Historia y Vida

Rústico en España

Fernando el Católico buscó heredero para Aragón tras enviudar de Isabel.

- EDUARDO MAGALLÓN PERIODISTA

La iglesia parroquial

de La Losilla, en León, guarda un tesoro de gran valor. Allí se encuentra una inscripció­n en piedra caliza, desgastada por el paso de los años, en la que se entrevén unas líneas en latín que hacen referencia al mandato de Junio Rústico (arriba) como gobernador de Hispania Citerior.

El filósofo

y mentor de Marco Aurelio fue todo un hombre de Estado, y, gracias a este vestigio arqueológi­co, ahora sabemos que estuvo en la península en tiempos del emperador Antonino Pío, probableme­nte liderando la provincia que

admirado tutor contribuyó a crear esa obra que hoy sigue influyéndo­nos. “Quizá escribió como una forma de lidiar con este golpe, convirtién­dose en su propio maestro para sustituir las conversaci­ones con Rústico”, teoriza Robertson. Marco Aurelio se había quedado solo. Pero el estoicismo y las enseñanzas de Rústico le acompañarí­an siempre. Iba a necesitar de aquellas máximas, pues ante él se extendía un imperio en llamas que lo mantendría en jaque hasta el fin de sus días. le había tocado en suerte desde Tarraco, la actual Tarragona, en años difíciles de determinar.

¿Qué hace

entonces una inscripció­n con su nombre en León? Es probable que Junio Rústico hiciera algún tipo de visita a la guarnición de la legión VII Gemina, acantonada en aquel entonces en León, y que, por ello, se dejara constancia por escrito de su paso por allí, según recoge el historiado­r Jorge Sánchezlaf­uente, quien investigó este hallazgo y lo hizo público. Una prueba más de que aquel Junio Rústico fue mucho más que un filósofo.

Resilienci­a estoica

Peste, guerra y rebelión. En la soledad más absoluta, Marco Aurelio habría de enfrentars­e a esa constante trilogía. En sus últimos años, el emperador habría de hacer frente, en primer lugar, a una campaña en el norte del Imperio, intentando frenar a los germanos y a los sármatas. Conocidas como guerras marcomanas, aquel conflicto llevó a Marco Aurelio a vivir en un clima frío, en el cual, según Dión Casio, no se desenvolví­a demasiado bien. Esa sensibilid­ad al frío, sumada a un cuerpo que ganaba en debilidad con el correr de los años, provocó que Marco Aurelio recurriese nuevamente a las enseñanzas de Rústico para soportar sus padecimien­tos. Minimizó el dolor, pensando en que si dolía era porque seguía vivo, y comandó a sus legionario­s en la frontera durante una década, mientras los dolores en pecho y estómago, así como un lacerante insomnio, lo constreñía­n. Pero aquella resistenci­a de la que hacía gala Marco Aurelio no era un don visible para muchos de los integrante­s del Imperio. Así, uno de sus generales, Avidio Casio, llegó a tacharlo de “anciana” filósofa. Aquel insulto escondía que Avidio Casio quería hacerse con el poder de un emperador que, probableme­nte, consideró acabado. Cuando en el año 175 corrió el rumor de que Marco Aurelio había muerto víctima de su debilidad senil, Avidio Casio se plantó ante sus legionario­s, dio el típico discurso de todo golpista y fue proclamado emperador por sus tropas. Al conocer el suceso, Marco Aurelio se apresuró a aclarar que, efectivame­nte, había estado enfermo, pero que seguía vivo y al mando de las legiones del norte, con las que se dispuso a enfrentars­e al usurpador.

En vez de dejarse llevar por la cólera, Marco Aurelio prometió el perdón a los legionario­s rebeldes. No quería ser derrotado por esa ira tan denostada por los estoicos, pero, al mismo tiempo, se preparó para actuar con violencia en caso de que fuera necesario. Y es que Rústico le había enseñado a combatir la ira, de acuerdo. Pero también que la intención de perdonar, o el conducirse según la razón, no significan mostrarse pasivo ante los acontecimi­entos. Esa vez, hubo suerte: los rebeldes recibieron el mensaje y algunos de ellos, pensando que quizá Avidio Casio era un obstáculo para su salvación, lo ejecutaron.

Ante la muerte

Campamento romano de Vindobona, en la actual Viena. El 17 de marzo de 180, el emperador estoico está a punto de morir. Hace llamar a uno de los soldados que lo custodian y le susurra un mensaje: “Id al sol naciente, pues yo ya anochezco”. Marco Aurelio es consciente de que su

Últimas palabras del emperador Marco Aurelio, obra de Eugène Delacroix, 1844. Museo de Bellas Artes de Lyon.

Consciente de su final, el sabio sorprende a todos por la serenidad que transmite

final se aproxima. A sus sesenta años, los médicos creen que tal vez es una nueva víctima de la peste antonina. Pero, pese a la inminencia de la muerte, el emperador sorprende a todos por la serenidad que transmite. Y es que Marco Aurelio, nuevamente, se deja guiar por las máximas del estoicismo. Ha aprendido a morir, que, según la ideología que sigue, es desaprende­r cómo ser un esclavo. Llama a su sucesor, Cómodo. Ha intentado educarlo, entregarle las enseñanzas que lo convertirá­n en un buen emperador.

Lo encomienda a sus generales. Le pide que continúe la guerra, que acabe con esos bárbaros a los que están a punto de someter. Después, al séptimo día de enfermedad, Marco Aurelio muere. Según el historiado­r Herodiano, el lamento del Imperio fue total. Cada ciudadano lloró la pérdida del “bondadoso padre”, el “noble emperador”, el “valiente general” y el “regente sabio y moderado”. Pero su legado, en manos de Cómodo, no iba a estar a salvo. Los estoicos habían enseñado a Marco Aurelio que jamás podría controlar las acciones de otros, y las de Cómodo, con Marco Aurelio muerto, iban a demostrars­e totalmente contrarias a sus últimas voluntades. El legado del Imperio zozobró. Por suerte, no fue lo único que dejó Marco Aurelio tras su muerte. Su carácter ha sido fuente de inspiració­n durante siglos. Su virtud, que, como todos los estoicos, probableme­nte creyó que era la mayor recompensa posible, ha servido de modelo a generacion­es. Y hoy, tantos años después de su muerte, seguimos recurriend­o a esas Meditacion­es plagadas de buenos consejos. Ese texto, en parte también legado de Rústico, Antonino y todos los modelos que inspiraron al propio Marco Aurelio, ha llegado hasta nosotros con la fuerza del eco de los siglos. Y al leerlo sigue penetrando en nuestras almas la máxima que el emperador estoico escribió para sí mismo: “No desperdici­es tiempo discutiend­o sobre cómo debería ser un hombre bueno. Solo sé uno”. ●

En 1509 nació un niño que a punto estuvo de acabar con España, poco después de que hubieran empezado a sentarse las bases del país con la unión dinástica de las Coronas de Castilla y Aragón. Ese niño –llamado

Juan– fue el hijo que Fernando el Católico tuvo con Germana de Foix, tras enviudar de Isabel la Católica. Apenas vivió veinticuat­ro horas; de haber sobrevivid­o, hubiera heredado el reino de su padre, la Corona de Aragón, lo que habría dado al traste con la unión monárquica que perdura hasta hoy. Fue quizá el momento en el que más cerca se estuvo de una fractura entre los dos territorio­s, puesto que ese inesperado desenlace hubiera desembocad­o en un conflicto europeo. La decisión de Fernando el Católico, buscando de manera activa un heredero

para Aragón, Cataluña, Valencia, Baleares, Nápoles y otros territorio­s, y fracturand­o la unidad de las dos Coronas, contrasta con la imagen que una parte de la historiogr­afía le ha concedido como padre de la patria. La intención del rey de romper con Castilla queda patente en la carta que envía al virrey de Cerdeña, Fernando Girón de Rebolledo, según relata Ernest Belenguer, profesor de la Universida­d de Barcelona: “Del preñado de la serenisima Reyna, nuestra muy cara y muy amada muger, somos cierto que vos entre los otros y todo esse Reyno havreis recebido el plazer que es razón speramos en Dios según el buen camino que fasta aquí ha llevado, suscederá en bien lo que sea servicio de Dios y consuelo de todos nuestros Reynos”. Belenguer dice que esta frase escrita por Fernando demuestra que “estaba pensando en su hijo pa

ra nombrarlo rey de la Corona de Aragón”. En los siguientes años, Fernando y Germana siguieron intentando tener descendenc­ia, pero sin éxito.

Error de cálculo

¿Por qué Fernando tira por la borda toda la política de unión y de engrandeci­miento de la Corona de Castilla y Aragón que había tejido décadas atrás junto a Isabel? “El factor humano es fundamenta­l en la historia. Fernando es un hombre de Estado capaz de hacer frente a los poderosos de su tiempo, como el rey de Francia, pero al mismo tiempo tiene una contestaci­ón interna muy fuerte. No olvidemos que sufrió un atentado en el Tinell en Barcelona”, contesta José Enrique Ruizdomène­c, catedrátic­o de Historia Medieval de la Universida­d Autónoma de Barcelona.

“Cree que la unión dinástica no ha sido lo que él pensaba, que no le quieren y que no termina siendo rey de Castilla”. Por eso, quizá urde una nueva estrategia política de la mano de los que considera, erróneamen­te, los futuros amos de Francia: la familia Foix. “Hay una cierta ceguera política ante la complejida­d de lo que se producía en Europa en la primera década del siglo xvi. Él es un hombre del pasado en ese sentido, ya que la historia va a ir muy deprisa y el mundo va a estar en manos del lobby de Borgoña. Enfrentars­e a eso es un error”, añade. Fernando, que muchos dicen que fue el inspirador de la obra de Maquiavelo El príncipe, es un hombre del Medievo que intenta adaptarse a los nuevos tiempos, reflexiona el historiado­r. Teniendo un hijo, el conflicto con Castilla hubiera sido casi inevitable. “Fernando el Católico asumió el riesgo, al casarse con Germana de Foix, por la extrema necesidad que tenía de la alianza con Francia para mantener su conquista de Nápoles (y la recuperaci­ón de Rosellón y Cerdaña) y defender su propia gobernació­n en Castilla frente a su yerno Felipe”, reflexiona Miguel Ángel Ladero Quesada, profesor de la Universida­d Complutens­e de Madrid.

Un mecanismo de defensa

“Fernando era un gran político, capaz de desarrolla­r a la vez una estrategia a largo plazo y una táctica a corto plazo. Al morir Isabel, Fernando perdió su poder en Castilla. Sus relaciones con su hija Juana y su yerno Felipe eran muy complicada­s. Se centró entonces en uno de sus objetivos más queridos, el control del Mediterrán­eo y de Nápoles. Para prote

izqda., a la

A su dcha., carta de Fernando el Católico al virrey de Cerdeña, Fernando Girón de Rebolledo, en 1509.

a estas líneas, alegoría de los dominios de Carlos V, obra de Cesare Dell’acqua.

En la pág. anterior, Desembarco en Valencia de Fernando el Católico y Germana de Foix, de José Ribelles, s. gerse de las maquinacio­nes de Felipe, era fundamenta­l pactar con Francia, y ese es el sentido de su matrimonio con Germana”, contesta María Ángeles Pérez Samper, catedrátic­a de Historia Moderna de la Universida­d de Barcelona. “Tal vez su empeño en conseguir descendenc­ia de Germana era una manera de proteger a la Corona de Aragón ante la gran incertidum­bre. No creo que estuviera dispuesto sin más a renunciar a la Corona de Castilla, pero la reina era Juana”, añade. Una Juana casada con Felipe el Hermoso, que recibió el sobrenombr­e de “la Loca” por sus estridenci­as, por lo que fue inhabilita­da para reinar. Belenguer es más taxativo, y sostiene que Fernando “veía más problemas en la unión con Castilla que si la Corona de Aragón se salía. Buscó el matrimonio para obtener la paz de Francia y frenar las ambiciones de Felipe el Hermoso”. La muerte prematura de Felipe (por haber bebido agua fría, según las crónicas de la época) trastocó nuevamente los planes de Fernando, ya que el heredero pasó a ser el hijo de este.

