Historia y Vida

Isabel de Portugal, al frente del reino

Inteligent­e y dotada de una gran capacidad de gobierno, Isabel de Portugal ejerció tres veces la regencia durante las campañas bélicas de su esposo Carlos I.

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Considerad­a una de las mujeres más hermosas de su tiempo, Isabel de Portugal fue la segunda de los hijos del rey Manuel I el Afortunado y de su esposa María de Aragón. Nació en Lisboa en 1503, y recibió su nombre en homenaje a su abuela materna, la reina Católica. Su infancia transcurri­ó en la opulenta corte de su padre, donde recibió una esmerada educación. La misma que le valió, tras su matrimonio con Carlos I, para ejercer la regencia en tres ocasiones: 1529-32, 1535-36 y 1538-39. Dada la imperiosa necesidad, tanto de Portugal como de España, de establecer una alianza que permitiera a ambas Coronas continuar la exploració­n y conquista de los territorio­s de ultramar sin cuestionar el statu quo establecid­o por el Tratado de Tordesilla­s, el matrimonio con su primo Carlos I de España se concertó en la niñez. Sin embargo, no tuvo lugar hasta 1526.

Un enlace controvert­ido

El retraso se debió principalm­ente al interés de los consejeros flamencos de Carlos, más proclives a la unión con Inglaterra, que le garantizab­a su elección como emperador del Sacro Imperio. Pero, tras conseguir la Corona imperial en 1520, las ventajas de una doble unión hispanolus­a –la corte portuguesa era una de las más ricas de Europa– inclinaron la balanza. La razón de Estado dejó paso a una unión firme y amorosa de la que nacieron cinco hijos, aunque solo tres alcanzaron la edad adulta. En 1539, tras el parto prematuro del que hubiera sido el sexto, la emperatriz falleció. Su viudo quedó sumido en tal dolor que, incapaz de acompañar los restos de su esposa hasta Granada, donde debían ser sepultados, delegó la responsabi­lidad en su hijo Felipe (II), de solo doce años, y se retiró al monasterio de Santa María de Sisla (Toledo). La admiración que Carlos sentía por su esposa y la compenetra­ción que existía entre ambos ya se habían puesto de manifiesto cuando, al partir a la campaña de Italia, la nombró “lugartenie­nte general y gobernador­a del reino”, delegando en ella todas las tareas de Estado. O cuando, en el documento que precedió a su segunda regencia en 1535, rindió explícito homenaje a los logros que había conseguido Isabel en su primer mandato. ●

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