Imaginarios colectivos
Es una de las plazas londinenses de referencia. En su centro se alza la columna de Nelson, el almirante de la flota británica que venció a una escuadra francoespañola en el cabo de Trafalgar. Conocido como el Napoleón del mar, era, como el emperador francés, un hombre menudo pero carismático, cuyos triunfos navales le convertirían en un mito para sus compatriotas. Aquella batalla en la que perdió la vida alimentó su leyenda. Trafalgar proporcionó, además, un gran prestigio a la Royal Navy, y desmoralizó a las armadas enemigas. Pero lo cierto es que el plan de Nelson presentaba puntos débiles, tal vez por su menosprecio a los rivales, liderados por Villeneuve, un marino galo carente de facultades para enfrentarse a un enemigo como el inglés. El imaginario colectivo está lleno de estereotipos. Así, al contemplar las pirámides y valorar el extraordinario alcance de la civilización del Nilo, podrían pasar desapercibidos otros aspectos del Egipto faraónico. Y algunos tan relevantes como el grado de violencia que empleaba aquella sociedad. El dossier de este mes constata que los antiguos egipcios distaban mucho de ser un pueblo pacífico. La ley del más fuerte, los abusos, el maltrato y la tortura imperaban tanto en el ámbito doméstico como en el político y militar. Ni siquiera una figura intocable como la del faraón quedó a salvo. Atentar contra él suponía hacerlo contra el orden justo del mundo. No obstante, al menos tres de ellos sufrieron un intento de asesinato. En el caso de Ramsés III, se consumó. Sobrevivir en el mundo antiguo requería dureza y, en ocasiones, vulnerar todas las reglas. ●