LOS ÚLTIMOS AÑOS DE ADOLF EICHMANN
El desafortunado recrea los diez años que el “arquitecto del Holocausto” vivió escondido en Argentina, hasta su detención por el Mosad
El desafortunado, El viaje de nuestros genes, Karl Marx y El cardenalinfante se someten al escrutinio de nuestros críticos.
Quién fue el criminal de guerra nazi Adolf Eichmann? ¿Un monstruo, como lo presentó el fiscal Gideon Hausner durante el juicio al que fue sometido en 1961 en Jerusalén, donde fue condenado a muerte? ¿Un hombre banal, un burócrata que cumplía órdenes con obediencia ciega, como lo describió Hannah Arendt en su famoso ensayo Eichmann en Jerusalén (1963)? ¿O un simple robot del régimen, un ser incapaz de pensar por sí mismo, como lo pinta el escritor Harry Mulisch en su crónica El juicio a Eichmann (1962)?
Ariel Magnus, autor de El desafortunado, no está de acuerdo con ninguno de esos retratos. Como detalla en el epílogo de su novela, tras investigar a fondo la figura de Eichmann, llegó a la conclusión de que era “un mediocre que llegó lejos”, “un acomplejado con sed de venganza”, “un asesino tímido”, “un desafortunado al que la suerte le acompañó demasiado tiempo”. Ni monstruo sádico ni simple (y simplón) engranaje de una maquinaria asesina.
Un hombre de actos monstruosos, pero de razonamientos tan perfectamente comprensibles, tan humanos dentro lo inhumano, que perturba y asusta.
Identidad falsa
EL MONSTRUO EL AUTOR SE METE EN LA PIEL DEL CRIMINAL NAZI
La novela narra los diez años que estuvo oculto en Argentina, con el nombre de Ricardo Klement. De 1950, cuando se estableció en el país, bajo la mirada cómplice (o como mínimo indiferente) del gobierno de Juan Domingo Perón (“Hitler los cría y Perón los junta”, bromea uno de los personajes), hasta 1960, cuando es capturado y llevado a Israel por agentes del Mosad. Una década en la que vivió una apacible vida como padre de familia (su mujer y tres hijos llegaron en 1952, y tuvo un cuarto vástago en Buenos Aires) hasta que una carambola del destino (su hijo mayor se enamoró de la hija de una familia judía que había huido del nazismo) permitió su identificación. Ariel Magnus maneja con maestría las herramientas de la ficción para meterse en la cabeza de Eichmann. A través de sus pensamientos, la mayoría construidos a partir de los escritos del propio criminal –sus memorias, entrevistas, interrogatorios...–, conocemos cuál podría haber sido la personalidad del “arquitecto del Holocausto”, e incluso llegamos a comprenderlo. Como dice la cita de la filósofa Bettina Stangneth que abre la novela: “Si se sorprende sintiendo pena incluso por alguien como Eichmann, no se apure a reprimirla, porque exactamente eso es lo que nos diferencia de él”.