Entre libros
La historia de Sturzo, el sacerdote italiano que se opuso a nuestra guerra civil
Revisamos los recientes lanzamientos sobre el italiano Luigi Sturzo, cuatro grandes reinas de la Inglaterra medieval, el general y político Manuel Gutiérrez Mellado, el seductor Casanova y el nivel de introducción del crimen en la Roma antigua.
La Guerra Civil española acostumbra a verse como un enfrentamiento entre dos bandos irreductibles, franquistas y republicanos, como si las posiciones intermedias nunca hubieran existido. Eso es así porque han corrido ríos de tinta sobre las “dos Españas”, pero apenas sabemos nada de la gente que intentó superar ese antagonismo. De hecho, se dieron intentos para alcanzar la paz, que no por fallidos dejan de ser relevantes. El veterano hispanista Alfonso Botti, conocido por clásicos como Cielo y dinero (Alianza, 1992), su importante estudio sobre el nacionalcatolicismo, rescata ahora una figura clave en esta lucha por la concordia: el sacerdote italiano Luigi Sturzo (1871-1959). Hombre de profundas convicciones democráticas, Sturzo consiguió ganarse la antipatía tanto de la Italia fascista de Mussolini como del Vaticano, a los que incomodó por igual con sus ideas avanzadas. Tuvo por ello que exiliarse en Gran Bretaña. Más tarde, durante los años treinta, se relacionó con algunas figuras del ala más liberal del catolicismo español, como Ángel Ossorio y Gallardo o Alfredo Mendizábal. Botti ha estudiado a fondo la correspondencia que mantuvieron, además de sumergirse en otras fuentes, como las del Archivo Apostólico Vaticano o la prensa de la época. Consigue con ello un fresco tridimensional del papel de la Iglesia en aquellos trágicos momentos. Su investigación está llena de luces y sombras, con esos matices que tan a menudo echamos en falta en los relatos al uso.
Buen conocedor de España, Sturzo lamentaba que sus ciudadanos prefirieran las soluciones de fuerza a la alternancia pacífica de los partidos. Cuando se produjo el denominado “alzamiento”, no dudó en condenarlo por provocar un mal superior a cualquier supuesta ventaja que se pudiera obtener por este camino.
La lucha de un hombre de paz
A partir de ese momento, alzó su voz para proponer una solución negociada. Estaba seguro de que la victoria de uno de los dos bandos no iba a serenar los espíritus, sino a traer más odio y deseos de venganza. Creía que la violencia resultaba inaceptable viniera de donde viniera. Por eso rechazó tanto la represión franquista como la del lado republicano. Propugnaba una Iglesia que no fuera parte beligerante, sino que ejerciera un constante trabajo de mediación.
Se apartaba así de unos obispos españoles que habían apoyado sin reservas a Franco a través de su célebre Carta Colectiva de 1937.
Pero la posición del episcopado hispano no coincidía con la de la Santa Sede, mucho más matizada. Pío XI, preocupado por la influencia nazi en España, no reconoció al gobierno de los “nacionales” hasta 1938. Así, por sorprendente que parezca, las tensiones entre los representantes de Franco y el Vaticano fueron continuas. Botti aporta una crónica exhaustiva de estos desencuentros y dibuja muy bien la ambigüedad de Roma: simpatizante del alzamiento, pero a la vez lo bastante prudente como para no entregar un cheque en blanco.