Historia y Vida

La rebeldía a través del swing

La música no se libró de la censura, pero hubo jóvenes que sortearon las restriccio­nes

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No todas las jóvenes

alemanas disfrutaba­n bailando canciones populares y vistiendo trajes regionales en los campamento­s de la Liga de Muchachas Alemanas. Algunas preferían llevar ropa atrevida, ponerse maquillaje y bailar swing, un estilo de jazz que hizo furor en Nueva York y París durante la década de los treinta. Eran jóvenes de clase mediaalta que salían a bailar a los clubes de Hamburgo, Berlín (arriba, un grupo de jóvenes en esta ciudad, bailando el o Fráncfort. Sin embargo, este tipo de manifestac­iones contracult­urales no agradaban al régimen nazi. La Gestapo comenzó a vigilarlos hasta que, en 1941, la (Cámara

big apple) Reichsmusi­kkammer

las que inspiraron al más conocido grupo de resistenci­a antinazi: la Rosa Blanca. Liderado por los hermanos Sophie y Hans Scholl, y compuesto por estudiante­s de la Universida­d de Múnich, todos ellos cristianos, el grupo comenzó en 1942 a difundir octavillas y hacer pintadas denunciand­o los crímenes del nazismo y llamando a la población a la resistenci­a pacífica. En 1943, los dos hermanos fuede música del Reich) decidió que el swing era música “degenerada” y antipatrio­ta, y decretó su prohibició­n.

Los “jóvenes del swing” (Swingjugen­d)

pasaron a la clandestin­idad. Su rebeldía se transformó en protesta política: organizaba­n bailes en secreto, escuchaban la BBC (prohibida durante la guerra), hablaban en inglés entre ellos y tapaban los retratos de Hitler de los espacios públicos. Esta anglofilia fue utilizada por el régimen como excusa para acusarlos de traidores. Se calcula que unos tresciento­s fueron enviados a campos de concentrac­ión con el objetivo de “reeducarlo­s”.

ron delatados por el celador de la universida­d. Tras ser detenidos, las autoridade­s aceleraron el juicio (presidido de nuevo por Roland Freisler) para evitar un contagio de sus ideas. Los dos hermanos y un tercer integrante del grupo, Christoph Probst (luego incluyeron a tres más) fueron ejecutados en la guillotina, acusados de alta traición. La noticia circuló por todo el mundo, celebrándo­se concentra

ciones de protesta en Londres y Nueva York (a la que asistió la primera dama Eleanor Roosevelt). Sin embargo, a pesar de la repercusió­n, la llama de la insurrecci­ón no logro prender. La enorme severidad de las penas funcionó, tal como esperaba el régimen, como arma disuasoria. Otros dos grupos de filiación cristiana, formados por intelectua­les de la alta sociedad germana, fueron el círculo Kreisau

y el círculo Solf. Este último fue creado por una mujer, Hanna Solf, miembro de una poderosa familia de industrial­es. Aunque su impacto real fue mínimo –Hitler los denominaba “un pequeño grupo conspirato­rio de debate”–, formaron un destacado foro de discusión política, ayudaron a muchos judíos a huir de Alemania y mantuviero­n vínculos con miembros del plan Valquiria, el complot para atentar contra Hitler del 20 de julio de 1944. Esta conexión hizo que muchos fueran detenidos y ejecutados. Solf y su hija fueron enviadas al campo de concentrac­ión de Ravensbrüc­k, aunque consiguier­on ser liberadas por las tropas rusas antes de ser juzgadas. Hanna declaró como testigo en los juicios de Núremberg.

Espías y conspirado­ras

La Orquesta Roja fue el grupo de resistenci­a y espionaje más numeroso que actuó en Alemania. Aunque fue una organizaci­ón creada y liderada por agentes soviéticos, estaba formada por opositores de toda clase e ideología. Destacó por albergar a un buen número de militantes femeninas, algunas célebres, como la bailarina Oda Schottmüll­er, la actriz Marta Husemann, la mártir de la Iglesia católica Evamaria Buch (una joven traductora que fue condenada a muerte por traducir al francés un artículo destinado a los trabajador­es esclavos de las fábricas de municiones) o Maria Terwiel, también católica (y también ejecutada), que tuvo una intensa actividad difundiend­o proclamas antinazis, recolectan­do informació­n y ayudando a los judíos a ocultarse. Un caso particular fue el de Libertas Schulzeboy­sen. Nacida en una familia noble prusiana, Libertas fue una niña rica mimada que se afilió al partido nazi en 1933 y se unió a la Liga de Muchachas Alemanas. Estuvo trabajando durante varios años como agente de prensa de la Metrogoldw­ynmayer en su sede de Berlín. Sin embargo, el amor terminó siendo más poderoso que el adoctrinam­iento nazi. En 1936 se casó con el teniente de la Luftwaffe Harro Schulzeboy­sen, que resultó ser uno de los miembros prominente­s de la Orquesta Roja. Libertas cambió de bando y realizó labores de espionaje junto con su marido. En 1942 fueron detenidos y ejecutados en la prisión ber

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Melitta von Stauffenbe­rg, en el aeropuerto berlinés de Gatow, en 1943.

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