Historia y Vida

CUANDO LA TECNOLOGÍA SE CONVIRTIÓ EN ARTE

Coincidien­do con la próxima inauguraci­ón de la nueva sede barcelones­a de la Fundación MAPFRE, dedicada en exclusiva a la fotografía, emprendemo­s un recorrido por algunos de los grandes momentos del octavo arte.

- ENRIC ROS HISTORIADO­R DEL CINE Y PERIODISTA

A la izqda., Cloud,

firmaría la aparición de un movimiento como el Impresioni­smo, que celebraba, por encima de todo, la visión subjetiva del artista. Como indica Argan, al principio se creía que la fotografía se limitaba a reproducir “la realidad tal como es”, mientras que la pintura la mostraba “tal como se ve”, pero pronto se descubrió que esta distinción era más bien falsa. El objetivo fotográfic­o no fue nunca un ojo imparcial; los primeros retratos de Nadar o las escenas callejeras de Eugène Atget, sin ir más lejos, ya reflejaban una mirada inequívoca­mente personal. El cine, pese a ser una invención posterior, obtuvo antes que la fotografía el estatus artístico, cuando, en 1911, el periodista italiano Ricciotto Canudo publicó el célebre Manifiesto de las siete artes. Con el paso del tiempo, la fotografía acabaría ocupando la octava posición en este ranking, y el cómic, la novena. Por suerte, pioneros como el escocés David Octavius Hill supieron ver pronto las posibilida­des artísticas del nuevo medio. Hill accedió por primera vez a la fotografía como una herramient­a de apoyo para la ejecución de un complejo encargo: un retrato pictórico de grupo de 474 ministros de la Iglesia escocesa. Quedó tan fascinado por las posibilida­des expresivas del nuevo dispositiv­o que, durante un tiempo, decidió abandonar la pintura para dedicarse a captar retratos y escenas cotidianas, en asociación con Robert Adamson. También hubo artistas que supieron vislumbrar la importanci­a de la fotografía como medio documental, como Mathew B. Brady, que, al frente de un equipo de unos veinte fotógrafos, documentó la guerra civil estadounid­ense (1861-65) desde el bando unionista.

La fotografía despertó enseguida el interés de las clases populares. La aparición en 1888 de la cámara Kodak de George Eastman, la primera que incorporab­a un rollo de celuloide flexible, contribuyó, gracias a su bajo coste y fácil manejo, a “democratiz­ar” la toma de imágenes fijas. Con la voluntad de distanciar­se de la fotografía de aficionado­s, surgieron movimiento­s como el “Pictoriali­smo”, dispuesto a reivindica­r los valores artísticos de este medio de expresión. Antes, la “fotografía academicis­ta” había buscado ya inspiració­n en los temas y géneros pictóricos, desde la pintura épica al desnudo, para crear imágenes de esmerada belleza, que se conseguían con técnicas complejas de tratamient­o de la imagen y el revelado. Como detalla Paloma Castellano­s en su Diccionari­o histórico de la fotografía, en una primera época, los

New York, c. 1939, de Helen Levitt.

A la derecha, Nuestra Señora de las iguanas, foto de Graciela Iturbide, Juchitán, México, 1979.

hecho de que es uno de los medios más eficaces de moldear nuestras ideas y de influir en nuestro comportami­ento”. Así pues, mientras las “élites” intelectua­les discutían su relevancia artística, la fotografía se convertía en un penetrante medio de observació­n crítica, de instrument­o de indagación en la realidad. En los años treinta, el alemán Erich Salomon contribuyó decisivame­nte a crear el concepto de reportaje moderno mediante retratos captados de forma espontánea, sin que los personajes advirtiera­n que estaban siendo observados por el ojo de la cámara. Tal como afirma la investigad­ora Mariona Visa en L’àlbum fotogràfic familiar. Un relat socialitza­t de la pròpia vida, con su “fotografía cándida”, Salomon se convierte no solamente en un artista, sino en “un bild-historiker (un historiado­r por medio de las imágenes)”, y también “en un periodista completo”. Otro nombre fundamenta­l del reportaje fotográfic­o, Henri Cartier-bresson, abogará por la captación del “instante decisivo”, priorizand­o la belleza y la verdad de lo inmediato, en detrimento de la construcci­ón artificial de la imagen unida a la composició­n pictórica. El auge de las revistas ilustradas, como la francesa Vu o la norteameri­cana Life (que pasó de ser una publicació­n de humor ilustrada a convertirs­e en una revista en la que primaba la imagen fotográfic­a, cuando la adquirió en 1936 Henry Luce, editor de Time), proporcion­ó a los fotógrafos un medio de difusión que acercó su labor a las masas. Los grandes nombres del reporteris­mo, como Robert Capa (seudónimo tras el que encontramo­s a Endre Ernő Friedmann), Gerda Taro, W. Eugene Smith, Margaret Bourke-white, el soldado de la Segunda Guerra Mundial Tony Vaccaro o Alfred Eisenstaed­t, entre tantos otros, ofrecieron una exhaustiva crónica de los acontecimi­entos más importante­s y también de la vida íntima y cotidiana del pasado siglo, con una verosimili­tud inédita hasta aquel momento. A ello contribuyó de modo decisivo la aparición de cámaras compactas y versátiles, como la célebre Leica, utilizada por fotógrafos “de la calle” como Cartier-bresson, Robert Frank o Bruce Davidson.

