Intervenciones providenciales
Los hombres que mitigaron los estropicios del Terror
No todo fue un festival de horror en la acometida a Saint-denis. La Convención Nacional nombró supervisores para controlar las obras. Estos comisariados incluían las áreas “de exhumación”, o albañilería; “de los plomos”, para apartar y refundir en balas calibradas los cofres funerarios; y “de orfebrería”, que clasificaba y resguardaba los objetos de metales preciosos.
Se instituyó, para esto último, una Comisión de Monumentos. Su director, el artista y arqueólogo Alexandre Lenoir (arriba, defendiendo la tumba de Luis XII de su destrucción), veló, además, por los mármoles deteriorados y por piezas delicadas como cruces, relicarios y cálices. Hasta seis carros se transportaron a la Convención para seleccionar las piezas dignas de unos espacios nacidos con la revolución: los museos públicos.
A ello contribuyó dom Germain Poirier. Este archivero benedictino supervisó todo el operativo y catalogó cada obra que salía de la iglesia. El daño patrimonial se palió, en parte, desde 1814, con la Restauración borbónica, gracias al celo de estas y otras personas.
La delegación comunal
de la Franciade, por ejemplo, advirtió a la Convención que los valores que le confiaba eran para el disfrute ciudadano. Esto en pleno Terror. Dumas hizo de Lenoir el protagonista de “Las tumbas de Saint-denis”.