El general Patton
Famoso por sus excentricidades, el célebre militar estadounidense fue protagonista en la lucha contra la Alemania nazi.
Soy un soldado, peleo donde me ordenan y gano donde peleo”. Citas como esta hicieron famoso al general George S. Patton (1885-1945). El pueblo norteamericano le amaba, y él sabía corresponder posando, pomposamente, para las cámaras de prensa. De hecho, en su personalidad había algo caballeresco, reminiscente de aquellos personajes medievales que tanto le fascinaban. Desde niño alimentó su imaginación con las leyendas del rey Arturo, y le gustaba saber que descendía, aunque fuera remotamente, de la realeza británica. Su fascinación por el combate quedaría plasmada en los poemas que escribió a lo largo de su vida y en sus discursos. Durante la Segunda Guerra Mundial, se hicieron célebres sus encendidas arengas a los soldados. “El objeto de la guerra no es morir por tu país, sino hacer que el otro bastardo muera por el suyo”, decía. Dedicó el período de entreguerras a estudiar el uso de los blindados en el campo de batalla. Ya desde antes del conflicto, Patton había entendido que los carros de combate serían piezas centrales en los ejércitos modernos. El tiempo le dio la razón cuando, en 1943, derrotó a los poderosos tanques alemanes en Túnez. A partir de ese momento, y con una estrategia muy ofensiva, siguió hostigando a las fuerzas del Eje hasta Sicilia.
Sin embargo, ese carácter que tanto temían sus enemigos estuvo también a punto de alejarlo de la gran batalla que estaba por venir, el desembarco en Francia. La prensa se había hecho eco de un incidente sucedido durante la invasión de Italia. En una visita a un hospital de campaña, el general abofeteó y amenazó con fusilar a un soldado que, víctima del estrés, era incapaz de combatir. Tras un período apartado del mando, regresó en el año 1944 para hacerse cargo del III Ejército y abrirse paso hacia Alemania. Su amigo Dwight D. Eisenhower, que estaba al mando de todas las fuerzas aliadas, sabía que no podía prescindir de él.
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