La soledad de la fama
Tal vez el momento decisivo en su vida fue cuando se cansó de ser una “chica buena”. El 4 de octubre se cumple medio siglo de la muerte, con veintisiete años, de Janis Joplin (1943-1970), un prematuro final que la llevó a formar parte del llamado “club de los 27”, junto a Jim Morrison, Jimi Hendrix y otras leyendas. Falleció víctima de una sobredosis de heroína, para sorpresa de su entorno, que creía que había dejado ya esta droga. Su cuarto álbum, Pearl, publicado tres meses después de su muerte, alcanzó el número uno en las listas Billboard. Su breve vida estuvo marcada por los excesos, fruto de una inseguridad emocional que nunca la abandonó. Nacida en un pueblo conservador de Texas, desentonó desde niña por su carácter poco convencional. Sufrió entonces el acoso de sus compañeros de colegio. Atraída por sus aires de libertad creativa, se mudó a San Francisco, donde pronto llamó la atención del público. Su voz irrepetible, de extraordinaria intensidad, haría populares temas como Me and Bobby Mcgee, escrita por el cantante Kris Kristofferson. Ninguna mujer, hasta ese momento, se había convertido en una estrella del blues y del rock de su envergadura. Pero la fama no evitó un profundo sentimiento de soledad. “Hago el amor con veinticinco mil personas, pero luego me voy a la cama sola”, dijo poco antes de morir. Para ella, el momento del concierto implicaba un éxtasis emocional al que se volvió adicta. Cuando terminaba, sobrevenía su derrumbe, que intentaba combatir con estupefacientes. “No te imaginas lo difícil que es ser yo”, llegó a escribir, inmersa en un sentimiento de desesperanza al ansiar una felicidad que se le resistía.
En la imagen de este mes la contemplamos en el Winterland de San Francisco, un escenario mítico por el que pasaron Bruce Springsteen o los Rolling Stones, entre muchos otros.
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