Si el niño Juan hubiera sobrevivid­o, a la muerte de Fernando el Católico habría tenido seis años. El heredero Juan hubiese contado con todo el apoyo de Francia para ocupar el trono, con su madre, Germana de Foix, a su lado. Los historiado­res son muy reacios a hacer elucubraci­ones sobre algo que no sucedió. No les gustan las ucronías. Lo que sí aceptan es que se habría generado un conflicto. Y en todo enfrentami­ento las consecuenc­ias son imprevisib­les. Quizá la Corona de Aragón hubiese acabado absorbida por Francia, o tal vez hubiese permanecid­o como reino independie­nte. O quizá, años más tarde, los caminos de Castilla y Aragón hubieran vuelto a converger.

La idea de España

Preguntado sobre si España nace con los Reyes Católicos, Belenguer reflexiona que ellos dan el primer paso, pero matiza que “en la cabeza tenían la palabra de la España medieval. No tienen la idea de que

El pequeño habría contado con el apoyo francés para ocupar el trono

esto sea la unión de un estado. La prueba es que, a la muerte de Isabel, ella lo deja todo a la hija, y no al marido”. La actitud de Fernando el Católico buscando un heredero que rompería la Corona tampoco parece remar en esa dirección de unidad. Para Ruizdomène­c, los Reyes Católicos llevan a cabo “la restitució­n de una unidad perdida administra­tiva romana. Deciden hacer la unión, pero con, como mínimo, cuatro o cinco reinos con realidades jurisdicci­onales muy diferentes entre sí. Van a crear la unión a través del respeto. No hablan del reino de España, sino de las Españas”.

A juicio de Ladero Quesada, “Fernando e Isabel tuvieron la idea y el proyecto de restaurar y mantener la unión de reinos de España –en lo que podían–, tomando como referencia del pasado el reino visigodo de Hispania consolidad­o en los siglos vi y vii. De cara al futuro, su obra produjo el nacimiento político de España, a partir de las ideas y las realidades históricas que ya existían antes”. Samper añade que “Fernando e Isabel querían construir una nueva monarquía, que abarcara toda la península y en que la Corona tuviera un poder fuerte, para evitar ser un juguete de otros poderes”. “No era –explica– una fusión, era una asociación para caminar conjuntame­nte en la misma dirección. Para ese proyecto se apoyaban, como era un pensamient­o común de los humanistas de la época, en la idea de la recuperaci­ón de una unidad ideal que identifica­ban con la Hispania romana, como manera de superar el tiempo del dominio musulmán”.

Cambio de rumbo

La personalid­ad del rey es tan compleja y poliédrica que, como recuerda Ladero Quesada, unos años después de intentar situar a su hijo Juan como heredero de Aragón, puso por escrito la indivisibi­lidad de la Corona de Castilla y Aragón. Fue en 1513, ante la propuesta del emperador Maximilian­o de dividir su herencia entre sus dos nietos (los hijos de Juana la Loca y Felipe el Hermoso). Fernando contestó que “de los reinos de las Coronas de Castilla y de Aragón, conviene a saber, todo lo de Spaña y de Navarra y los reinos de Nápoles y Sicilia y Mallorca e Ibiza, ningún reino se pueda desmembrar”.

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En la pág. opuesta, Los esponsales de Felipe el Hermoso con Juana de Castilla, por Alberto Durero. Junto xix.

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