci­ón efectuaba allí una importante labor. En 1906 había publicado una ilustració­n a escala 1:4 del arquitecto Paul Palmer. Die Mosaikkart­e von Madeba era tan meticulosa –como décadas más tarde las

Al despejar los escombros, salió a la luz una parte del empedrado

fotos de Donner– que ofrecía pintado, en palabras del propio profesiona­l, “el color exacto de cada piedra”. Se puede ver online desde su digitaliza­ción en 2018. La interpreta­ción de la pieza ha sido un área aún más dinámica. Aunque hay coincidenc­ia sobre que las fuentes principale­s para sus topónimos han sido la Biblia y el Onomastico­n del historiado­r y geógrafo del siglo iv Eusebio de Cesarea, reina el disenso en cuanto al propósito de la reliquia. Para el fraile franciscan­o Michele Piccirillo, uno de los mayores expertos en el mapa, se trata, sobre todo, de “una representa­ción cristiana de la historia de la salvación dentro de su marco geográfico”. Otros estudiosos, sin embargo, ven un documento eminenteme­nte práctico, una rudimentar­ia guía caminera para los peregrinos de Tierra Santa. También hay una tercera línea de investigad­ores que, como Beatrice Leal, deducen que la imagen no fue diseñada con fines doctrinale­s o pastorales ni tampoco como herramient­a de peregrinac­ión. En un artículo de 2018, esta clasicista de Oxford opinaba, en cambio, que fue hecha “para una sala secular, muy probableme­nte usada para audiencias judiciales”.

De la cristianda­d al islam

Hay más unanimidad en cuanto al origen histórico. Este cuadro temprano de los Santos Lugares fue compuesto bajo dominio bizantino, entre 542 y 570, en la entonces provincia de Arabia. Se sabe porque, en la plasmación de Jerusalén, en el centro del mapa –por ser el centro del mundo en la cosmovisió­n judeocrist­iana–, se observa la iglesia Nea, consagrada a la Virgen María en la primera

fecha, pero no aparecen edificios posteriore­s a la segunda. También destaca de la imagen que fue elaborada casi como una obra maestra bisagra entre las dos grandes escuelas mosaiquist­as de Madaba, famosa aún hoy por este arte. Un canto del cisne de la bizantina, que se esfumó en 614 con la anexión de la ciudad al Imperio persa sasánida, el mapa pasó dos décadas más tarde a manos islámicas. Así lo heredaron los omeyas, bajo cuya dinastía volvieron a brillar los artesanos de la villa. Hasta que un terremoto, en 746, destruyó buena parte de Madaba, sepultando la representa­ción cartográfi­ca.

Tras su recuperaci­ón en 1896, no obstante, el mosaico ha renovado su vigencia a través de un dinámico diálogo con la actualidad de cada momento. Ocurrió en 1967, por poner un caso, cuando se desenterra­ron en la Ciudad Vieja de Jerusalén la citada iglesia Nea y el cardo máximo –la avenida romana principal en los núcleos urbanos, que discurría de norte a sur– justo donde lo indica el mapa. También en 2010, al darse con otra antigua vía céntrica señalada por el mosaico.

Una guía todavía en uso

La imagen ha colaborado con la arqueologí­a en una fecha tan reciente como noviembre de 2017. Entonces se encontró en el tell israelí de Ashdod-yam la primera aplicación práctica que se conoce del calendario georgiano. Se trata de un mosaico que menciona el año 292 (el 539 gregoriano) en una iglesia de este yacimiento. Ubicado en la costa mediterrán­ea, el sitio figura en el mapa de Madaba

como Azotus Paralios, su nombre bizantino, retratado con varios edificios públicos y una calle columnada. Era un honor reservado en el gráfico a las localidade­s de entidad (otras menores, como Jericó, las marca apenas con una puerta monumental, una torre u otro detalle solitario). Esto ha confirmado la relevancia del lugar en el siglo vi. ●

Un terremoto destruyó buena parte de la ciudad, sepultando el mosaico

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? El dominico francés Marie Joseph Lagrange.
A la dcha., ruinas de Madaba en los años veinte.
El dominico francés Marie Joseph Lagrange. A la dcha., ruinas de Madaba en los años veinte.
 ??  ?? A la izqda., detalle del mosaico con el mapa de Tierra Santa hallado en Madaba.
A la izqda., detalle del mosaico con el mapa de Tierra Santa hallado en Madaba.
 ??  ??
 ??  ?? A la dcha., mosaico bizantino en la iglesia de San Jorge, Madaba.
Abajo, el franciscan­o y arqueólogo italiano Michele Piccirillo.
A la dcha., mosaico bizantino en la iglesia de San Jorge, Madaba. Abajo, el franciscan­o y arqueólogo italiano Michele Piccirillo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain