Los rifles del salvaje Oeste
El Ejército protegió la frontera con unas armas a las que también tenían acceso los indios gracias al comercio ilegal
En la segunda mitad
del siglo xix, el ejército estadounidense tuvo dos rifles de cabecera: el Springfield –adaptado del modelo de chispa previo para poder emplear un cartucho autónomo– y, sobre todo, el Spencer, con carga por la culata y capacidad para siete cartuchos del calibre 45, empleado por la caballería en su versión carabina. Gracias a su potencia y precisión a gran distancia, el Spencer fue uno de los rifles preferidos por los cazadores de búfalos.
Durante la guerra civil,
algunos soldados pudieron probar el rifle de repetición Henry, de quince disparos, y lo reclamaron como arma principal cuando se extendieron los conflictos con los indios.
Pero el Henry costaba cuatro veces más que el Springfield, y aún más caro resultaba el Winchester (abajo a la dcha.), que nació de una versión mejorada del Henry, en 1866. Irónicamente, los indios sí tenían acceso a rifles de repetición a través de los comerciantes ilegales (comancheros).
Tras la masacre de
Little Bighorn (1876), se denunció que el signo de la batalla habría sido otro si los soldados hubieran tenido armas automáticas. El Ejército, sin embargo, opinaba que el problema era la puntería de la tropa, a la que antes de 1880 no se obligaba a hacer prácticas de tiro. A partir de ese año se estableció un mínimo de veinte rondas de entrenamiento anuales.