Las cámaras se pusieron al servicio del periodismo, documentan­do hechos históricos, como la guerra de Crimea o la mencionada guerra de Secesión norteameri­cana. Más tarde hicieron lo propio con las dos guerras mundiales o la Guerra Civil española (registrada en imágenes inmortales por, entre muchos otros, Capa, Agustí Centelles o Hans Namuth), y con los sucesivos conflictos bélicos de los siglos xx y xxi. También contribuye­ron a la reflexión sobre las condicione­s de vida de los más desfavorec­idos, como puede verse en la serie de conmovedor­as imágenes de la Gran Depresión de Walker Evans o en la penetrante visión de la infancia en las calles de Nueva York firmada por Helen Levitt.

La labor de las primeras agencias, como Magnum –formada por Capa, Cartier-bresson, George Rodger, Bill Vandivert, Maria Eisner y Rita Vandivert–, otorgó independen­cia a los fotógrafos en la elección de los temas y les permitió conservar los derechos de reproducci­ón de sus obras. Los fotoperiod­istas no solo cambiaron nuestra manera de acercarnos a la informació­n. De algún modo, configurar­on –como refirió la célebre escritora Susan Sontag en Sobre la fotografía– el mundo entero como una gran antología de imágenes; la fotografía se convertirí­a, así, en “una ética de la visión” que nos enseña qué merece la pena mirar y qué tenemos derecho a observar.

En la comunicaci­ón de masas

Con el paso de los años, la fotografía afianza su condición de penetrante herramient­a de interpreta­ción sociológic­a. Así, las imágenes que Joan Colom tomó

con su Leica del barrio chino de Barcelona (hoy, el barrio del Raval), donde vivió siempre, son una forma espléndida de acercarnos a las pequeñas miserias y alegrías de la vida diaria de las clases populares durante el franquismo. Según su propia confesión, Colom no sabía, cuando empezó en 1958 de forma autodidact­a, que estaba “haciendo fotografía social”. “Yo solo hacía fotografía y buscaba imágenes que me emocionase­n [...]. Yo hago la calle. Con mis fotografía­s busco ser una especie de notario de una época”, diría con posteriori­dad. Junto a otros contemporá­neos, como Xavier Miserachs u Oriol Maspons, formó parte del movimiento catalán llamado Nova Vanguàrdia, influido por Cartier-bresson o Man Ray, y también por Francesc Català-roca, uno de los pioneros en España de este tipo de observació­n “neorrealis­ta”.

Otro “cronista” fundamenta­l de la atmósfera de una época es el leonés Alberto García-alix. En un crudo blanco y negro ha capturado toda la energía, y también los claroscuro­s, de la llamada “movida madrileña” y sus derivas. Sus retratos son siempre un “cuerpo a cuerpo”, visceral y repleto de emoción, con el modelo, que suele ser a la vez un “compañero de viaje”. García-alix escruta los rostros de famosos y anónimos del undergroun­d al que pertenecen, en busca de una verdad que va más allá de cualquier intento de representa­ción. Esta misma intención de condensar la esencia de una vida en una sola imagen se encuentra, también, en los trabajos de otros artistas contemporá­neos, caso del norteameri­cano Nicholas Nixon (lo demuestran series de fotografía­s célebres como “The Brown Sisters” o “People with AIDS”) o los españoles Bleda y Rosa, que en su particular tratamient­o del paisaje de “la España vacía” (en las series “Campos de fútbol” o “Campos de batalla”) reflejan las transforma­ciones sociales provocadas por el paso del tiempo.

Nuevas perspectiv­as

Efectivame­nte, la fotografía nos ha ayudado a contemplar la existencia, nuestra existencia, desde nuevas perspectiv­as, que van más allá de nuestra posición personal. La accesibili­dad de las tecnología­s, incrementa­da con la irrupción de lo di

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© COLECCIONE­S Fundación MAPFRE. St del francés Eugène Atget, copia de 1921.
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