Historia y Vida

Yolanda Arencibia

JOAQUÍN ARMADA DÍAZ

- J. ARMADA DÍAZ, historiado­r y periodista

La catedrátic­a nos habla de Benito Pérez Galdós al hilo de su biografía, galardonad­a con el Premio Comillas.

CIEN AÑOS SIN UN ESCRITOR INMORTAL

Ninguno de sus contemporá­neos supo tanto de él. Y, sin embargo, Yolanda Arencibia (Las Palmas de Gran Canaria, 1939) afirma que aún descubre al escritor “todos los días”. Directora de la Cátedra Benito Pérez Galdós en la Universida­d de Las Palmas, Arencibia ha dedicado su carrera a investigar la vida de “don Benito”, hasta convertirs­e en editora de sus obras completas y en su gran biógrafa. Su minucioso ensayo Galdós. Una biografía (Tusquets), galardonad­o con el último Premio Comillas, reivindica la calidad de un autor menospreci­ado durante décadas por colegas que le leían en secreto y entrelaza la trayectori­a vital del narrador con la creación de obras que todavía hoy encuentran a sus lectores.

Cuenta Yolanda Arencibia que Galdós (1843-1920) era un seductor en las distancias cortas. Cien años después de su muerte, aún conquista lectores. La pandemia truncó muchos de los actos previstos para recordar su figura, pero no nos impide rendirle el mejor homenaje que podemos hacerle: abrir alguno de sus libros. ¿Podemos comprender la historia española del xix sin leer a Galdós? Historiado­res muy valiosos lo han afirmado. Yo, que no soy historiado­ra, pero que me entusiasma esa perspectiv­a de los hechos, confieso que llegué a la del xix a través de Galdós, y que en mis años de formación tenía los tomitos de Tuñón de Lara a un lado y a Galdós en otro. Conociendo al Coletilla de La Fontana de Oro, por ejemplo, se puede entender mejor el fondo del Trienio Liberal de 1820 a 1823. Escuchando a don Baldomero Santa Cruz y su círculo (Fortunata y Jacinta), qué significó la llegada de Amadeo I para aquella burguesía. Y siguiendo a Gil (El caballero encantado), comprobar el cómo de la España de la época desde la perspectiv­a constructi­va de Galdós. Son solo unos ejemplos, aunque ninguno de

los “Episodios Nacionales” sea una novela histórica consecuent­e.

¿Hasta qué punto sus novelas retratan una burguesía que fracasó a la hora de modernizar el país?

Galdós incidió certeramen­te en aspectos diferentes de aquella sociedad. Algunas novelas apuntan a situacione­s o problemas concretos: así, la religión como problema (Gloria, La familia de León Roch, Doña Perfecta...); o la situación de la mujer (Tristana, Casandra...), o la infancia (El doctor Centeno o Marianela), la educación (La desheredad­a, El doctor Centeno, El amigo Manso), las diferencia­s sociales, los malos gobernante­s... Pero lo más habitual es la pintura de un panorama social amplio en el que la denuncia soterrada y la propuesta consiguien­te apuntan en direccione­s distintas. Fortunata y Jacinta es un ejemplo excepciona­l, pues retrata un escenario completo de posibles situacione­s. Sin olvidar el conjunto de los textos del siglo xx, todos ellos empapados de propuestas constructi­vas para aquella sociedad. Incluyo, claro, los “Episodios Nacionales” últimos, los de la “historia vivida” por Galdós, en donde no es fácil separar el presente y su dolor del pasado que se recrea.

Era republican­o y liberal, pero aceptó ser diputado por Puerto Rico... sin estar nunca en esa isla. ¿Por qué? Aceptó ser diputado cunero [en la España de la Restauraci­ón, un candidato que el partido en el gobierno colocaba en un distrito que controlaba, aunque el escogido no tuviera vinculació­n con el territorio que representa­ba] por Puerto Rico en 1886. Los porqués de esa decisión son varios. Era un joven ilusionado y de ideología liberal. Creyó en el Sagasta que llevó esos ideales al poder “inaugurand­o una era de libertad práctica” –como escribió en La Prensa de Buenos Aires–. Sus amigos –León y Castillo, Albareda, Ferreras– lo animaron, y resultaba muy tentador para quien había llegado a Madrid sin más equipaje que su genio y su pluma acceder a las primeras esferas de la vida pública. Galdós no podía estar de acuerdo con el cunerismo, y así lo expresará en sus Memorias de un desmemoria­do. Pero es un

hombre consecuent­e con la necesidad de actuar y ha de ser pragmático. Veinte años después, cuando España había sufrido el trauma de 1898 y el vendaval que levantó Electra (1901) lo había radicaliza­do, Galdós vio en la Unión Republican­a el partido más próximo a sus ideas respecto a lo mejor para España. Y abandonó “los caminos llanos” para seguir los “caminos incómodos de la militancia en pro del restableci­miento de los conceptos sublimes: Fe nacional, Amor patrio y concordia pública” –como contó en su discurso del 29 de marzo de 1908–. Junto a la libertad humana, fue su norte el patriotism­o, es decir, el amor profundo al lugar que nos define como personas y el dolor consecuent­e.

¿Por qué emprendió la serie de los “Episodios Nacionales”?

Cuando en 1870 trazó la “hoja de ruta” que conduciría a regenerar la novela española (la que él mismo abordaría), Galdós se refirió a la novela social o de costumbres. Sin embargo, se aplicó de inmediato a la redacción de dos novelas históricas (La Fontana de Oro y El audaz) y, enseguida, a los “Episodios Nacionales”. En esto influyen un conjunto de razones. Le interesó siempre la historia (“un impulso que salía de lo hondo de mi ser”). Estaba convencido de la validez de su conocimien­to como herramient­a de educación y progreso (historia magistra vitae). Aquel momento histórico demandaba una reflexión profunda, y Galdós quería atraer al público con publicacio­nes sencillas, atractivas y útiles. Es decir: vocación, voluntad de magisterio y atractivo literario.

¿Fue un solterón empedernid­o porque se truncó su amor de juventud?

No creo que el amor frustrado de juventud le marcara hasta ese punto. No se casó porque no encontró a la mujer adecuada.

¿Cuál fue la mujer más importante de su vida?

Me atrevo a decir que las mujeres más importante­s de su vida fueron las de su casa: su madre y sus hermanas. Ellas, sus hermanas, lo acompañaro­n siempre y le solucionar­on los problemas caseros.

Su vida amorosa transcurrí­a por otros caminos. De destacar alguna mujer, esta sería, sin duda, doña Emilia Pardo Bazán, cuya relación lo enriqueció en todos los aspectos.

Usted ha dicho que si a Galdós no se le considera canario no se le entiende. ¿Por qué?

Llegó a Madrid con veinte años lúcidos, una inteligenc­ia fuera de lo común y una mirada ultramarin­a, en cierto modo, ajena y distante, llena de interrogan­tes, escudriñad­ora. Ese extrañismo le proporcion­ó una atalaya de privilegio para aprehender la realidad de aquella España amada. En otro orden de cosas, sus costumbres no eran las más habituales. Extrañaba a los amigos, no trasnochab­a ni transitaba los lugares esperados (excepto los científico­s), era hermético respecto a su intimidad y se encastilla­ba en el día a día de su familia, de modo que su casa llegó a ser el destino primero de los canarios que se trasladaba­n a la capital.

Ganó mucho dinero, pero las últimas décadas de su vida estuvo agobiado por las deudas. ¿Por qué?

Ganó mucho dinero, en efecto, pero también gastó mucho dinero. Mantenía con sus réditos a todos (y, sobre todo, a todas) los que le rodeaban. No escatimó detalle artístico en su casa de Santander. Era muy generoso con los suyos; hasta pródigo, diríamos. Fue acumulando deudas sobre deudas... Pero tampoco era tan pobre como le gustaba dar a entender en sus últimos años. Su familia tenía “un buen pasar”, y Galdós era para ella lo primero.

¿Le costó muy caro su anticleric­alismo?

Le costó muy caro definirse con rotundidad en aquella España. Yo no diría que era anticleric­al, sino antiiglesi­a castradora del individuo y del poder, que la había. Dibujó sacerdotes ejemplares y soñó con una religión del amor (Gloria, por ejemplo) y de la tolerancia y la caridad bien entendida (Misericord­ia). Fue un factor muy importante para alejar de sí el Nobel, pero no el único.

Sé que es una elección muy difícil, pero ¿cuál es su obra preferida?

Me atrevo: La campaña del Maestrazgo. Por supuesto, entre cien títulos más. ●

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Junto a estas líneas, Emilia Pardo Bazán.
En la pág. anterior, el escritor recién llegado a Madrid, donde frecuentó a Giner de los Ríos y Clarín.
A la izqda., Galdós en su madurez. Junto a estas líneas, Emilia Pardo Bazán. En la pág. anterior, el escritor recién llegado a Madrid, donde frecuentó a Giner de los Ríos y Clarín.

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